La agonía
La agonía
Después de una larga y tormentosa agonía, muere Franco y los partidos de izquierdas, sindicatos y organizaciones democráticas salen de las catacumbas. La amnistía política abre las cárceles y surgen como hongos nuevas y variopintas organizaciones políticas junto a los partidos y sindicatos tradicionales aún en la clandestinidad. Carlos Cano recorre los pueblos andaluces con una canción que es himno y es bandera, rescatada de la memoria de Blas Infante: 'Andaluces, levantaos, pedid tierra y libertad' La 'blanquiverde' empieza a ser el símbolo de un pueblo.
Noté que se apoyaba en un coche con la mano temblorosa y la mirada cansada. No había nacido para mártir, sino para jornalero o peón de la construcción, lo que constituía un martirologio, aún más grave que predicar en tierra de infieles y vérselas con jalifas y mandarines. Y sin embargo su carrera evolucionó hacia un sacrificio peor, que conllevaría malos tratos, multas y entradas y salidas de la cárcel. Me quedé observando, a cierta distancia, a aquel hombre de edad madura hasta comprobar que se trataba efectivamente de Paco Portillo. Su carrera volvía a ser como siempre, la de un asalariado en las escalas inferiores del mercado, de guardacoches del parking del Palacio de Exposiciones y Congresos de Granada. 'Aquí me tienes', me dice con una mueca de sonrisa nerviosa. Me recordó después nuestro primer encuentro. Fue antes de este año de la agonía interminable cuando entró en mi casa fingiendo ser vendedor de libros, su coartada, para sincerarse después y aclarar que era el secretario general del Partido Comunista de España en Granada, que le habían seguido hasta allí los de la brigada social, que lo sentía mucho pero que quería contactar conmigo como redactor de Ideal, para que el periódico de la Editorial Católica tuviera en cuenta la voz de los comunistas. Entonces me recordó la necesidad de salir de las catacumbas en aquella Granada de puño férreo, tristemente famosa por la espiral de represión que seguía practicando el franquismo a través de los herederos de los que habían cometido el asesinato de García Lorca en el verano de 1936 y de aquellos otros que ordenaron disparar contra los obreros que en el verano de 1970 pedían un aumento salarial. Cayeron tres albañiles muertos. Otra vez, recordando a Antonio Machado, el crimen fue en Granada.
Largo túnel. Nos encontramos ya recorriendo ese largo túnel del año de la agonía. Hay una España vestida de azul, condecorada y con patentes de corso; de quiebras fraudulentas como Sofico, en la Costa del Sol y Matesa, nacional católica, de Franco y de monseñor José María Escrivá de Balaguer, de José Antonio Girón de Velasco, el León de Fuengirola y de Carlos Arias Navarro; otra España sueña con ver la luz y recuperar el tiempo perdido. Santiago Carrillo, desde Francia, al frente de la Junta Democrática y Felipe González, el joven líder socialista, que ha trasladado su residencia de Sevilla, desde primeros de año, a un pisito de Madrid, donde despliega la tarea no sólo de organizar a viejos y nuevos socialistas, sino de participar en la creación de la Plataforma de Convergencia Democrática. La oposición tiene de su parte a la otra Iglesia que le abre los templos y cuenta en sus filas a miles de políticos, estudiantes, profesionales, sindicalistas, militares rebeldes, que están multados o en las cárceles. Como los que figuran en el sumario del "1.001": Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius y sus compañeros sevillanos en Carabanchel, Francisco Acosta, Fernando Soto y Eduardo Saborido. Abogados laboralistas que no dan abasto, ilustres letrados que se arriesgan a defender a los empapelados por el régimen y que, además, se sienten obligados, como Adolfo Cuéllar, a declarar sobre su condición política: "Si por político se entiende tener ambiciones políticas, no soy político, en absoluto. Ahora bien: quiero ser un ciudadano y poder ejercer todos los derechos que como tal me corresponden. Pero ni tengo ambiciones políticas ni me creo con aptitudes para ser concejal de un pequeño pueblo. En tiempos, estuve adscrito a un pequeño grupo político constituido, de hecho, por Manuel Jiménez Fernández, cuyo ideario podría ser de izquierda demócrata cristiana. Yo soy católico y procedo de Acción Católica, en la que tuve un curioso incidente a cuenta del baile, cuando fue prohibido por el cardenal Segura. Lo cierto es que yo, que no sabía bailar, me pasé un mal rato por defender el baile".
¡Qué tremendo el cardenal Segura! Franco y él no cabían en el mismo palio, los dos eran poder, los dos Iglesias Católica Apostólica Romana; pero el cardenal los ponía encima de la mesa para enseñarle al dictador que para mando el de su Iglesia. Sin embargo, cuando el arzobispo cardenal muere en 1957, Franco, con la excusa de honrarlo, colocó al prelado bajo jurisdicción militar al decretar para sus honras fúnebres honores de capitán general con mando en plaza. Franco teme a estos curas que llegan a cardenales y se les declaran en rebeldía. Teme a monseñor Añoveros que es un látigo contra el régimen. La publicación de su homilía, El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos, le cuesta al director de El Correo de Andalucía, Federico Villagrán, la petición del fiscal de seis meses y un día de arresto. No perderemos de vista a este periodista gaditano metido activamente en el túnel de la agonía. Pero ya no son sólo los obreros y los intelectuales, a los que los comunistas unen como las fuerzas del trabajo y la cultura. Los estudiantes que se encierran en las aulas, con graves conflictos en las de Sevilla tomadas en el mes de febrero por dos mil estudiantes; seguirían manifestaciones con incidentes, cierre de la Universidad y dolores de cabeza para su rector, Manuel Clavero Arévalo, al que el destino le reservaría una brillante carrera política.
