Ayuntamientos democráticos
José Aguilar escribe:
Ayuntamientos democráticos
Dimite Plácido Fernández Viagas. Había terminado su tiempo. Empezaba el de Rafael Escuredo. Aires de libertad entran en los ayuntamientos. Tuvieron que pasar 48 años para que los ciudadanos pudieran elegir a sus representantes más cercanos.
"No te preocupes, Luis: la bomba no ha causado víctimas". La nota se la hice llegar con un ordenanza a Luis Uruñuela, que presidía el segundo pleno del nuevo ayuntamiento democrático de Sevilla. La intención era buena; el resultado no lo fue tanto. El primer alcalde de la capital de Andalucía elegido por el pueblo desde 1936 palideció, pidió información urgente y suspendió la sesión plenaria. Así fue como, pasadas las once de la mañana del viernes 11 de mayo de 1979, gracias al aviso de un periodista que pasaba por el lugar de los hechos, los concejales sevillanos supieron que se había producido un atentado contra la sede nacional del Partido Socialista de Andalucía, en la cercana calle Sierpes, en el corazón de la ciudad.
Habían sido los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), que dos días antes mataron a un policía nacional que vigilaba el Consulado de Francia, en el barrio de Santa Cruz, y que amargaron la primavera a los andaluces. La bomba en la sede del partido del alcalde destruyó el local, rompió cristales y escaparates y causó daños en los edificios colindantes, pero no a las cinco personas que se encontraban en su interior, si bien la limpiadora, Ana Cortázar, resultó afectada por los gases. Como un símbolo de entereza y supervivencia, la bandera verde, blanca y verde que ondeaba en el balcón se proyectó hacia fuera por la fuerza de la explosión y quedó intacta. El terrorismo de los GRAPO, con treinta muertes a sus espaldas a lo largo del año, y la campaña de ETA en la Costa del Sol pusieron un acento dramático a este 1979 que, sin embargo, pasará a la historia de Andalucía como el año en el que el viento ansiado de la libertad entró también en los ayuntamientos a raíz de las elecciones del 3 de abril, las primeras libres en cuarenta años, y en el que se activó -fueron pioneras las nuevas corporaciones locales de Puerto Real (Cádiz) y Los Corrales (Sevilla), el proceso por el que esta comunidad conquistaría la autonomía plena, el autogobierno con el que soñó Blas Infante. Manuel Clavero y Rafael Escuredo agigantaron sus figuras durante estos meses decisivos.
Pero fue también el año en que los futbolistas se pusieron en huelga, dimitió temporalmente Felipe González a cuenta del marxismo, se retiró de la escena andaluza Plácido Fernández Viagas, primer presidente de la Junta preautonómica, se fundaron la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) y Comisiones Obreras de Andalucía (COAN), llegamos a soportar el 25% del desempleo nacional, subieron a Primera División Betis, Málaga y Almería, dimitió un alcalde -el de Granada- por culpa de un hipermercado, UCD volvió a ganar las elecciones generales mientras preparaba su ruina en esta región, Paco Ojeda tomó la alternativa en El Puerto de Santa María y Espartaco en Huelva, el salario mínimo se colocó en 692 pesetas y los jornaleros se levantaron por el empleo comunitario, se empezaron a ver las primeras mujeres policías locales, la Policía Nacional cambió el gris franquista de su uniforme por el marrón democrático, los precios se dispararon y se realizó el primer trasplante de riñón en el Hospital Reina Sofía.
Todavía con la resaca de la Nochevieja, el 2 de enero, entró en vigor el decreto de disolución del Congreso y el Senado y convocatoria de elecciones generales para el 1 de marzo, confirmando que las de 1977 habían cumplido su misión fundamental: la elaboración de una Constitución democrática. Mientras Granada celebraba un año más la Reconquista, con tremolación del estandarte de los Reyes Católicos, toda Andalucía se amargaba con la mala nueva de que había que pagar el 30% de las medicinas por la Seguridad Social y otro informe del Banco de Bilbao confirmaba que estábamos en el furgón de cola del país en renta per cápita y disminución de la población activa.
El Partido Socialista de Andalucía celebra su segundo congreso en Sevilla. Alejandro Rojas Marcos, elegido primer secretario, le da un repaso al PSOE, por no hacer nada desde la Junta a favor de la toma de conciencia del pueblo andaluz y estar más preocupado por lograr sillones ministeriales que por "los intereses del pueblo trabajador". Rojas Marcos fue premonitorio: "Dentro de poco, un andaluz, un andaluz cualquiera del PSA, gritará en el centro del Parlamento de Madrid ¡Viva Andalucía libre!". Lo haría él mismo semanas después como diputado. El augurio le falló, por el contrario, dentro de su propio partido: en el nuevo comité ejecutivo entraban algunos dirigentes a los que más tarde expulsaría cuando se sublevaron contra su dirección personal.
La tragedia se adueñó de Cádiz el domingo 21 de enero. Un incendio de madrugada en una discoteca de Ubrique provocó seis muertos, dos de ellos niños pequeños, mientras que siete jóvenes, de entre 15 y 25 años, fallecían en accidente de tráfico cuando el coche en el que viajaban se estrelló contra un árbol de la Nacional IV a su paso por el barrio de Jarana, cerca de Puerto Real, en una maniobra de adelantamiento.
