Bar La Cabaña

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Bar La Cabaña
Bar La Cabaña

Antigua Taberna La Cabaña, es un bar situado en Santa María de Trasierra. Se encuentra en la calle Córdoba número 20.

La Cabaña es un establecimiento bar-estanco. Fue construida en el antiguo cuartel de la Guardía Civil a finales de los años cincuenta, cuyo propietario don Manuel Montero, la regentó por medio de varios mozos. En 1965 entró a regirla el que sería con los años su propietario Francisco Márquez Fernández; jubilado éste, es su hijo el que lleva en la actualidad el negocio.

Esta taberna-bar fue y es referencia obligada para los monteros que en el amanecer se reunen para matar el gusanillos con el "Machaco". La mayoría de los participantes en esas monterías son plateros y potentados de la capital, que se introducen en las fincas serranas para la caza del jabalíes y "venao".

Igualmente fue punto de referencia para los jornaleros que iban a recoger las famosas avellanas de Trassierra que producía la finca “La Caballera”.

La fama de sus tapas compuestas por carne de jabalí o venao, las migas camperas, los zorzales y pajaritos cuando estaba permitida la caza, hicieron famoso este remanso culirario y serrano de La Cabaña.


Ubicación del Bar La Cabaña

Recuerdos de la taberna [1]

La Cabaña está situada en nuestra serrana barriada de Santa María de Trassierra lugar que fue en el Califato sitio de reposo y lugar veraniego de árabes pudientes y notables del que aún quedan restos, como "La Fuente del Elefante", entre arroyuelos suaves y cristalinos poblados de grandes avellanares. Allí Góngora ejerció el sacerdocio y escribía, aparte de sus "letrillas", agún poema culterano.
También hay referencia de que fue lugar de descanso estival para los Reyes Católicos a su paso para la conquista de Granada. Allí estaba y está la Cabaña y mi amigo Francisco, su dueño.
Un verano, hace más de veinte años, me invitó a aquel lugar un amigo mío, fabricante de joyería, al que yo había enseñado a leer a su hijo mayor. Era dueño de La Caballera, una de las mejores fincas de aquel término, que abarcaba dentro de su linde dos más, "Media Oreja" y la casilla "El Guapo". Con manantiales propios de magníficas y potables aguas y una hermosa piscina y mejor vivienda.
Me propuso pasar allí el verano con su familia y de paso dedicar unas horas a dar clases a sus hijos, y después se me agregaron los del guarda y otros más de la aldea.
Acepté y aquello fue própero, pues aparte de estos alumnos de "miga" empezaron los bachilleres y un alumno de superior categoría de escuelas especiales que le habían quedado dos asignaturas para terminar el peritaje en septiembre, que así fue, pues aprobó.
Para estos bachilleres y especialistas tenía que desplazarme al poblado y buscar un sitio para mi improvisada academia
Me puse de acuerdo con el dueño de la Cabaña. aquello era grande y había sitio pata todos, además, los padres de mis alumnos eran clientes.
Yo, salvo las horas de comer y dormir, las pasba en la Cabaña, sitio acogedor en el que no faltaba ni gloria y acudían buenas amistades al lugar.
Fue un verano que siempre recordaré, viví bien y tanquilo ganado a la vez dinero con mis clases.
Con las primeras lluvias y tormentas de septiembre, lleno de nostalgias estivales volví a la monotonía provinciana.

Referencias

  1. "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba. 29 de julio de 1989

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