Historia de la Alfarería y Cerámica de La Rambla
Numerosos indicios apuntan a que la alfarería rambleña cuenta con una larga y dilatada historia, pero por desgracia existen numerosas lagunas y puntos oscuros en ese devenir. Todo hace indicar que la génesis, entre comillas, puede estar en el hallazgo de vasos campaniformes hecho en la localidad (asentamiento datado de la edad de Bronce), si bien aun está por confirmar si realmente estas piezas halladas son producciones locales o por el contrario se trata de elementos foráneos traídos de otras tierras.
Lo cierto y verdad es que al margen de estas breves y oscuras notas sobre los posibles orígenes prehistóricos de la alfarería rambleña, todo apunta a que la consolidación de este oficio en la localidad se da en tiempos de dominación árabe. De lo que no cabe duda es de que su desarrollo y consolidación definitivas se dan tras la reconquista. La fecha más emblemática de la historia de la alfarería rambleña es la de 1.460, año del que data la primera referencia escrita sobre este oficio hallada hasta la fecha. En ésta se menciona a "Miguel Ruiz..., cantarero". A partir de esta fecha y a lo largo de toda la era moderna, las alusiones al oficio, más o menos espaciadas, no faltan. En el siglo XVI se constata que en la localidad de La Rambla existe una calle llamada de los "Cantareros".
También en el siglo XVI se confirma en los libros sacramentales de la Parroquia, que unos de los oficios mencionados es el de "Alfarero". Los datos concretos sobre el oficio y su implantación no aparecen hasta el siglo XVIII, cuando en una descripción de La Rambla de 27 de abril de 1.772 se dice que "hay 15 maestros de alfarero y cantarero con sus hornos y ruedas corrientes; seis oficiales y dos aprendices...". En 1.849, en un diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico se nos dice: "Pero en lo que hay una industria casi exclusiva es en las doce fábricas de alfarería que se cuentan en la actualidad destinadas todas a la construcción de vasijas y alcazarras para beber agua...". A principios del actual siglo, se estima que en la localidad existen en torno a 15 alfares, donde se fabrican una muy variada gama de artículos, casi todos ellos relacionados con la contención del agua, de entre los que destaca de forma muy especial el botijo. Estos productos de los alfares, característicos por su blancura, y por su arcilla porosa con una asombrosa capacidad de refrescar el líquido contenido, es lo que se considera el producto típicamente rambleño (el botijo de verano, los cuencos, botijas, la jarra de cuatro picos, botellas.....). Será en este siglo cuando se produzcan el mayor número de acontecimientos que a la postre estructurarán al sector tal y como lo conocemos hoy.
En 1.930 se introduce el vidriado, pero éste no se impondrá hasta mucho después. A partir de la década de los 60, y con mayor profusión en los 70 y 80, poco a poco la cerámica vidriada y decorada desplaza de las fábricas el producto tradicional rambleño. Muestra de este desarrollo es la evolución del número de fábricas en estos años: en 1.976 existen en La Rambla 28 fabricas, en 1.988 se cuentan 56, en 1.992, 75, y en 1.999, superan el centenar las fábricas existentes. Esta espectacular eclosión del sector, que parece no tener fin, es la consecuencia de un conjunto de factores, como la llamada revolución industrial de la alfarería que trae consigo la tecnificación del oficio (aun sin relegar su carácter artesano), los cambios sociales, la evolución del nivel económico de la sociedad que posibilita la aparición de nuevas demandas referidas a artículos ornamentales, y sobretodo la capacidad de adaptación del artesano rambleño.
Este vertiginoso desarrollo del sector ha provocado que la cerámica rambleña sea hoy día lo más variada y rica que uno pueda imaginar: desde lo que hemos denominado alfarería tradicional de La Rambla, hasta todos los accesorios de jardinería imaginables, pasando por menaje de cocina, útiles de cuarto de baño, complementos para la construcción, azulejos decorados, elementos para iluminación, productos con reminiscencias árabes, califales o andalusíes, calados marroquíes, nuevos estilos vanguardistas y de diseño... Un sinfín de artículos, con una asombrosa variedad de estilos en las decoraciones, que en definitiva componen el mosaico de colores y formas que es hoy en día la cerámica rambleña, y que sin duda consolida a esta localidad como uno de los referentes obligados en lo que concierne a producción de cerámica en Andalucía y España.
Enrique Seco de Herrera
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