La Policía informaba poco después de la desarticulación del comité regional del PCE (r)-Grapo, deteniendo a sus doce integrantes y descubriendo pisos francos, desarticulación que, como se comprobaría más tarde, no restó capacidad de actuación a la banda terrorista en Andalucía. Más actividades de Interior: se prepara un decreto-ley prohibiendo la circulación de películas pornográficas, salvo las que se proyecten en salas S, debidamente señalizadas, así como el top-less en cafeterías, bares, discotecas y pubs. En cambio, los aparatos y objetos "cuya finalidad sea la provocación o intensificación del placer sexual" sí serán legales, aunque también tendrán que venderse en establecimientos específicos, autorizados por el gobierno civil correspondiente.
Ajeno a estos pecados, un ex obispo de la secta católica de El Palmar de Troya -donde como cantaba Carlos Cano, se había montado una auténtica industria de nombramientos episcopales-, fue detenido por formar un escándalo en el bingo del Hotel Colón, de Sevilla. Se dedicaba a molestar a clientes y empleados y, al ser recriminado, insultó a los agentes de la autoridad. Enrique Moyano Moo, de 25 años, era su nombre.
Enero terminó con la absolución de Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, más conocida como la Duquesa Roja, de un delito de desacato, por haber escrito una carta contundente al ministro de Gobernación tras la muerte en extrañas circunstancias y con violencia de un joven de 27 años de Sanlúcar de Barrameda, donde tiene su palacio. Era su juicio número siete u ocho. En realidad, ella sólo había prestado su pluma al padre y a la viuda del muerto, que no sabían leer ni escribir.
Febrero se inicia con lluvias e inundaciones, capturas de pesqueros andaluces por Mauritania y Marruecos y accidentes varios. Nada nuevo. Pero novedades siempre hay; y en el hospital Reina Sofía, de Córdoba, se realiza una operación de trasplante de riñón, la primera de una serie de intervenciones con éxito, que colocará a este centro, con el paso del tiempo, en un referente europeo en materia de trasplantes. Seguro que los que lo hicieron no pensaban entonces que llegarían tan lejos. En Sevilla, el ministro Manuel Clavero entregó un millón y medio de pesetas a los organizadores del Congreso de Cultura Andaluza. Parece una nimiedad, pero en aquel momento supuso una inyección salvadora que permitió seguir con una labor tan callada como incisiva de recuperación de las señas de identidad de una comunidad que todavía balbuceaba en el concierto nacional.
En realidad, todo el primer trimestre de 1979 estuvo centrado en las campañas para las dos contiendas electorales previstas: las generales ( 1 de marzo) y las municipales (3 de abril). Las primeras convalidaron la mayoría relativa de Unión de Centro Democrático, que pudo seguir gobernando, mientras que las locales, como otras veces en la historia de España, dieron un vuelco a la situación política, al permitir el acceso de la izquierdas al poder en las principales ciudades, incluyendo las ocho capitales de Andalucía, Jerez y Algeciras. Claro que eso sólo fue posible tras un acuerdo de unidad de la izquierda suscrito por PSOE-PCE y PSA en la madrugada del 19 de abril.
Pero no adelantemos acontecimientos. Estábamos en febrero, en la campaña para las elecciones generales. Los candidatos andaluces, todavía desconocidos, fueronarropados por los primeros espadas nacionales: Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Enrique Tierno Galván. Rodolfo Martín Villa sentenciaba/ deseaba: "La izquierda no está preparada para gobernar". Un año después, él mismo, al frente del dispositivo antirreferéndum de UCD, ayudaría mucho, involuntariamente, a hacer posible que la izquierda gobernara. En Andalucía y en España. Los obispos tampoco perdían el tiempo. Daban libertad de voto a los creyentes, pero les advertían que debían de tener en cuenta, a la hora de elegir, el programa y la ideología de cada partido, con expresa referencia al divorcio y el aborto como males supremos a evitar.
El 1 de marzo, jueves, fue un día soleado y frío en la región, salvo en Granada y Jaén, donde la lluvia hizo su aparición. Hubo colas en los colegios electorales y, como dos años antes, los andaluces desentrenados en el ejercicio de sus derechos protagonizaban anécdotas curiosas y divertidas y se tomaban con 'filosofía' las irregularidades de la mecánica electoral: fallos en la constitución de las mesas, listas incompletas, censos anticuados, falta de papeletas...El recuento de votos, febril y lento, trajo de madrugada la sorpresa: el Partido Socialista de Andalucía lograba cinco escaños (dos en Cádiz, dos en Sevilla y uno en Málaga). El grito '¡Viva Andalucía Libre!', que pronunció Blas Infante en el momento en el que era fusilado, iba a ser de nuevo posible, pero en libertad y en pleno Congreso de los Diputados. Ha sido el momento de gloria del nacionalismo andaluz.
