Ermita del Pretorio

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Ermita del Pretorio años 1980

Ermita del Pretorio

Pequeña ermita situada en los Llanos del Pretorio, reconstruida en el siglo XIX en estilo neogótico. A finales de 2002 la ermita fue trasladada desde su emplazamiento en la acera de Guerrita a los nuevos jardines junto a la Avenida de América.

En la acera de Guerrita quedó marcada su planta, en recuerdo a su antiguo emplazamiento.

Historia

Era una capillita del siglo XVIII adosada a las tapias del Convento de la Merced lindante a la Huerta de la Reina que estaba a la entrada de Córdoba, punto obligado para enfilar el camino que conducía hacia la sierra.

En ella se veneraba un Ecce-Homo pintado en un lienzo que representaba a Jesús en el Pretorio Romano. A la ermita acudían los viandantes y vecinos del barrio del Matadero Viejo para rezar al Señor y entre los fieles contaban números toreros que la visitaban cuando marchaban para la Plaza de toros de los Tejares.

Con la llegada del ferrocarril, a mediados del siglo XIX, se derribó la tapia de forma que la Capillita entró en ruinas, siendo trasladada la pintura a la parroquia de San Miguel. Los vecinos descontentos con esta medida se dirigieron al Ayuntamiento para que se realizase la reconstrucción de la ermita, logrando el comienzo en 1867 pero las obras quedaron paralizadas por razones económicas. A petición popular en 1870 se hace una colecta para la continuación de las obras en la que tuvo una parte muy importante la ayuda prestada por el matador de toros Rafael Molina Sánchez "Lagartijo", que organizó un festival para recaudar fondos de todos los cordobeses. Dicho acto se celebró el 26 de diciembre de 1870 y en él, el Califa lidió y estoqueó cuatro toros de la ganadería de Rafael José Barbero.

La Ermita se terminó con los recursos del festival, la aportación de los vecinos y la del propio Ayuntamiento, encargándose del proyecto el arquitecto Amadeo Rodríguez y de la reconstrucción el arquitecto municipal Rafael de Luque y Lubían. Fue inaugurada y bendecida el día 11 de enero de 1872 oficiando el obispo Juan Alfonso de Alburquerque, en presencia del alcalde de Córdoba Agustín Fuentes Horcas.

Se contaba que al finalizar la inaguración-bendición el Obispo Alburquerque le preguntó a Rafael Molina: Don Rafael quién se hacer cargo de atender con decoro la capilla, a lo que el primer Califa del toreo le respondio: Señor obispo, la familia Molina. Se hizo cargo una tía de Lagartijo continuando en el cuido su hija y nieta hasta principios de los años sesenta. Ésta le entregó la llave a un matrimonio devoto del Ecce-Homo, los cuales la han tratado durante cincuenta años con sumo esmero y cariño, corriendo por su cuenta con los gastos de ajuar y mantenimiento. Actualmente la cuidan personas particulares.


Se trata de un edificio de planta cuadrangular de escasas dimensiones, estilo neogótico con bóveda de arista y un pequeño pórtico cerrado con una verja de hierro.

Con motivo del soterramiento de las vías del ferrocarril por las obras del Plan RENFE se desplazó la Ermita o humilladero a unos cincuenta metros de su ubicación original en la avenida de América. En la actualidad una alineación de piedras en el suelo indica el lugar exacto donde estuvo primitivamente dicha Ermita del Pretorio.

Testimonios

  • El torero Rafael Bejarano Martínez "Pataterillo Chico", tenía la costumbre de ir a la ermita del Pretorio a rezar al Cristo por el alma de su hijo único, que lo mataron en la Guerra Civil. Acudía siempre con su estilo clásico cordobés y las mujeres del barrio decían Ya viene el pobre Rafael a rezar por su hijo, que en paz descanse.
  • El Diario Córdoba en los años cuarenta hacía este comentario sobre la ermita del Pretorio:
En los días que precedían a la al Semana Santa, en las últimas décadas del siglo XIX, la Ermita del Señor del Pretorio era objeto de especial atención por parte de los vecinos devotos del barrio del Matadero Viejo y se prodigaban las flores para adorno del retablo y se hacían rebosar de aceite los farolillos que lo alumbraban.
Cuando los Piconeros regresaban de la sierra con su carga, se detenían ante el Señor del Pretorio para rezar. Era una plegaria de gratitud hacia la imagen a cuya protección se confiaba.
Con ellos compartía esta devoción Rafael Molina Sánchez "Lagartijo", cuya prodigalidad era bien notoria, mejoró a su expensas la capillas y él costeaba los gastos, de su conservación. Y siempre que el “califa cordobés” toreaba, se encendían varias lamparillas y velas ante el Cristo. La piadosa costumbre no se quebrantó nunca y la buena suerte acompañó siempre al genial artista en su arriesgada profesión.
Cuando los toreros y piconeros recogían a las imágenes de Jesús Caído "Cofradía de los Toreros" y a la Virgen de la Soledad en la noche del Jueves Santo se dirigían al Señor del Pretorio y le rendían culto con singular devoción. Y el piadoso entusiasmo se traducía en nuevas saetas, cuyas agudas notas rasgaban el silencio de la noche augusta.

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