La oposición logra abrir dos brechas importantes: la primera con el éxito de la Unión Militar Democrática (UMD), que se extiende por los cuarteles con la llamada rebelión de los capitanes; y la segunda, la huelga convocada por los actores. Nada menos que la farándula, que para sorpresa del dictador también parece decantarse del otro lado de la frontera, como esos demonios comunistas y masones que agravan sus dolores flebíticos y cuestionan los poderes mágicos del brazo incorrupto de Santa Teresa que guarda en la alcoba para que lo preserve del maligno. El 9 de febrero son detenidos los actores Tina Sainz, Rocío Dúrcal, Enriqueta Carballeira, José Carlos Plaza, Daniel Dicenta, Pedro Mari Sánchez... Algunos de ellos sufren pena de cárcel. La rebelión se le desmadra al régimen porque además del número importante de seguidores -entre otros, Juan Diego, Con cha Velasco, José María Rodero, Irene Gutiérrez Caba-, es también Lola Flores la que se pone en jarras para decir que cómo va a ser roja y militante del FRAP su comadre Rocío Dúrcal, y reaccionan también otros pesos pesados de la escena de la talla de Manolo Escobar y Sara Montiel.
Los periódicos del régimen se emplearán desde entonces a combatir a estos artistas, dedicando especial atención a Sara Montiel por haber declarado, lagarto, lagarto, a Francisco Umbral en Blanco y Negro: "Mi familia es una familia de obreros del campo, de gañanes. Está llena de socialistas y republicanos. Unos estuvieron en la cárcel. Alguno tardó mucho en salir (...) También tengo parientes exiliados en Francia. Yo soy una artista popular, trabajo para el pueblo, el pueblo es mi gente. (...) Me gustaría para España socialismo democrático con justicia y libertad". Le pregunta además, "Sara ¿eres católica? Contesta en la España de Franco 'bajopalio': ?No".
Franco quiere "amarrar" la libertad con una supuesta apertura política en la que sólo caen en el anzuelo el incauto Manuel Cantarero del Castillo, de Guadix (Granada), que funda Reforma Social Española, y un tal Maysonave que se presenta con una insólita Acción Política Proverista. Ni don Manuel Fraga Iribarne, que había sido ministro de Información y Turismo, que goza ahora de un privilegiado distanciamiento en la Embajada de Londres, aunque sólo en lo geográfico, que, en lo demás, hasta en los tirantes se le nota. Aunque el Gobierno entra en crisis con la salida de Licinio de la Fuente, el enfermo se recupera a golpe de zarpazos. Sin embargo, Portugal que vive el apasionado e intenso cambio es como una tea de esperanza encendida en el portal vecino con su revolución de los claveles, con su rebelión militar que acaba con la dictadura e implanta el poder de la democracia. Portugal es un peligro para la España de Franco.
El 25 de marzo, El Correo de Andalucía aparece con una noticia a cinco columnas: "Destino, ¿Portugal?" "7.000 hombres desembarcaron en Rota"Cádiz, 24. (De nuestro corresponsal, A. Sánchez). Según fuentes dignas de todo crédito, durante el último fin de semana han desembarcado en la base española de Rota, arrendada a los Estados Unidos, unos siete mil hombres, en edad militar, sudamericanos, al parecer. La operación se ha desarrollado, siempre según las citadas fuentes informativas, durante las últimas madrugadas, a bordo de unidades de la Armada norteamericana. A la hora de redactar estas líneas se desconoce en absoluto el paradero de estas fuerzas. Las mismas fuentes, dignas de todo crédito, como ya se ha dicho, manifiestan que este imprevisto movimiento de tan importante contingente de tropas puede estar relacionado con la inquietud que padece el Pentágono sobre la inestabilidad y el futuro político de Portugal. Como ya es sabido, el país vecino está integrado en la OTAN, y los Estados Unidos poseen la base de las Azores, vital para el transporte aéreo militar hacia el Oriente Medio. En la actual contextura y reparto de competencias del mundo, no es imaginable, siquiera desde una óptica de Washington, la existencia de un país no alineado, o incluso de tendencias prosoviéticas en el occidente europeo. Al día siguiente, una nota de las de inserción obligatoria, ocupaba toda la primera página del rotativo de propiedad eclesiástica: "No ha habido desembarco en Rota".
Y el día 1, aparece el siguiente titular en el periódico de la Iglesia: "Nuestro director a la cárcel". "Don Federico Villagrán fue detenido por mandato del Tribunal de Orden Público". La noticia, efectivamente, no estaba contrastada. Una fuente interesada había dado el macutazo. El régimen no se anda con chiquitas. La policía se presenta en las instalaciones del periódico y allí ante el cuadro gigantesco del fundador del periódico, monseñor Marcelo Spínola, se lleva a Federico Villagrán a comisaría y después a la cárcel. "Nuestro director ingresó en prisión", informa el periódico. En la cabecera luce ya el nombre del director en funciones: José María Requena, que visita a su director en la cárcel, como hacen también el cardenal Bueno Monreal; el presidente de la empresa editora, Juan Barrero Hortal; el presidente de la Asociación de la Prensa, Celestino Fernández Ortiz; mientras José María Ruiz Gallardón prepara en Madrid la defensa de Federico Villagrán, que había sido mi director años antes en el rotativo malagueño Sol de España.
En la prensa que el régimen no controla directamente, el caso Villagrán es un inadmisible abuso de autoridad y, desde luego, se produce en la subdesarrollada y marginada Andalucía, donde alzar la voz siempre se paga a doble precio. Revistas como Triunfo, Cambio 16 y otras publicaciones critican muy duramente la detención de Federico Villagrán. El periódico Informaciones se hace eco de la gravedad del caso: "...ya anunciábamos nuestro temor de que los directores de periódicos podían acabar en prisión. Ya tenemos a uno, y, al margen de la veracidad o error de las informaciones por él autorizadas, el caso cierto es que el director de un diario está preso por intentar dar a conocer a sus lectores lo que él y su redacción estimaban como verdad".
Federico sufre y piensa en todo momento que ha cumplido con su obligación, aunque se dejara llevar en este caso, como sostiene su abogado, de un exceso de celo profesional. El día ocho, el periódico anuncia ya a sus lectores: "Nuestro director en libertad". "Emocionantes momentos al salir de la cárcel provincial". "Nuestro director ha recuperado su libertad y nuestro periódico comparte hoy con sus lectores la serena alegría que nos brinda tamaña recuperación". El periodista recupera la libertad; pero se queda en la otra calle; es decir, pierde la dirección. Su empresa editora es tan expeditiva como el Tribunal de Orden Público (el terrorífico TOP).