A nivel nacional, las elecciones generales depararon la victoria de UCD, con 167 escaños, además de la mayoría absoluta en el Senado, frente a los 120 del PSOE, 23 del PCE, 9 de Coalición Democrática (herederos de la derecha franquista), 9 de los catalanistas de CiU, 8 del Partido Nacionalista Vasco, 5 del PSA y 3 de Herri Batasuna, junto a otras minorías menos relevantes. En Andalucía, sin embargo, hubo una clara mayoría de izquierda, una realidad que se prolonga hasta nuestros días sistemáticamente. El domingo siguiente, todavía con la resaca electoral encima, Andalucía vivió, como le resto de España, un acontecimiento insólito: la huelga de los futbolistas, declarada ilegal por el Ministerio de Trabajo, pero sacada adelante por una embrionaria Asociación de Futbolistas Españoles que lideraba un bético hijo de poeta, Joaquín Sierra. El detonante de la huelga de los peloteros fue la creación en la asamblea del fútbol profesional, de la figura jurídica del 'amateur compensado', que permitía a los clubes, es decir, a la patronal, establecer un tope de edad para esos jugadores y ejercer sobre ellos el derecho de retención durante dos años, extremos ambos que contradecían abiertamente un laudo dictado por la Dirección General del Trabajo sobre el contencioso. Finalmente, el estatuto acordado por los directivos contemplaba un tope salarial de ¡trescientas mil pesetas mensuales!, entendiendo los futbolistas que ese aspecto debía regularse por la ley de la oferta y la demanda. La cifra, ahora se nos antoja ridícula. Los equipos multaron a los neohuelguistas. "Con la sanción, los clubes han reconocido que la huelga era legal", comentó Cabrera Bazán.
Fue la 'guinda' de unas semanas de intensa actividad reivindicativa, que se mezcló con la nueva campaña electoral -la de las municipales- y apenas dejó margen para los pintoresquismos, como las adolescentes contusionadas en el tumulto organizado en el hotel en el que se hospedaban Los Pecos, y sucesos alarmantes, como el terremoto acaecido en Granada, con epicentro en la Sierra de Loja y magnitud cinco en la escala de Richter, que no causó víctimas ni daños materiales de importancia, pero asustó a mucha gente. Fue el más fuerte de los registrados en la zona en los últimos diez años. Habría otros seísmos en agosto. Las capturas de barcos pesqueros correspondieron durante este mes de marzo a Portugal. Sin novedad en ese frente.
Había conflictividad por todas partes. Los estudiantes de bachillerato se lanzaron a la calle en protesta contra la selectividad y a favor de la gestión democrática de los institutos y la creación de nuevas universidades. Se produjeron enfrentamientos con la fuerza pública, sobre todo en Sevilla, y detenciones. Las protestas del sector pesquero de Huelva se saldaron también con veinte detenidos entre los manifestantes que demandaban subsidios y, más tarde, intentaron impedir el paso de camiones portugueses de pescado.
Entre ellos se encontraba el diputado socialista Fernando González Vila. En el Marco de Jerez los empresarios respondieron a la huelga de los viticultores con el cierre generalizado de las bodegas. Los trabajadores se encerraron en la iglesia de San Francisco. Los profesores de la enseñanza privada peleaban por su convenio, los de Universidad se removían.
El convenio colectivo de la hostelería de Sevilla puso de relieve tácticas sindicales y empresariales que se repetirían hasta nuestros días. El día 29 de marzo, la patronal rompe las negociaciones denunciando que los sindicatos promuevan continuos aplazamientos para que se llegue en pleno conflicto a la ya cercana Semana Santa, cuando pensaban que los empresarios se 'ablandarían' ante la fuerte afluencia turística de esas fechas. Al día siguiente los trabajadores confirman la sospecha: habría huelga en la Semana de Pasión. Setenta y dos horas de tensión más tarde se firma el convenio. No habrá huelga. Sí la hubo en Málaga, y bastante tumultuosa.
Elecciones municipales. En este marco de conflictividad los andaluces fueron llamados otra vez a las urnas. Habían pasado 48 años de aquel 12 de abril que determinó la caída de la Monarquía y la proclamación de la Segunda República. Aparentemente, los resultados de las elecciones municipales consolidaban la mayoría que la Unión de Centro Democrático acababa de lograr, un mes antes, en las generales. Los candidatos centristas ganaron en seis capitales de provincia, todas, excepto Málaga y Sevilla, donde fueron derrotados por los socialistas, pero iba a producirse un acontecimiento por entonces novedoso: los pactos de la izquierda. Dos días después de las elecciones, PSOE y PCE ya anunciaban que gobernarían juntos en aquellos ayuntamientos en los que, uniéndose, podían desbancar a UCD y sumar una mayoría absoluta de concejales. Docena y media de alcaldías de capitales españolas dependían de esta unión.
Los periódicos comenzaban a hablar de que, si el pacto cuajaba, el alcalde de Córdoba sería un desconocido profesor de EGB llamado Julio Anguita. En Andalucía, sin embargo, el pacto entre socialistas y comunistas era insuficiente para componer mayorías en Granada, Huelva y Sevilla. Hacía falta sumar también a los concejales del Partido Socialista de Andalucía. La negociación, que comenzó el Domingo de Resurrección en Sevilla, resultó larga y tensa y acabó en acuerdo a las tres y cuarto de la madrugada del 19 de abril. José Rodríguez de la Borbolla (PSOE), Fernando Soto (PCE) y Alejandro Rojas Marcos (PSA) suscribieron el documento que tenía la extraña virtud de no disimular el objetivo de los negociadores: sólo hablaba de reparto del poder. De programas no se decía nada en absoluto.
