Calleja de la Hoguera

De Cordobapedia
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Situación
Une la Calle Céspedes con Calle Deanes
Barrio
Barrio de la Catedral
Otras denominaciones
Calle de los Quero
no se conoce
Transporte
Parada de bus: no
Parada de taxi: no
Puntos destacados
(A) Mezquita de los Andaluces
(B) Universidad Islámica Internacional Averroes de al-Andalus ~





La calleja de la Hoguera parte de la calle Céspedes, a unos pasos de a la Mezquita Catedral, y llega hasta la mitad de la calle Deanes. Con apenas dos metros de ancho, es una calleja en recodo en la que se van produciendo ensanchamientos y estrechamientos a la vez que cambios de dirección, típicos del urbanismo árabe.


Recorrido de la calle, desde Céspedes a Deanes

La entrada por desde la calle Céspedes (antigua del Baño Bajo), que es estrecha, se ensancha unos metros adelante. Cruzamos después un arco en su parte media sobre el que se eleva el alminar de la Mezquita de los Andaluces, una pequeña torre cuadrangular con arquitos de herradura abiertos en sus lados y una cúpula semiesférica rematada por un yamur, cinco bolas de tamaño decreciente. La mezquita, a la que se accede desde esta calle, se crea tomando como base un pequeño oratorio del siglo X. Cuenta con un pequeño patio de acceso y el liwan o sala de oración, cuya qibla se orienta al sur -al igual que la Mezquita Alhama.

Traspasado el arco, un pequeño pórtico con columnas cubierto con artesonado, conecta con una plazuela con un naranjo en su esquina. Tiene esta plazuela su salida a través de un pasaje estrecho (no más de dos metros), también cubierto que abre a una nueva plazuela, la cual da salida a la calle Deanes a través de un nuevo callejón estrecho.

Historia


En amarillo, se aprecia ambas callejas (la de la izquierda de la calle Deanes y la de la derecha de la calle Céspedes), en el plano de los franceses, de 1811


En el siglo XIX, esta calleja sin salida o azucaque llamada calle de los Quero. Otra calle de las mismas características y con el mismo nombre abría a la Calle Deanes. Según Ramírez de Arellano, antiguamente estas calles estuvieron unidas: «De los datos adquiridos colegimos que estas dos barreras fueron una sola calle llamada en lo antiguo de la Hoguera, sin que sepamos el motivo; después labraron una casa que las separó, aunque quedando de paso y viviéndola un sochantre de la Catedral de apellido Quero, nombre que le quedó a las dos callejas.[1]» En la década de 1950 ambas calle se unieron, dando como resultado esta pintoresca calle que es quizá el mejor ejemplo del urbanismo musulmán.

Bajo la alcaldía de Antonio Cruz Conde fue reabierta para su tránsito en febrero de 1955 dotándola de iluminación y adecentando la misma[2]


La blanca seducción

Capítulo de Rincones de Córdoba con encanto [3]

El poeta Ricardo Molina escribió de la Hoguera, hace más de cuarenta años, que “esta plazuela con sabor a viejo patio es uno de los lugares más íntimos y secretos de la ciudad”. Y así sigue por fortuna, incólume y reservada, sin darse a quien no sepa descubrirla y apreciarla.

Vista de la calleja

Este blanco vericueto, que sorprende a la vera de la calle Céspedes, muy cerquita de la Catedral, es calleja y es plaza al mismo tiempo. Veamos. Comienza siendo calle, que recibe al viajero con un abrazo blanco, pero a los pocos metros, en medio de la calle surge un arco edificado, sobre el que, a la altura de los tejados, despunta el pequeño alminar de una mezquita reciente, un prisma con arquitos de herradura abiertos en sus lados y una cúpula semiesférica rematada por cinco bolas de tamaño decreciente. ¿Estamos en Córdoba o acaso en un barrio de Fez? Sencillamente es la herencia del urbanismo musulmán. Dicen los arquitectos que estos entramados de callejuelas conocidos como azucaques servían de acceso al interior de las manzanas.

Sigamos. El arco acoge al viajero en un breve abrazo de intimidad y penumbra, cubierto con artesonado de madera, como el zaguán de una casa, que dura cinco pasos, y enseguida otro arco devuelve a la angosta calle abierta al cielo, que recobra la cegadora claridad de la cal. Aquí es donde surge, a la izquierda, una portadita con moldurado arco de herradura, y junto a ella un rótulo –"Mezquita de los Andaluces / Universidad Islámica Internacional Averroes de al-Andalus"– escrito en árabe y en castellano. ¿Estamos en Córdoba o acaso en un barrio de Fez? La herencia o la añoranza árabes palpitan en algunos resquicios urbanos.

Enseguida se repite el abrazo de otro tramo cubierto, que ahora abre y cierra mediante arcos rebajados, entre los que se proyecta una blanca bóveda de arista. Las casas de la izquierda se asoman tímidamente a la calleja a través de ventanitas protegidas por rejas y celosías, mientras que las de la acera derecha, más abiertas, invaden el angosto espacio con altas ventanas salientes. Un breve porche con vigas, soportado por una erosionada columna revestida de ocre, adentra al viajero en una placita de no más de cuarenta metros cuadrados, que parece el patinillo de una casa particular, hasta el punto de que algunos turistas dudan entre pedir permiso para entrar o volverse, temerosos de haber allanado una propiedad privada. Pero la entrada es libre.

Dos viejos naranjos, que inclinan reverenciosamente sus ramas, sombrean el patinillo, empedrado y con un perímetro de losas de granito. A un lado se repite otra puerta con arquito de herradura, y al otro surgen dos ventanas salientes sobre un zócalo amarillento. No es nada extraño confundir este recoleto espacio con un patio particular, pues en su origen pudo serlo de la casa interpuesta entre dos calles angostas, la de Quero por el lado de Céspedes y la de la Hoguera por el de Deanes. Antes de volver la esquina conviene mirar atrás para contemplar el juego sugerente de luces y perspectivas que regala la calleja.

A la izquierda del patinillo se abre el blanco túnel que desemboca en la primitiva placita de la Hoguera, ahora rebautizada con el nombre del pintor Miguel del Moral –el desproporcionado tamaño del rótulo heriría su sensibilidad–, quien desde 1962 hasta su sentida muerte, en 1998, tuvo su privilegiado estudio en la casita que hace esquina, que se asoma a ambos lados a través de una galería cubierta. “Lo más sugestivo de estas callejas es el misterio; por ellas me figuro a don Luis de Góngora cuando el barrio de la Catedral era puro silencio”, me confesó el artista una lejana mañana de primavera. “Soy de D. Lvis de Góngora” dice en una columna prendida en la esquina.

Allí sigue la casa como una reliquia sin latido, añorando la presencia de aquel pintor de sensibilidad renacentista que cuando se acercaba la hora del ángelus llamaba a su amigo el poeta Pablo García Baena para que escuchase por teléfono las campanas de la Catedral, que aquí resuenan con vibrante sonoridad. ¡Qué buena sede para la Fundación Cántico!

Por fortuna, suele pasar de largo el tropel de turistas, lo que preserva la intimidad de la calleja, y contrasta con el abigarrado zoco en que se ha convertido la cercana calle Deanes.

Referencias

  1. Ramírez de Arellano, Teodomiro: Paseos por Córdoba. Paseo 13. plaza_de_los_Benaventes_y_la_ calle_de_Céspedes Barrio_de_la_Catedral
  2. Vida de la ciudad. Diario Córdoba. 6 de febrero de 1955
  3. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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