Después de las habituales normas de cortesía solidaria, al periodista se le deja a la intemperie, con indemnización, pero despojado de su categoría de director, con lo que tiene que sufrir una doble humillación. No valen los servicios prestados a ese rotativo histórico que se ha destacado en los últimos años por su enfrentamiento a la dictadura; por haber dado cancha a los sindicatos a través de la página de Eduardo Chinarro; que ha descubierto que Isidoro es Felipe González en una entrevista histórica hecha por Juan Holgado Mejías; que ha puesto su página de opinión al servicio de los demócratas, que llegarán a publicar 'Un año en la Tercera Página', con las firmas de Isidoro Moreno, Tomás Iglesias, José L. López, Manuel Ramón Alarcón y José Rodríguez de la Borbolla, con prólogo de su director. Crecido en experiencia y rebeldía, Villagrán no se resistirá a ser la víctima de un régimen y de una empresa, y se lanza desde este año de la larga agonía a construir su futuro de periodista en libertad, con la fundación, años después, de la revista Torneo, como corresponsal en Cuba de la Agencia EFE, que lo conduciría finalmente a su delegación gaditana, donde el intrépido periodista dedicará su mirada a descansar en las aguas de la bahía.
Para la prensa es un año de afinidades o de choques. El Tribunal de Orden Púbico (TOP) del magistrado Rafael Gómez Chaparro hace estragos. Unos periodistas acaban en la cárcel, otros son multados; otros, como en el caso del sudamericano Joaquín Mejías, casado con una granadina, 'cacicones' de Granada no les gusta la línea informativa de la revista Granada Semanal. Tres policías van a su casa, lo detienen y sin más explicaciones lo sueltan en la frontera francesa. Dos veces había sido ya secuestrada la revista por publicar una entrevista con Luis Rosales, en la que hablaba de Federico García Lorca, y otra por difundir una entrevista a un objetor de conciencia. Cuando el TOP no actúa, los guerrilleros de Cristo Rey se toman la justicia por su mano, propinando una paliza de muerte en Madrid al periodista almeriense José Antonio Martínez Soler, director de la revista Doblón, que había osado publicar un reportaje sobre el Ejército. Para los fieles servidores de la cruz y la espada ni derecho de réplica, ni gaitas, arropados desde arriba, presumen de tatuaje en la piel y exhiben cadenas y pistolas como santo y seña de los nuevos chulos del régimen. Los aires de libertad en la prensa se consiguen con cuentagotas y en algunas ocasiones ni tan siquiera eso. Es cerrado por quince días el periódico malagueño Sol de España, por una información sobre José Antonio Girón de Velasco, metido, al parecer, en una oscura operación para hacerse con el poder antes de que Franco muera. Nicolás de Laurentis, Rafael de Loma y Juan de Dios Mellado, el equipo directivo, tuvieron que sufrir las amenazas del búnker malagueño. La revista Cambio 16, de la mano de Juan Tomás Salas, José Oneto, Román Orozco, Miguel Angel Aguilar, Federico Ysart,. José Manuel Arija, Carmen Rico Godoy, Maruja Torres y en Andalucía, Juan de Dios Mellado y Antonio Guerra, convierten a la publicación en clave para entender el cambio que estaba a las puertas. Sería precisamente Román Orozco el que daría la exclusiva mundial de los fusilamientos de tres miembros del Frente Revolucionario de Acción Popular (FRAP) y dos de ETA el 27 de septiembre, condenados por el asesinato de miembros de las fuerzas de orden público.
La revista Triunfo, dirigida por José Ángel Ezcurra, es otro de los baluartes frente al franquismo. Publica semanalmente una amplia sección sobre multas, cárceles, sanciones y acciones varias del TOP. Varias veces sancionada, es el estandarte de la oposición contra el régimen con las firmas de Eduardo Haro Teglen, Vázquez Montalbán, los andaluces Víctor Márquez Reviriego, Antonio Burgos... Y el psiquiatra y analista político cordobés, José Aumente, que publica el artículo "¿Estamos preparados para el cambio?" (Triunfo: num.656, 26 de abril). El régimen se dispone a darle una lección justiciera a la publicación hostil: secuestro de ese número y sumario abierto para depurar responsabilidades, que se saldarían con la máxima sanción de cuatro meses de suspensión de la publicación y dos severas multas, a José Aumente como autor y a Ezcurra como director. Pepe Aumente, que comenzaba ya a liderar ideológicamente el nuevo andalucismo, parte de los movimientos cristianos y es el análisis de la realidad social de Andalucía el que le lleva a encaminar sus pasos en una dirección comprometida. Así lo sería hasta su muerte en Córdoba (6 de noviembre de 1996), hombre con una profunda fe en su tierra, le oí decir poco antes de su último adiós: "Hoy, lo reconozco así, he llegado a una situación en la que la perplejidad y el desconcierto predominan en muchos de mis planteamientos ideológicos y sólo queda la fidelidad a mi tierra -Andalucía, Córdoba- y la fidelidad también a un impulso que la haga revitalizarse". Aumente se convierte en un referente nacional, como Carlos Castilla del Pino y Antonio Gala desde esta Córdoba califal, que se dispone a dar la última batalla al franquismo desde la plataforma del Círculo Juan XXIII, con el abogado y defensor de los derechos humanos, Joaquín Martínez Bjorman -sería más tarde candidato a la Alcaldía, senador socialista, falleció el 10 de agosto de 2000-, el abogado Rafael Sarazá, Balbino Povedano, Rafael Vallejo, Jaime Loring, Paco Martín, liberales como Carmelo Casaño, en línea directa ya con Joaquín Garrigues Walker y Soledad Becerril. Se prepara ya el desembarco del vivero de profesores comunistas de Montilla, donde Julio Anguita experimenta, como Pablo de Tarso, una conversión radical y sincera, de judeocristiano a marxista leninista. Cordobeses que van y que vienen en este trasvase histórico que aupará a unos al poder y a otros al reino de las sombras, como a estos dos ministros de Franco, el educado Rafael Cabello de Alba y José Solís Ruiz, la sonrisa del régimen, que, por cierto, fue Fernando Suárez, también ministro franquista el que le puso este nombre de anuncio de profidén al hijo predilecto de Cabra.