Excluidas Córdoba y Málaga, donde el pacto previsto PSOE-PCE era suficiente para asegurar las alcaldías a Julio Anguita y Pedro Aparicio, respectivamente, el acuerdo tripartito obligaba a los firmantes a votar alcalde socialista en Almería, Cádiz, Granada, Huelva y Jaén, y andalucista en Sevilla. Precisamente aquí estribó la dificultad de la negociación. Antes de sentarse a la mesa Rojas Marcos ya había advertido: "Luis Uruñuela tiene que ser alcalde de Sevilla". Ocurría que en la capital de Andalucía el partido más votado entre los firmantes había sido el PSOE (60.116), mientras que el PSA-PA consiguió 56.957 votos, aunque con el mismo número de concejales (ocho).
Obsesionado con gobernar en la capital y con que lo hiciera su amigo y cofundador del partido nacionalista Luis Uruñuela, en detrimento del candidato más votado de la izquierda, el socialista Antonio Rodríguez Almódovar, el líder del PSA pasó por encima de la lógica política y numérica y exigió la alcaldía de Sevilla como condición imprescindible para que hubiera pactos. No le saldría gratis su empecinamiento. Aceptó, a cambio, cederle al PSOE la Alcaldía de Granada, sacrificando al cabeza de lista andalucista, que le había ganado por más de mil votos, y provocando una crisis en la organización granadina que ha durado casi hasta hoy. También exigió, y logró, las delegaciones de Cultura de los seis ayuntamientos pactados.
Cosecha del 79. El caso es que el pacto tripartito permitió a la izquierda hacerse con el control de los principales ayuntamientos de Andalucía, una situación que, con formulaciones distintas, se prolongaría hasta 1995. Surgió, de paso, una generación de jóvenes alcaldes muy populares y que contribuyeron enormemente, por su honradez y entusiasmo, a la consolidación del sistema democrático. Ahí va la cosecha del 79: Almería, Santiago Martínez Cabrejas (abogado laboralista, 32 años); por Cádiz, Carlos Díaz (médico, 43 años); Córdoba, Julio Anguita (profesor de EGB, 35 años); Granada, Antonio Camacho (directivo de caja de ahorros, 48 años); Huelva, José A. Marín Rite (abogado laboralista, 37 años); Jaén, Emilio Arroyo (licenciado en Filosofía, 35 años); Málaga, Pedro Aparicio (médico, 35 años); y Sevilla, Luis Uruñuela (abogado, 42 años).
Junto a Pedro Pacheco, en Jerez, y Francisco Esteban, en Algeciras, integraron el primer equipo de gobierno de la izquierda en las ciudades andaluzas, completado por una pléyade de alcaldes de pueblo, tan inexpertos y honestos como ellos. Una auténtica bocanada de aire puro para unas instituciones depauperadas, grises y mortecinas. La constitución de los nuevos ayuntamientos no podía ser sino una fiesta, con asistencia masiva de gentes que desbordaron los salones de plenos, aplausos y abrazos, lágrimas de los más veteranos y los escaños llenos de pantalones vaqueros, barbas y otras enseñas del progresismo de la época cuatro de las ocho diputaciones, dirigidas por el PSOE, completaban el mapa electoral de nuestra tierra bajo el signo de la hegemonía de la izquierda. La euforia de la política había hecho pasar desapercibido un hecho grave que anunciaba una primavera dramática a causa del terrorismo: en la noche del 6 de abril dos individuos dispararon en Sevilla contra Francisco Beltrán, jefe de la Brigada de Información de la Policía y ex-miembro de la tristemente famosa Brigada Política-Social, un hombre bastante conocido y temido en los ambientes de la oposición democrática al franquismo. Beltrán, tiroteado a la puerta de su casa, resultó herido grave. Los GRAPO reivindicaron el atentado. Solo fue el primero de su ofensiva en Andalucía, y más precisamente, en Sevilla.
Veinte días después dos artefactos hacen explosión en sendas entidades francesas en Sevilla, el Consulado y la sede de la Societé Generale de Banque. Y mientras mujeres de policías nacionales se manifiestan para que no trasladen a sus maridos al País Vasco, el 9 de mayo, dos policías nacionales que patrullaban precisamente junto al Consulado de Francia, en la Plaza de Santa Cruz, fueron tiroteados por dos jóvenes bien parecidos y correctamente vestidos. Uno de los agentes, Juan Manuel Torres León, logró refugiarse en el tablao flamenco Los Gallos, donde un tercer pistolero le disparó con una metralleta, causándole la muerte e hiriendo a Carmelo Millán, guarda del establecimiento, que se abalanzó contra uno de los agresores.
A las cuarenta y ocho horas una bomba destruyó la sede, como queda dicho, la sede nacional del Partido Socialista de Andalucía, en la calle Sierpes, en Sevilla. El asesinato de Santa Cruz fue, finalmente, reivindicado por los GRAPO, concretamente el comando José López Rangel y Fausto Peña (nombre de dos militantes que murieron en los sevillanos Jardines de Murillo, durante el verano de 1977, al estallarles las bombas que transportaban), dentro de la campaña 'ciento por uno' decretada tras la muerte del dirigente Delgado de Codes en enfrentamiento con la Policía. El siguiente atentado consistió en el lanzamiento, desde un coche, de una bomba contra un cuartel de la Guardia Civil. No hubo heridos. Tampoco en dos atracos consecutivos a bancos, con un botín de cuatro millones de pesetas.
