El mesto de las rosas
Decimosexto volumen de la colección Arca del Ateneo. (Córdoba, 1998; 76 páginas, ISBN 84-88175-15-9). Corresponde al XIII Premio de Poesía Juan Bernier.
- Autor: Prudencio Salces.
- Portada e ilustración interior: R. Benítez.
El jurado de este premio, presidido por Antonio Perea Torres y compuesto por los poetas Manuel de César, Francisco Carrasco, Fernando Serrano y Antonio Varo Baena, actuando de secretario el titular del Ateneo de Córdoba José Navas Luque, ha destacado "la unidad del libro, la fluidez de sus versos y la maestría del poeta para adentrarse en un mundo singular de tierra y de memoria".
MESTO : árbol híbrido de alcornoque y encina.
En las cercanías de Montalbán de Córdoba, entre unos viejos olivares, cuyos terrenos son llamados por los vecinos el pago de Las Rosas, hubo un mesto solo que vivía ya más de ochocientos años. Su porte era admirable, pero su tronco, abierto por la edad, fue nicho de la insensatez para hacer fogatas, lo que le provocó un estado alarmante de salud. Pese a los esfuerzos voluntarios de algunos jóvenes por recuperarlo, pasado el tiempo su tronco sufrió una quebracía que dio con toda su copa en tierra; esto ocurrió una hora de un día de mitad del verano de 1995.
Este poemario, además de un recorrido "biográfico" por la memoria del autor, pretende ser la evocación vindicadora de aquel árbol.
HOMBRE PARECIDO A UN ÁRBOL. Un hombre solitario/ que es siempre una sospecha en entredicho/ se parece a esos árboles sin bosque/ sin amigos, que vemos allá lejos/ olvidado en un cerro/ o en la desolación de la llanura./ Son árboles extraños/ nacidos sin tal vez/ de una semilla errante/ o plantados adrede con amor/ o bien que despreciados por el hacha/ crecieron como huellas insumisas.
Un hombre solitario/que es siempre una sospecha en las tabernas/ se parece a esos árboles que alteran/ la esquila del paisaje/ y es mirado al trasluz, en entredicho./ Se bebe el vino a tragos/ de olvidos y recuerdos./ Si habla es con voz etérea/ u oculta las pasiones de la brisa/ y en las horas más duras/ busca la soledad del otro cuerpo/ con ese mismo afán de un árbol solo.
Y así era el mesto aquel/ árbol extraño/ cuya hibridez descomponía/ la suavidad del olivar tan obediente/ y estando, voz del tiempo, solitario/ allá sobre la campiña/ siendo su lugar la sierra/ con tal orgullo mostraba su pasado/ que consiguió un nombre propio entre las gentes./ ¿Cuántos hombres no sueñan ser así/ como ese árbol?.
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