Reino de la penumbras. Pero todavía estamos en el reino de las penumbras, donde quieren mantener al profesor don Alfonso de Cossío y del Corral, catedrático de Derecho Civil, al que le retiran el pasaporte para que no acuda a Estrasburgo. Víctima de la intransigencia, el exdecano del Colegio de Abogados recibe un homenaje de sus compañeros en Sevilla. "Si a don Alfonso de Cossío le quitan el pasaporte se decía la gente que en Sevilla está en el ajo del cambio democrático,¿a quién se lo van a dejar?", escribe Antonio Burgos en Triunfo, que reproduce la reacción del eminente letrado: ?Todo lo que soy, todo lo que siento, nace de mi condición de abogado, de mi condición de defensor de la verdad, porque ésta profesión se basa en la verdad, admite el diálogo y la crítica, nosotros nos decimos las cosas más duras y luego nos damos un abrazo y nos vamos a tomar juntos un café. ¡Qué gran lección ésta para los españoles!?. El despacho de Alfonso de Cossío era, sobre todo para los jóvenes inquietos que deseaban la democracia, un punto de encuentro y referencia. También a don Ramón Carande, catedrático de Hacienda, de 88 años, se le veta para ser doctor honoris causa por la Universidad de Madrid; y como respuesta, los estudiantes de Sevilla le organizan un acto de desagravio. A unos les quitan el pasaporte, a otros los confinan, como a Alejandro Rojas Marcos, que lo destierran a Écija, desde donde tiene más tiempo para preparar, junto con Luis Uruñuela, Diego de los Santos en Sevilla, José Aumente en Córdoba y Miguel Ángel Arredonda en Málaga, la salida de las cavernas andalucistas en las que han logrado sobrevivir los históricos Juan Álvarez Ossorio, Emilio Lemos y José Rodríguez Escobar. Rojas Marcos empieza ya a ser el apóstol del andalucismo, reuniendo a su alrededor a una serie de jóvenes profesionales que maduran su entrada en la política, desde un socialismo autogestionario, impregnado del toque andaluz. Joaquín Garrigues Walker reúne a la derecha semiclandestina en ?Los melonares?, una dehesa de la sierra norte de Sevilla, a notables hombres de las finanzas andaluzas (Miguel Domecq Solís, Fernando Portillo Scharfausen, José Luis Fernández-Castillejo....), a los que advierte: ?Cuando Marcelino Camacho salga de Carabanchel colocará a esos en su sitio, entonces la izquierda será verdaderamente la izquierda, y la derecha, si quiere sobrevivir, tendrá que reconocerse como tal... La derecha no puede bajar a las catacumbas de la clandestinidad y disputar en ese campo su influencia a la izquierda revolucionaria?. (Declaraciones recogidas por Ignacio Romero de Solís en La Ilustración regional). Los políticos con más visión de futuro van descubriendo sus cartas, definiendo posiciones partidarias o independientes pero de clara oposición. La Junta Democrática lanza su Manifiesto de la Reconciliación. Son mensajes que van calando en el tejido social de una población que permanece callada, que tiene miedo, pero que está muy atenta a los cambios. La reconciliación a la herida de las dos Españas tendrá necesariamente que imponerse. Sor Clara Vinuesa, que es la madre superiora del convento de San Diego, de Alhama de Granada, me abriría años después las rejas de la clausura para decirme: ?En nuestro pueblo la transición se hizo pacíficamente gracias a Marín?. Por Marín, zapatero de profesión, portero del convento, secretario local del PCE, responde Salvador Fernández Pavón. Las clarisas son unas adelantadas a su tiempo. Sería también sor Clara Vinuesa la que, pasado el tiempo, en 1979, escribiera una carta abierta en Ideal, en defensa de la autonomía andaluza y de Rafael Escuredo, igualmente apoyado por las clarisas de Estepa, su pueblo. Oraciones y dulces para contribuir a pasar sanos y salvos la travesía de la transición. La primavera andaluza produce los grandes sarpullidos. Andalucía es un hervidero. Se intensifican las manifestaciones, las persecuciones de los policías contra estudiantes, profesores, obreros, todos preparados para correr los cien metros lisos y librarse de las porras, de las balas perdidas, lo mismo en Granada, con los Paco Portillo, Javier Terriente, Juan Verdejo, José Cid la Rosa, Antonio Cruz, María Izquierdo, Ángel Díaz Sol, Mariló García, Rafael Estrella y los ?peteneros? de Roberto Mayoral, los libertarios de José Luis García Rúa, los poetas José García Ladrón de Guevara y Antonio Carvajal; que en Sevilla, con el superclandestino Manuel Benítez Rufo, los hermanos Pérez Royo, Amparo Rubiales, Javier Aristu, Pina López Gay... En Jaén, se reorganizan los discípulos de Manuel Fernández Torres, su hijo Fernández Malo, y los comunistas de Ignacio Gallego, todavía en el destierro, con Felipe Alcaraz, los Anguita Peragón... En Huelva, el socialista Carlos Navarrete es un referente obligado, como Juan Ceada, que sería un año después carne de presidio... Los abogados laboralistas no dan abasto, lo mismo los del despacho de Felipe González en Sevilla, con Rafael Escuredo, Ana María Ruiz Tagle o Manuel Chaves; los de Filomeno Aparicio en Córdoba; que los de otros despachos repartidos por Andalucía, en los que no sólo se defiende a los trabajadores, sino que se redactan comunicados y se captan para su causa a los periodistas que se atreven ya a escribir entre líneas sobre un conflicto laboral o dar cuenta de una manifestación en la que la policía ha repartido palos y practicado detenciones, de las que la autoridad gubernativa informa siempre falseando la realidad. Y lo mismo los curas que entran en acción. Hay ya dos iglesias, la Marcelo González Martín, la del régimen y los guerrilleros de Cristo Rey; y la de Enrique Tarancón. En la diócesis de Córdoba, Cirarda se resiste a abrir los templos para que la policía se lleve a los encerrados. ?No les obligaríamos a su desalojo ni daríamos autorización para que interviniese la fuerza pública dentro del templo mientras ellos se comportaran respetuosamente?, dice el obispo en la homilía del primero de mayo. Los curas son carne de cañón de las multas, fuertes sanciones económicas a sacerdotes del Campo de Gibraltar (Avelino González, Ramón Pérez, Manuel Gaitero...); en Málaga, el canónigo José María González Ruiz lidera allí la oposición eclesial contra la imagen prostituida de Andalucía en la Costa del Sol; Esteban Ramírez influye sobre los nuevos sacerdotes desde la dirección de Cáritas en Jaén; Elías Alcalde en el Llano de Zafarraya, José Rodríguez Quirantes en La Alpujarra, y tantos otros