Mayo acabó bajo el signo del terrorismo. Mientras a nivel político Felipe González dimitía como secretario general del PSOE a causa del marxismo (¿Hay que ser socialistas ante que marxistas?) para volver con todo el poder meses después y Rafael Escuredo se disponía a sustituir al frente de la Junta de Andalucía a un decepcionado Plácido Fernández Viagas, la violencia no nos dejaba.
Cuatro militares eran asesinados en Madrid al tiempo que en Sevilla, por fin, era descubierto el comando de los GRAPO y detenido uno de sus miembros en un oscuro episodio, en el Polígono San Pablo, en el que murieron el inspector Damián Seco y un muchacho que estaba sentado en la puerta de su casa. Los demás integrantes del comando no tuvieron tanta suerte como su compañero detenido, ileso, en la capital andaluza. Intentaban huir en un taxi, la Guardia Civil les dio el alto en un cruce de carreteras entre Valencia y Teruel y se originó un tiroteo: dos terroristas muertos y dos detenidos. Pero los GRAPO siguieron presentes en nuestra tierra. Desde un coche en marcha dispararon contra un militante de Fuerza Nueva en Málaga, Pedro Luis Martínez, de 24 años, hiriéndole en el vientre. Salvó la vida. ETA político-militar también dejó su huella colocando bombas durante el mes de julio en Marbella, Torremolinos y Fuengirola, igualmente sin víctimas mortales, y dirigidas a dañar al sector turístico. Por su parte, extremistas de derechas protagonizaron diversos incidentes en Granada, Málaga, Jaén y Sevilla, ciudad ésta donde ensombrecieron el Homenaje a la Bandera en presencia de los Reyes de España. Los boicoteadores daban gritos de '¡Franco, Franco, Franco!?¡e insultaban a Suárez. Solamente callaron al sonar el himno nacional, que escucharon brazo en alto, al estilo fascista.
Ni la conflictividad social ni la violencia impidieron que el año 1979 fuese también aquel en que se gestó la reivindicación andaluza de autonomía plena. Fueron unos tiempos difíciles, cargados de sobresaltos y titubeos, tiras y aflojas, que se incubaron en primavera, en cuanto al marco político general y regional quedó fijado por los dos procesos electorales. Plácido Fernández Viagas, presidente de la Junta en esta etapa preautonómica, el hombre que había defendido con enorme dignidad una institución tan preñada de futuro como frágil y zancadilleada por todas partes, se dirigió por escrito a los dirigentes de los cuatro partidos anunciándoles que abandonaba el cargo. Los socialistas designaron pronto a su sucesor: el abogado de Estepa Rafael Escuredo. Un mes más tarde, Unión de Centro Democrático se organizaba territorialmente, eligiendo presidente a Manuel Clavero, y secretario general a Francisco de la Torre. Fue en Torremolinos.
Escuredo, Presidente. El 2 de junio se recompone la Junta. Escuredo fue elegido presidente con el apoyo del PSOE y PCE (dieciséis votos), frente al candidato de la UCD, Miguel Sánchez Montes de Oca (catorce votos), en tanto que el PSA se abstuvo y su representante, Miguel Angel Arredonda, que más tarde sería nombrado consejero de Medio Ambiente, criticó el reparto de poder entre socialistas y comunistas, siendo abucheado por un sector del público. Los otros componentes de este gobierno sin competencias se llamaban Antonio Ojeda (Interior), Pedro Valdecantos (Agricultura), Jaime Montaner (Obras Públicas), Fernando Arenas del Buey (Cultura), José Fernández Alemán (Economía y Hacienda), y Tomás García (Industria y Energía). Signo de los tiempos precursores, al final del acto empezó a sonar el himno de Andalucía sin que la mayoría de los asistentes le prestaran el menor interés. Sencillamente, no lo conocían.
En el ámbito deportivo de masas, el año es muy fructífero para Andalucía. Betis y Málaga consiguen volver a Primera División, el primero a costa del Granada, al que derrotó por 2-1 en el partido decisivo. Pero su alegría palidece, por más habitual, ante el entusiasmo que se desata en Almería cuando el equipo local gana al Castellón por 3-0, con goles de Jeromo, Rolón y Rojas, y sube también a la División de Honor. Treinta mil almerienses se echan a la calle para celebrar la hazaña de un club modesto, nacido ocho años atrás, en un ambiente de reivindicación de la propia provincia marginada y defensa del tesón de los humildes. Paco Ojeda tomó la alternativa en julio, y Espartaco en agosto, mientras que gente andaluza, concretamente el grupo Triana e Isabel Pantoja acaparaban los contratos artísticos más demandados del verano.
Después de los acuerdos municipales de Puerto Real y Los Corrales, ambos con alcalde del Partido de los Trabajadores de Andalucía, poniendo en marcha la iniciativa autonómica por la vía más directa y plena del artículo 151 de la Constitución, el reto estaba lanzado y la Junta preautonómica, reunida en Granada el 23 de junio, aprobó por unanimidad acudir a ese procedimiento. (Escuredo aprovechó la ocasión para declararse 'nacionalista andaluz en el sentido fuerte de la palabra'). Hacía falta que las tres cuartas partes de los municipios de cada provincia se pronunciasen en el mismo sentido y en un plazo máximo de seis meses. No había dudas de que alcaldes y concejales del PSOE, PCE y PSA secundarían sin demora la iniciativa, y a lograrlo se dedicó en cuerpo y alma el nuevo presidente Escuredo.
