Plaza de la Corredera - 2 (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Plaza de la Corredera - 2 / Aquella algarabía de pregones

La reciente reforma ha suprimido también, por ahora, el colorista mercadillo de superficie, así que para imaginarlo el viajero podrá leer, mientras apura la cerveza, la descripción que Pío Baroja hace en La feria de los discretos del que él contempló, que describe con detalle en el capítulo XII del libro, cuando el protagonista Quintín entra en la Corredera por el Arco Alto y “presentaba desde allá la plaza un aspecto gracioso y pintoresco. Era como un puerto lleno de velas amarillas y blancas, agitadas por el aire, resplandecientes de luz, que llenaban toda la extensión de la plaza”. Más tarde desde los soportales percibe Quintín “una algarabía de pregones, de voces, de cánticos, de mil ruidos. Los veloneros de Lucena pasaban repiqueteando un velón contra otro; los sarteneros iban dando con un martillo en un hierro, con un compás extraño; los amoladores silbaban en su flauta...”. Un vivo cuadro impresionista en el que la “turbamulta de vendedores, de aldeanos, de mujeres, de chiquillos desnudos, de mendigos, charlaba, gritaba, reía, gesticulaba...”

Sin duda habrá oído hablar el viajero de las innumerables celebraciones que acogió la plaza a lo largo de su historia. Una de las más singulares acaeció en 1571, en que, para festejar la victoria en la batalla de Lepanto contra los turcos, se organizó un combate naval “entre varias barcas de a seis varas, colgadas de maromas, lanzándose las unas a las otras infinidad de cohetes”, según Teodomiro Ramírez de Arellano. También escuchó inflamados sermones, como el de fray Diego de Cádiz en 1786, que originó “multitud de confesiones generales, y como fruto de ellas, muchas restituciones de objetos robados, reuniones de matrimonios desavenidos, casamientos que antes debieran realizarse”.

Por poco observador que sea el viajero ya se habrá percatado que el topónimo Corredera tiene relación con las corridas de toros, y que incluso pervive en la vertiente oriental la calle Toril, por donde los cornúpetas accedían a la plaza para su lidia. Y es que una de las actividades más frecuentes que contempló la plaza fueron las corridas de toros y cañas. Así, en 1624 se lidiaron quince toros en honor de Felipe IV; en 1651 no faltaron los toros en unas solemnes fiestas dedicadas a San Rafael Arcángel; en 1668 se organizó un festejo en honor del príncipe florentino Cosme de Medicis, minuciosamente relatado por su cronista.

En 1683 el obispo fray Alonso Salizanes conmemoró con toros la terminación de la capilla catedralicia de la Inmaculada Concepción –ocasión en que una falsa alarma desató el pánico, lo que impulsó a emprender la comentada reforma de la plaza–;en 1749 se festejó con una corrida la conclusión de la guerra contra los ingleses; en 1766 se le dedicó otra corrida al embajador marroquí Sidi Hamel El Gacel; en mayo de 1796 se celebraron tres funciones en honor de Carlos IV y su familia, en las que se anunció la presencia de los célebres diestros Pedro Romero y Pepe Hillo; en septiembre de 1812 se festejó con dos corridas la proclamación de la Constitución liberal; y en octubre de 1823 los realistas organizaron otras dos en honor de Fernando VII.

En contraste con su uso festivo, en la Corredera se escribieron también páginas de la crónica negra de Córdoba. Así, la Inquisición celebró numerosos autos de fe, especialmente en el siglo XVII. También estuvo aquí el patíbulo en que se ejecutaba mediante horca o garrote a los condenados a muerte; el bienio más cruento se extendió entre octubre de 1810 y septiembre de 1812, en que los invasores franceses perpetraron 76 ejecuciones, 10 en la horca y 66 mediante garrote. Y cerca de la calleja del Toril estaba “el rincón del verdugo”, llamado así por la casa que habitó el ejecutor de muchos desgraciados.

La Corredera tuvo también su fuente, aquella que en 1367 el rey Pedro el Cruel amenazó con “henchir (llenar) con tetas de cordobesas”, que algunos identifican con la de la plaza del Vizconde Miranda. La remodelación ha incorporado junto al ángulo noreste una austera fuente de mármol negro, con inscripción alusiva a “la rehabilitación y adecuación” de la plaza, terminada el 19 de diciembre de 2001.

El concurso de anteproyectos convocado en 1996 para adecuar la plaza a los usos y actividades actuales fue ganado por el arquitecto Juan Cuenca Montilla, quien la concibe como “un patio de la ciudad” delimitado por “un contorno edificado modular y repetitivo”. En consecuencia, libera la plaza de obstáculos y la pavimenta con granito gris claro organizado en retículas cuadradas de 12 metros de lado, equivalente a tres arcos, y limita el tráfico a las vertientes sur y oeste. La polémica generada por el diseño de las nuevas farolas quedó en una mera anécdota ya superada, pues, apurada la cerveza, el viajero aprecia al caer la noche cómo las farolas cumplen con eficacia y discreción su misión de iluminar, claramente desmarcadas del ambiente barroco que caracteriza la plaza.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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