que aparecen como aliados imprescindibles en la defensa de las libertades y de los derechos humanos. Curas rojos. Pero es en Granada donde la alianza de las Hermandades Obreras Católicas (HOAC) con CCOO y otros sectores de la Iglesia pondrá en jaque al nuevo gobernador, José Manuel Menéndez-Manjón y Sancho-Miñano, así, con todos sus apellidos, que jura con el traje oscuro de falangista en sustitución del Leyva Rey, más conocido por ?Carateja?, ascendido al gobierno de Sevilla, tras haber aprobado el master en represión que había hecho en la ciudad de la Alhambra. Se intensifican los encierros de trabajadores contra las alarmantes cifras de paro. Destaca la ocupación de la Curia granadina por 35 trabajadores, entre ellos los hermanos Cervilla, Luis Gálvez, además de los curas Antonio Quitián, Ángel Aguado y el jesuita José Godoy ?el Pope?, fundador de Solidaridad Andaluza. El arzobispo de Granada, monseñor Benavent Escuin, soporta las críticas del Gobierno por consentir el encierro. Aquí entra de nuevo Paco Portillo en escena, cuando en los alrededores de la Curia lanza unas octavillas que contienen las reivindicaciones laborales de los encerrados. Portillo es el primero en desfilar hacia la cárcel fría de Granada. Aunque el arzobispo no da su consentimiento, la policía entra en la Curia. Amanece el día de la Cruz. Qué cruz ésta que padecen siete de los líderes del encierro. Multas que ascienden a cinco millones de pesetas. Entran en acción los abogados, Jerónimo Páez y Antonio Jiménez Blanco fundadores del Club Larra, plataforma fundamental para entender la transición en Granada; Luis González-Palencia, el despacho de Miguel Fernández-Aceytuno..., mientras Fermina Puerta, sor Encarnación y Antonio Lozano, el gitano de oro que predicaba la no violencia, y otros muchos militantes de la solidaridad recaudan fondos y Bruno Alcaraz envía las listas de los detenidos a Amnistía Internacional... Cárcel para los cabecillas principales, entre los que se encuentran los sacerdotes Quitián y Aguado, que son enviados a Carabanchel -dos días después tuve la oportunidad de llevarles sendas maletas preparadas por sus familiares a la cárcel madrileña- y Pope Godoy, que, en su condición de jesuita, cumple cárcel concordataria en un convento religioso de Cájar, en la periferia granadina, donde se declara en huelga de hambre. Monseñor Bueno Monreal tiene revuelta su Iglesia en Sevilla. Las extravagancias folklóricas y milagreras de la conjura de sacristanes que encabeza Clemente Domínguez en el Palmar de Troya son una anécdota de la iglesia marginal, en comparación con la rebelión de curas que se asocian a los trabajadores en la protesta contra el paro. De la comarca de Osuna surge, entre otros sacerdotes, la figura del párroco de Los Corrales, Diamantino García, que destacaría como un auténtico apóstol obrero, emigrante en las vendimias, y pieza fundamental del movimiento jornalero del Sindicato de Obreros del Campo, que arraiga con fuerza por esta zona y otras comarcas de Sevilla y del Marco de Jerez. Pero el cura que más dolores de cabeza crea a su propio arzobispo y a la policía se llama José Antonio Casasola, malagueño de Alcaucín, que destaca en la eclosión del movimiento jornalero de Lebrija, junto al indomable Gonzalo Sánchez -uno de los muchos sindicalistas infiltrados en el Sindicato Vertical-, y después por su activismo en Sevilla, donde se convierte en carne de cañón de la policía por el número de veces que es multado, apaleado y encarcelado. Con Fernando Soto, Eduardo Saborido y Francisco Acosta en la cárcel -éste último sería el primero en salir en libertad-, el cura Casasola se convierte en una mosca cojonera, que trae en jaque a la policía sevillana. Un cura con un vespino es un peligro público y como tal hay que cazarlo para que deje de enredar en todos los conflictos y de forma aún más desafiante en el de la construcción de los últimos meses del año y primeras semanas del siguiente. A las moscas cuando pican, pensaría la autoridad gubernativa, se les aparta a manotazos o por procedimientos más expeditivos. Su testimonio es impresionante: ?Oigo tiros. Pero, caramba, que noté el impacto de uno en mi pie. Una bala me atravesó la bota de cuero; una bota con un cuero muy duro. Entonces paré junto a la acera. Y la policía me rodeó para detenerme de nuevo. Les dije que por lo menos me dejaran echar la cadena a la moto. Pero nada. Me dirigí a la gente para que avisara a la parroquia, que estaba a unos trescientos metros, para que dijeran allí lo que me pasaba, también les volví a decir, como la otra vez, que yo era un trabajador, no un ladrón y que estaba allí porque defendía los derechos de los trabajadores. Me echaron otra vez al coche. Me trataron bruscamente?. ?Cuando entré en la Jefatura iba dando saltos a la pata coja. Estuvieron a punto de que me ocurriera, desde luego, una desgracia más grande. El social me abofeteó, sin que yo me pudiera quitar las gafas. Le dije que antes de abofetear a una persona con gafas había que pedirle que se las quitara. Como me dolía mucho el balazo que me dieron me llevaron al hospital de San Lorenzo, donde me hicieron una radiografía. De allí me llevaron a la comisaría por tercera vez en nueve días. Allí me preguntaron otra vez lo que hacía y les dije que asesorar a los trabajadores y que cuando me dispararon yo iba para mi casa. Pero ellos alegaban que yo estaba coaccionando a los trabajadores. Ese mismo día me comunicaron otras dos multas gubernativas....? Casi un millón de pesetas en multas. Encarcelado, se acoge a la cárcel concordataria. Tuve la oportunidad de entrevistarlo en el monasterio de los Jerónimos de Santiponce, todavía con los ojos marcados por los golpes de la última paliza. Al poco tiempo de salir, las iras se vuelven otra vez contra este hombre que, si quería ser como Jesucristo y predicar con el ejemplo, se le ve ya como un cristo, y valga la expresión en el mejor sentido de la palabra, tal como lo dejan los policías que entran en la iglesia de la Corza, su parroquia, que ni concordato ni historias, a palo limpio. Un ejemplo de paliza histórica: ?Un aparatoso hematoma le oculta gran parte del lado derecho del rostro, párpado hinchado terriblemente y partido, que apenas deja ver el blanco sanguinolento de los ojos, la nariz tumefacta y desfigurada por otros golpes, la barba rala y crecida de cuatro días sin afeitar... Desnudo de cintura para arriba, junto a una ventana, está José