El problema estaba en UCD, cuyos alcaldes y concejales pedían instrucciones sobre el tema inútilmente. La dirección nacional negociaba sus estatutos de autonomía con vascos y catalanes, pero no tenía ninguna política sobre la autonomía andaluza, a pesar de la insistencia del ministro Manuel Clavero en que se reuniera el comité ejecutivo del partido a fin de pronunciarse sobre el proceso. Julio y agosto fueron meses febriles. El tránsito de un mes a otro fue descorazonador: apenas uno de cada tres municipios se había adherido a la iniciativa autonómica. Para dar un impulso definitivo, los ayuntamientos de las ocho capitales celebraron plenos extraordinarios el mismo día con una sola consigna: la autonomía del 151. Muchos andaluces no tenían ni idea de lo que eso significaba más allá de la idea de que era la fórmula para no ser menos que otras comunidades españolas. El día de los plenos los termómetros de Écija marcaban 44 grados.
El presidente Escuredo visitó todas las provincias para avivar los acuerdos municipales, mientras que Clavero, que se quedó sin vacaciones, peleó para allanar los obstáculos y resistencias de algunos dirigentes centristas, sobre todo en Granada y Almería. Hubo que vencer muchas susceptibilidades a flor de piel. Por ejemplo, los concejales de UCD y Coalición Democrática en Montefrío se manifestaron opuestos a la autonomía porque, durante su visita a la provincia granadina, el presidente Escuredo no se había acercado a la localidad. Los coches de la comitiva presidencial fueron multados por celosos agentes municipales en Nerva. Y todo el delicado trabajo de allanar el camino hacia la autonomía había que hacerlo sin contar con el respaldo de Madrid. Al contrario, sospechando una hostilidad hacia el autogobierno andaluz que, por desgracia, confirmarían los hechos posteriores. A todo esto, los precios subieron un 6,3% en cinco meses y las manifestaciones contra el paro se sucedían cada semana, así como las protestas de los obreros de Astilleros de Cádiz, pendientes de la primera reconversión del sector.
Dos hitos en el camino autonómico. El 2 de julio la Junta asumió las primeras competencias transferidas por el Gobierno central, los primeros poderes, todavía modestos, del autogobierno en turismo, transportes, agricultura y Administración Local. El 11 de agosto, en Casares (Málaga), su lugar de nacimiento, se tributó un homenaje al padre de la patria andaluza, Blas Infante, fusilado cuarenta y tres años antes, cuyo legado histórico fue asumido ese mismo día por la Junta en pleno. Asistieron dos mil personas. Escuredo dijo: "No soportaremos discriminaciones". Clavero clausuró el acto. Ambos depositaron ramos de laurel y olivo ante el monumento a Infante. Asimismo, hay que destacar la creación del Seminario Permanente del Habla Andaluza, concebido como un instrumento para combatir el complejo de inferioridad lingüística de los andaluces y defender sus peculiaridades fonéticas y léxicas. También a mediados de agosto la ponencia encargada de redactar el anteproyecto de Estatuto de Autonomía, formada por expertos de los cuatro partidos integrados en la Junta, dio por concluidos sus trabajos: 74 artículos en seis títulos, la forma jurídica de una aspiración todavía incipiente y ajena a las vicisitudes que le acechaban. Con la expresa reserva del PSA, partidario de la configuración como nacionalidad, Andalucía quedó definida como comunidad autónoma. Prudentemente, la decisión sobre la capitalidad política y las sedes del Parlamento y del Tribunal Superior de Justicia se pospuso a un pronunciamiento posterior del propio Parlamento.
Partidos, sindicatos y organizaciones diversas ser iban adaptando al Estado de las autonomías en ciernes, creándose estructuras regionales aun antes de que la autonomía política fuese una realidad. En julio lo hicieron los patrones. Se creó la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), de la que estuvo ausente la provincia de Cádiz y que nació como poco más que una suma de agrupaciones provinciales. Su primer presidente fue el malagueño Manuel Martín Almendro, y el vicepresidente, Juan Salas Tornero, de Sevilla, reclamó un plan de Estado para restituir a Andalucía lo que le había sido expoliado y calificó de anticonstitucional el proyecto de Estatuto de los Trabajadores. Nacía con ganas la CEA. Problemas sociales no faltaban, desde luego, y el mes de septiembre resultó especialmente conflictivo. El paro era agobiante y sehabía consagrado ya en el motivo reivindicativo central de las manifestaciones del Primero de Mayo, muy concurridas, y otras que se convocaron en junio en todas las capitales.
Pero el drama estaba sobre todo en el campo, sin que los fondos del empleo comunitario, siempre insuficientes y mal planificados, sirvieran para algo más que ir parcheando la situación. Los nuevos alcaldes empezaron a ponerse al frente de la lucha jornalera. El sector más radical, liderado por el Sindicato de Obreros del Campo, que se oponía a la introducción de maquinaria para la recolección agraria ("Si hay que quemar máquinas, las quemaremos", había dicho su dirigente Gonzalo Sánchez), convocó para el domingo 9 de septiembre una concentración en Santa Elena, en Despeñaperros, con corte de tráfico incluido, rápidamente prohibida por el Gobierno Civil. Cincuenta mil andaluces marcharon a la vendimia francesa. Hacinados y humillados, como cada año. Seis de ellos, granadinos, no volverían vivos: el autocar que los traía de regreso un mes más tarde volcó de madrugada a la salida de Madrid por exceso de velocidad. Cinco de los muertos tenían menos de veinte años.
El desempleo agrario andaluz llegó a ser considerado como un problema de Estado. A propuesta de la mayoritaria UCD, el Senado acordó por asentimiento solicitar al Gobierno medidas para resolver los problemas más urgentes de una región en estado semicomatoso. El propio ministro de Agricultura, Jaime Lamo de Espinosa, le dio un tirón de orejas público a los empresarios agrícolas, por su absentismo en unos casos, y por la expansión de los cultivos de cereal, tan parcos en necesidades de mano de obra, en otros. Encima, las tormentas causaron una auténtica catástrofe en las provincias de Granada, Almería y Málaga. Esta última también se vio afectada por un brote de cólera. El inicio del curso escolar puso de manifiesto las enormes carencias de la región en materia educativa. Los bomberos de Sevilla disponían de medios tan precarios que decidieron rifar un coche para allegar fondos con destino a su parque de vehículos. Los Reyes inauguraron el Observatorio Astronómico de Calar Alto.
Cumplido de sobra el requisito de los respaldos municipales, el proceso autonómico sigue avanzando sin que nadie sea consciente de los negros nubarrones que se estaban formando para reventarlo. La izquierda presionaba para que el Gobierno de la nación convocase el referéndum de ratificación de la iniciativa. Finalmente, Adolfo Suárez y Rafael Escuredo acordaron una fecha: el 1 de marzo de 1980. Cuando el pleno de la Junta se reúne, el 8 de octubre, en Almería, Manuel Clavero recibe una llamada urgente del portavoz centrista, Miguel Sánchez Montes de Oca, quien le hace caer en la cuenta de que el día pactado es sábado. Clavero consulta de nuevo con Suárez y se acepta retrasar la jornada para lograr una mayor participación. El referéndum será el domingo 28 de febrero, el 28-F que la Historia iba a consagrar como momento culminante de la lucha por la autonomía. El PSA se opone.
Andalucía por su autonomía. Nubarrones que tardarían sólo un mes en concentrarse. Mientras el salario mnimo se colocaba en 692 pesetas y Salvador Távora estrenaba Andalucía amarga, la Policía anunciaba una nueva desarticulación de los Grapo. Entre la treintena de detenidos estaba el gaditano José María Sánchez Casas, acusado de una docena de crímenes como máximo responsable de la organización terrorista. El 1 de noviembre el ministro encargado de las autonomías, Antonio Fontán, lanzó la bomba: "No estoy en condiciones de asegurar que el referéndum se celebrará el 28 de febrero". Por más que Suárez confirmase días después a Clavero que el plebiscito se mantenía en pie, aquello olía a marcha atrás en el partido gubernamental.
Finalmente el comité ejecutivo nacional de UCD, a propuesta de Landelino Lavilla, se replanteó la cuestión autonómica: salvo las llamadas nacionalidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia), las demás comunidades debían ir a la autonomía lenta y menos potente contemplada en el artículo 143 de la Constitución. Incluida la andaluza, lo que implicaba sabotear el referéndum del 28-F por un procedimiento insólito entre los gobiernos democráticos: pedir la abstención para que la iniciativa decayera por falta de los apoyos exigidos por la ley. Manuel Clavero, que no había logrado despachar con Suárez desde septiembre, se quedó sólo, sin lograr entender por qué no se había tomado esa decisión antes y se le había conducido a él a dejarse la piel por la geografía andaluza intentando convencer a alcaldes y concejales centristas para que respaldasen un proceso que ahora se echaba por tierra desde la dirección del partido.
De regreso al Ministerio de Cultura, ya de noche, Clavero tuvo la desgracia de quedarse encerrado en el ascensor durante más de cuatro horas, como una metáfora de la situación de aislamiento en la que se encontraba dentro de su partido. Dos días después, en el comité regional celebrado otra vez en Torremolinos, tuvo que oír fuertes críticas y, si bien salió reelegido presidente, hubo 35 votos a favor y 18 en blanco. Ni siquiera obtuvo de sus compañeros el compromiso de sumarse a las manifestaciones autonomistas convocadas por la Junta de Andalucía para el día 2 de diciembre. Cada ejecutiva provincial debería decidir. De hecho, las direcciones de Córdoba, Granada y Jaén acordaron no participar.