Antonio Casasola; malagueño de origen, franciscano y miembro de la comunidad parroquial de Nuestra Señora del Reposo...? Retrato de Ignacio Romero de Solís en Realidades. Entre 1975 y 1976, Casasola es detenido nueve veces: una vida entre rejas, sometida al dolor de los golpes, a los temblores de las huelgas de hambre... Y en los claros que le dejan sus actividades revolucionarias, ganándose el pan a pico y palo e instruyendo, a su manera, eso sí, a los feligreses a interpretar el Evangelio en la Sevilla del paro y el señorío. Años más tarde encontré a Casasola en una barriada de Barcelona entre emigrantes andaluces. Después cruzaría el charco y hoy se dedica a la medicina naturalista en un país sudamericano, como uno de los muchos destinos de tantos curas secularizados o tantos hombres y mujeres que se retiraron por la puerta del anonimato una vez que creyeron cumplir con las obligaciones del momento. Huelgas y represión. La represión en Andalucía sigue el modelo del castigo colonial. ?Pan y palos? -artículo de Jaime Jover en la revista Mundo- resume la memoria histórica de Andalucía: ?Algunos, resistiéndose al sacrificio, se revuelven. Pero se encuentran siempre con el orden público y con multas de hasta 200.000 pesetas. El dinero que les falta para comer ellos y los suyos se lo exigen en sanciones. Dura ironía que, naturalmente, se resuelve con la cárcel?. Esta Andalucía de 1975 no parece haber avanzado con respecto a aquella que encontraron Blasco Ibáñez, Leopoldo Alas Clarín, Azorín, también en la trágica Lebrija, en las descripciones de Blas Infante, de Juan Díaz del Moral, de Gerald Brenan, de Jean Sermet, de Antonio Miguel Bernal, de Manuel Tuñón de Lara, del malogrado Antonio María Calero Amor, la que había encontrado Juan Goytisolo en los Campos de Níjar, en la Chanca, ésa de los Juan sin tierra, título de la novela que el franquismo le acaba de prohibir; esta Andalucía de los obreros agrícolas de Palma del Río que se declaran en huelga para pedir el aumento salarial de 455 pesetas a 700 de salario mínimo; ésta de los 20.000 albañiles de Cádiz en huelga, multados y detenidos; ésta de los 40.000 andaluces que se van, como cada año, a la vendimia francesa, y luego al espárrago de Navarra, a las frutas de Lérida, temporeros sin fortuna, que caminan cabizbajos como si se tratara otra vez de moriscos expulsados; los miles de emigrantes fijos ya en Cataluña, en el País Vasco, los ?gasterbeiter?, o trabajadores invitados, que he visto en las fábricas de Frankfurt, donde se organizan y esperan que pasen los años de la agonía, mientras recuerdan que llegaron con números en las espaldas, cruzando fronteras clandestinamente, o formando partidas de trenes especiales, como salió Luis Blas Infante, el hijo de la Patria andaluza al que encontré de camarero en un bar de Amsterdam; andaluces que escaparon del hambre y de la dictadura, que no se resignaron a ser topos escondidos, republicanos, maquis, hijos de los derrotados, hijos simplemente de la España de la corrupción y el trapicheo, jornaleros de sol a sol, carne de cuartelillo, a los que canta el jienense Antonio Mata: Yo vengo del silencio vengo del miedo y del secano traigo los ojos tristes las manos limpias y firme el paso. He dejado mi casa, quiero vivir en libertad con mis hermanos.
Gerald Ford no tiene en Madrid el recibimiento que se esperaba. Franco quiere más peaje por las bases americanas en España. En las ciudades andaluzas, donde campan por sus respetos los soldados yankis, por Morón, El Arahal, Constantina, Sevilla, Cádiz y, sobre todo, en Rota, crece la animadversión al todopoderoso americano. ?Yankis, no; bases, fuera?. Ya Alberti había formulado su poética protesta en ?Rota, un pueblo para la muerte?: ...¿Cómo a ti, la gaditana, más airosa y más juncal, te dicen Rota Oriental, Spain...Norteamericana? Rafael Alberti es una referencia en el Trastévere de Roma, desde donde espera llegar algún día a su Puerto de Santa María. En Roma vive también, hasta este año de la agonía, el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, ?que murió en el mismo año en que se celebró el aplazadísimo juicio sobre Matesa. En este caso es muy probable que la Providencia quisiera evitar al fundador del Opus Dei del mal trago de Rafael Calvo Serer sentado al lado de Dolores Ibárruri, en el transcurso del homenaje a la Pasionaria, celebrado en Roma, o el peor trago de ver cómo un buen puñado de los hijos de la Obra empeñados en afanes económicos tenían que escoger entre la cárcel y el exilio?, recuerda Manuel Vázquez Montalbán. En el nuevo cambio de Gobierno, sale el malagueño José Utrera Molina; entran Fernando Suárez y Fernando Herrero Tejedor, que promueve en su ministerio a toda una promesa política: Adolfo Suárez, como la joven guardia del Movimiento. Al poco tiempo, muere en accidente de tráfico Herrero y la figura de Suárez parece quedar, momentáneamente, huérfana. En sustitución del ministro desaparecido, entra, de nuevo en un Gabinete de Franco, José Solís, que acompaña a otro andaluz, el jienense León Herrera y Esteban en Información y Turismo. Ni la sonrisa del régimen sirve ya para levantar el ánimo del Generalísimo en su última agonía. Desde Estoril, don Juan de Borbón juega sus propias cartas en la ofensiva que contra el régimen despliegan los comunistas de Santiago Carrillo y sus aliados, y un Felipe González, que cuenta con su compañero inseparable, Alfonso Guerra, que recorre Andalucía levantando adhesiones inquebrantables, de las que duran toda una vida, como le profesan las granadinas Paquita y Palmira. González se encuentra sin pasaporte cuando es detenido una vez más, logrando un efecto contrario al que se persigue, una campaña publicitaria a favor del joven abogado sevillano. Al que no dejan descansar ni en su tumba de Colliure es a Antonio Machado, junto a su madre doña Anda Ruiz, en las vísperas del centenario de su nacimiento en Sevilla (1976). Perseguido y prohibido don Antonio. Qué suerte la de los poetas andaluces. Lorca, fusilado. Machado y Cernuda, muertos en el exilio. Vicente Aleixandre, postrado en una cama frente al mar azul de Málaga. Y Alberti, que pregunta: ?¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?? Canta Meneses cuando no le prohiben las letras de Moreno Galván, canta Enrique Morente a Miguel Hernández, canta Gerena Los cantes del pueblo para el pueblo, canta Benito Moreno en la emigración y Carlos Cano que va desde Ronda, de pueblo en pueblo con una canción que es himno y es bandera rescatada de la memoria: Verde, blanca y verde, que se canta en sustitución del himno de Andalucía creado por Blas Infante, que está prohibido y que contiene además esa estrofa de ?Andaluces levantaos, pedid tierra y libertad?, subversiva a flor de piel. Salvador Távora difunde el nuevo mensaje teatral de ?Los palos? y Juan de Loxa se ha inventado el Manifiesto Canción del Sur y Poesía 70 para denunciar cantando verdades como puños. Y en Barcelona, el premio Espejo de España se le concede a la obra ?García Lorca, asesinado, ¿toda la verdad??, de Carlos Vila San Juan -con Manuel Fraga Iribarne y José María Pemán, entre los miembros del jurado- para ofrecer una cierta versión que no dañara mucho la responsabilidad del régimen, mientras llevaban años prohibidos los libros donde se decía la verdad que se buscaba, los de Gerald Brenan, Couffon e Ian Gibson. Tengo entonces la oportunidad de publicar en Ideal, con el riesgo asumido de mi director, Melchor Saiz-Pardo, una serie de entrevistas sobre la muerte del poeta, entre las que me impresiona el encuentro con Angelina Cordobilla, la criada que vio por última vez al poeta: ?El señorito Federico estaba solo en una habitación del Gobierno Civil... Yo sufrí mucho. Fui al Gobierno Civil porque me lo dijo doña Vicenta y además porque esta familia es como de mi sangre. Yo sufrí mucho. Se me agarró un dolor de madre... ¿Sabe usted lo que es un dolor de madre? (...) Es un pellizco que se agarra en el estómago. Dolor de vientre, descomposición... Así estuve muchos días después, de tanto pasar. Y así se puso don Federico. ¡Qué lastima de familia!?. Poco tiempo después, muere Francisco, el hermano de Federico, de vuelta ya en Madrid. Años antes, había fallecido en accidente de tráfico su hermana Concha, la viuda de Fernández Montesinos, el alcalde socialista que fue fusilado días antes que su cuñado. Queda Isabel, infatigable guardiana de la memoria. La crónica de la agonía tiene sus ribetes rosas y negros fuera y dentro de España. Amarcord se mete en nuestras vidas, como Pippi Calzaslargas, o el folletín de Simplemente María; en París se manifiestan las prostitutas y aquí se critica tamaña barbaridad, dé usted libertad para esto; detienen en París al terrorista internacional Carlos, asesinan al rey Faisal de Arabia y al cineasta Pasolini en Ostia (Roma), muere Onassis y Jacqueline enviuda por segunda vez; el socialista Mario Soares gana las primeras elecciones democráticas de Portugal y Enrico Berlinguer destroza la hegemonía de la Democracia Cristiana en Roma. A Vila Reyes le pide el fiscal trece siglos de cárcel y cae el imperio Sofico, o el imperio de la corrupción que tenían montado militares, falangistas y empresarios del régimen, a los que acusa Manuel Jiménez de Parga, de cometer un delito aún mayor que el de Matesa. Sofico resumía así el cinismo de su filosofía empresarial: ?De la seriedad de todas las empresas depende el prestigio del negocio. Porque, en definitiva, ojalá que la competencia sea tan seria como nosotros?. ?Los Galindos?. Verdaderamente este calor de la agonía causa estragos. Julio es un mes que desata las pasiones. No sabemos qué pasiones son las que provocan este crimen de ?Los Galindos?, un cortijo de la localidad sevillana de Paradas, que se salda con cinco muertos. En la primera noticia son cuatro las víctimas, 24 de julio de 1975: ?Un matrimonio murió calcinado, una mujer a golpes con un hierro y un hombre de un tiro en el pecho. Parece que el asesino es el encargado de la finca, que ha desaparecido? (El Correo, 24 de julio de 1975). El asesino no era el asesino, según se cree, porque también, para aumentar el misterio, su cuerpo aparece cubierto de paja en la parte trasera del cortijo. Las cinco victimas son José González Giménez, tractorista, de 27 años, su mujer, Asunción Peralta Moreno, de 34; Manuel Zapata Villanueva, de 59 años, y su esposa, Juana Martín Macías, de 53; y Ramón Parrilla González, que deja viuda y dos hijas. El cortijo es propiedad del marqués de Grañina. Hay un aristócrata, un legionario, pasados oscuros, se habla de drogas, de asuntos turbios, pero no aparece ni rastro de los asesinos. Hay suceso para rato, con todos los ingredientes para que en su investigación consuma todas sus energías el novelista sevillano Alfonso Grosso, con Los invitados, una novela que sería llevada al cine, con Lola Flores en un papel estelar. Años más tarde, el juez Heriberto Asencio reabre el caso. Se llega a decir que ?La Guardia Civil pudo borrar huellas de unos asesinos?. Los reporteros no cesan de viajar a Paradas. El periodista Ismael Lafuente le dedica también un libro de investigación, como lo hará después Paco Gil, basándose en reportajes publicados en El Correo. El crimen perfecto de ?Los Galindos? viene a contribuir a la oscuridad del túnel del franquismo en el que tantas otras muertes graves acaecieron en los campos aislados de Andalucía. Septiembre negro. Continúan los estados de excepción, los consejos de guerra, las tropelías de la extrema derecha, frentes de oposición abiertos por todos los flancos. El régimen parece acorralado. Pero conserva las energías propias de los últimos estertores. El 27 de septiembre, no hay piedad, se cumplen las sentencias de muerte contra los miembros del FRAP y de ETA: José Humberto Baena, José Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Angel Otaegui y Juan Paredes Manot ?el Txiki?: ?De todas las muertes, la que más salpicó los ojos del pueblo de sangre y lágrimas fue la del Txiki, el pequeño vasco de origen maketo, inmigrante que murió cantando el himno de los gudaris y dejando una plácida poesía en castellano, cargada de ternura por los hombres, las mujeres y las cosas que morían con él?, recuerda Vázquez Montalbán. De todas las voces que se alzan en contra, es la del Papa Pablo VI, la que más mella hace a los hombres que firmaron las sentencias de muerte: ?No podemos terminar este nuestro paterno coloquio sin confiaros el dolor que sentimos en el día de hoy por la dramática noticia que nos ha llegado de la ejecución, en esta mañana, de las personas condenadas a muerte en España. La vida es sagrada y nadie la puede quitar...? Recuerda el Pontífice que había pedido clemencia por tres veces. Carlos Arias Navarro responde así a las palabras de Pablo VI: ?No necesitamos requerimientos, por altos que sean y por muy revestidos de paternal preocupación que aparezcan?.