'Andalucía, por su autonomía', ese fue el lema unitario escogido. Escuredo se dirigió a los andaluces por televisión. Los trenes y autobuses se pusieron a mitad de precio. Jugadores del Betis y el Málaga saltaron al campo portando conjuntamente la bandera verde, blanca y verde. Se organizaron manifestaciones en las ocho capitales, cabeceras de comarca, Parla (Madrid) y Barcelona. Pero el primer domingo de diciembre no iba a ser únicamente reivindicativo y festivo. La organización ultraderechista Fuerza Nueva (FN) aprovechó la conmemoración de las muertes de Franco y José Antonio para advertir de que reventaría el acto de Sevilla si no estaba presidido por la bandera de España. Sus camaradas de Córdoba también avisaban: la manifestación es separatista. De las amenazas pasaron a la acción precisamente en las dos provincias citadas. La manifestación sevillana partió de la Puerta de Jerez, presidida por la bandera andaluza propiedad de Blas Infante. Un grupo de exaltados intentó sin éxito que fuese retirada la bandera española que portaba el ucedista Fernando Lanzas, que hubo de ser protegido por el servicio de orden puesto por los partidos convocantes. Al pasar los manifestantes por la sede de FN, en la todavía llamada Avenida de José Antonio, un grupo comenzó a gritar '¡Vosotros, fascistas, sois los terroristas!' a los ultras que, liderados por el abogado José María del Nido, permanecían en el balcón de la sede esperando a aplaudir las rojigualda. Los increpantes fueron acallados, megáfono en mano, por el ugetista Julián Chía.Parecía que ahí quedaría todo, pero al término de la marcha arreció el intercambio de gritos e insultos entre grupos de manifestantes y los apostados en la balconada, y pronto las palabras fueron acompañadas de alguna forma de violencia. Varios objetos contundentes cayeron a la calle y de ella subieron naranjas y piedras. Los más próximos a la sede creyeron oír el ruido de disparos al aire procedentes de ella. Doce autobuses de la Policía hicieron acto de presencia y los agentes cargaron contra los manifestantes con botes de humo y balas de goma. Hubo heridos y destrozos en comercios. La sede de FN fue posteriormente clausurada por el Gobierno Civil. Precisamente Del Nido sería condenado días más tarde por una anterior agresión ultra en la feria de 1978.
Los incidentes fueron más graves en Córdoba. Los reventadores habían madrugado: las banderas andaluzas colocadas en el Paseo de la Victoria amanecieron pintarrajeadas. Cuando los manifestantes ocupaban ya la Plaza de las Tendillas y se disponían a cantar el himno andaluz, un grupo de contramanifestantes apareció por la calle Gondomar, donde se ubicaba la sede de FN, llevando dos banderas españolas preconstitucionales, con el yugo y las flechas falangistas, lo que provocó enfrentamientos inmediatos, en los que salieron a relucir cadenas, porras y navajas. Se oyeron disparos de postas. Su autor, Miguel Quintana, de FN, fue detenido. Cuatro militantes del PCE fueron detenidos y 9 de FN ingresaron en prisión por orden del juez. La sede del partido ultra también sería cerrada.
El otoño se llevo también por delante, políticamente, al primer alcalde democrático de Granada, el socialista Antonio Camacho, medio año después de haber sido elegido gracias al pacto de la izquierda. La culpa la tuvo el híper. A primeros de octubre el pleno municipal aprobó la demolición de un hipermercado construido sin licencia por una cooperativa de comerciantes y ordenó que fuese derribado. Un caso urbanística escandaloso que dividió a la sociedad granadina. Camacho, enfermo y estresado por las tensiones del momento y acuciado por su partido a firmar la orden para derribar el establecimiento, prefirió dimitir como alcalde y cesar incluso como concejal.
El asunto se complicó por la insospechada actitud del PSA, para el que el pacto de abril obligaba a los firmantes sólo en su momento y no tenía por qué seguir aplicándose automáticamente en Granada, donde la alcaldía debería corresponder ahora al andalucismo, por haber sido la lista más votada de la izquierda. "El pueblo de Granada quiere una alcalde del PSA", sentenció Rojas Marcos, mientras el hipermercado abría sus puertas y era visitado por veinticinco mil granadinos en dos días. Más tarde, el PSA aceptó que la Alcaldía correspondía al PSOE, pero aún intentó que el primer edil no fuese el designado por los socialistas, Antonio Jara, sino el que figurabaen la candidatura inmediatamente después del dimisionario. Entre unas cosa y otras, el Ayuntamiento vivió instalado en la provisionalidad hasta el 15 de noviembre.
Las fuerzas políticas y sociales andaluzas seguían adaptándose, con más o menos convicción, a la nueva estructura del Estado que se iba configurando. Comisiones Obreras de Andalucía celebró congreso extraordinario y constituyente en Granada, acordando sus delegados respaldar el proceso de construcción nacional de Andalucía. El sevillano Eduardo Saborido, uno de los dirigentes sindicales condenado en el Proceso 1001, fue reelegido secretario general. El término nacionalidad aplicado a la comunidad andaluza fue rechazado, en cambio, en el congreso también constituyente del Partido Comunista de Andalucía, celebrado en Torremolinos, que reeligió como máximo líder a Fernando Soto, otro de los represaliados del 1001. La 'nacionalidad' quedó en 'comunidad diferenciad'?. El PSOE regional apuesta también por la continuidad, con José Rodríguez de la Borbolla en la secretaría general y Rafael Escuredo en minoría y sin fuerza orgánica para imponer sus tesis nacionalistas dentro de su partido.
De este modo, en puertas de un referéndum que cambiaría la historia y el mapa político de España, con un paro que llegaba al 25% del total nacional y la firma de un acuerdo pesquero con Marruecos, se despidió 1979, el año en que la libertad penetró también en los ayuntamientos andaluces, cuarenta años después de la guerra incivil. Un buen año.
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