La salud del General se agrava. En la TVE, el NODO y las emisoras retumban los ecos del ?¡Franco, Franco, Franco!?, en el homenaje que se organiza al enfermo el primero de octubre. Un acto de desagravio, en el que Franco, apenas ya sin poder levantar el brazo derecho, y con la voz apagada, responde con el clásico ?Españoles: gracias por vuestra adhesión...? y la cantinela de siempre: ?Todo lo que en España y en Europa se ha armado obedece a una conspiración masónica-izquierdista en la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social que, si a nosotros nos honra, a ellos les envilece?. Pero es también Hassan II el que entra en acción con la Marcha Verde, la invasión hacia el Sahara. Franco no se lo puede creer; pero es verdad y, para colmo, el rey vecino lo hace como si se hubiera transformado en seguidor acérrimo de la revolución maoísta: ?La marcha quedará en la historia para que la lean los jóvenes y los niños como nosotros leíamos la marcha de Jenofonte y la de nuestro amigo Mao Tsé-Tung en este siglo?. Franco se resigna a aceptar su última y definitiva derrota. Como si el destino le mostrara el final de su hoja de servicios: el general que se sirvió de África para lanzarse sobre la España de 1936 pierde su última batalla, humillado por el rey africano que hasta entonces había sido su protegido. ¿Qué está pasando? Los días del franquismo parecen contados. ?Gobernaba Carlos Arias Navarro, ex ministro de Gobernación y conocido en la oposición como Carnicerito de Málaga por su afán fiscal durante la posguerra. Luis María Ansón, hoy exdirector de ABC, ya oía entonces un ruido de ratas que abandonaban el barco. ETA seguía matando -16 víctimas mortales en 1975-, los GRAPOS se habían estrenado con cuatro miserables asesinatos (de ahí su nombre: Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), y la oposición pasaba de la represión sin cuento -fusilamientos, torturas y cárcel (había en esos momentos 1.800 presos políticos)- a la perplejidad, y de la perplejidad, a la actividad frenética. Pero todavía tenían que pasar algunos días para que los españoles se enteraran de lo que sucedía en El Pardo, aquel destartalado palacio que desde 1940 fue más cuartel que casa de gobierno? (José María Izquierdo en ?Memoria de la Transición?). La muerte. El viento frío trae las nubes que de la gran tormenta. Franco cae gravemente enfermo. Ni sus médicos, ni sus familiares, ni sus herederos políticos parecen tener piedad con esta agónica sentencia de muerte, como si quisieran ganarle aún más tiempo a cuarenta años de dictadura. El enfermo suspira, se le oye decir ?¡Qué duro es esto!?. Los partes médicos hablan de ?heces fecales sangrientas en forma de melena...?, en comunicados que parecen redactados por sus peores enemigos. A las 5.20 de la madrugada del 20 de noviembre se consuma la vida del dictador. A las portadas plañideras de los periódicos, a los días de luto, de celebraciones clandestinas -al profesor Rivas, de Granada, le cae una multa de medio millón de pesetas por descorchar una botella- siguen jornadas de incertidumbre. Franco yace en el Valle de los Caídos y Juan Carlos I es coronado Rey. En el primer Gobierno de la monarquía aparece de ministro el gran tapado, Adolfo Suárez, ante la perplejidad tanto de los huérfanos del régimen como de los artífices de la oposición. Pero ésa es ya la historia que continúa con las reformas, los indultos que producen los reencuentros de Fernando Soto y Eduardo Saborido con su gente de Sevilla al salir de la cárcel de Carabanchel, los movimientos de nuevos estrategas políticos en una etapa que se abrirá a la reconciliación, la tesis que habrá de imponerse sobre cualquier intento de ruptura traumática. En Andalucía, como si nada hubiera ocurrido, retirados los hirientes crespones negros de las fachadas blancas, la vida sigue en toda su crudeza, con los trabajadores de la comarca almeriense del mármol de Macael, que, por primera vez, consiguen que algunas empresas les den veintidós días de vacaciones al año, aunque otras están dispuestas a ceder sólo una semana y las hay, incluso, que insisten en que los trabajadores no tienen derecho ni a un solo día de descanso; con la huelga que afecta a ocho mil familias del Marco de Jerez, la explotación colonial que sufren los mineros de Río Tinto, como ejemplos de lo que ocurre en los pueblos del Sur, castigados por la malavida, vacunados así para cualquier conato de rebeldía. Recuerdo también que en aquel último encuentro, Paco Portillo, el líder que acabó de guardacoches, sin pasar más facturas que las recibidas en su cuerpo, heridas ya escondidas en los repliegues del alma, desde este sótano que nos impide sentir el aire fresco que llega de las cumbres de Sierra Nevada, se refirió al día después del año de la agonía: "Aquella noche soñé que era mentira".
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