La transición en Córdoba

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La Transición en Córdoba y su singularidad

La Transición en Córdoba se inscribe espacialmente en la de Andalucía y temporalmente en el quinquenio 1977-1982. Y poseyendo este periodo un especial significado en la historia andaluza, por darse en él la emergencia política del pueblo andaluz por primera vez y la conquista de su autogobierno en condiciones excepcionales, el rigor histórico y el conceptual exigen ampliar el enunciado de la transición a la democracia en Andalucía incluyendo explícitamente la transición a la autonomía. Pues habiendo ocupado el proceso autonómico andaluz un lugar singular, tanto respecto a las “nacionalidades históricas” como a las demás comunidades autónomas (lo explico en la Revista de Estudios Regionales, 63, 2002), la conquista del Estatuto constituyó la veta central y más propia de la transición andaluza a la democracia. Siendo a la vez el fenómeno más inesperado y que causó mayor sorpresa en la España de la transición, y con particular trascendencia sobre la génesis del Estado de las Autonomías y el Título VIII de la Constitución. Desde ese enfoque, el caso de Córdoba en el cuadro de la transición andaluza a la autonomía y la democracia se caracteriza en mi análisis por: 1) contribuir a despejar una gran incógnita andaluza aún en el aire y ni siquiera planteada en la historiografía y demás ciencias sociales: ¿por qué pasa Andalucía en cuestión de meses –los que van de las primeras elecciones democráticas de 15 de junio de 1977 a las masivas manifestaciones andaluzas de 4 de diciembre de ese año– de un estado de inercia e inconsciencia regional a otro de explosión autonomista y de reivindicación intransigente de la autonomía plena?; 2) estar marcado el mapa político de la provincia cordobesa, con especial fuerza en la capital, por la relevancia del voto comunista, en un grado que se manifiesta en todo tipo de procesos electorales, con intensidad en los municipales, y no encuentra parangón en ninguna otra provincia andaluza; y 3) alcanzar especial importancia en Córdoba capital ciertos espacios intermedios de libertad y concienciación cívica, como fueron entonces en España y en concreto en las capitales andaluzas las llamadas sociedades culturales. Al respecto, el Círculo Juan XXIII fue la experiencia cordobesa más emblemática y eficaz, y diría que más ambiciosa y dinámica que sus equivalentes de Sevilla (clubs Tartessos y Gorca), Málaga (Ateneo), Granada (Club Larra), Cádiz (Alcances) y Huelva (librería Saltés).

Veamos en su conexión, de modo sucinto, los dos primeros puntos. La repentina y rotunda toma de conciencia autonomista de Andalucía en la segunda mitad de 1977, clave para el referéndum de 28 de febrero de 1980 (único en su género), no puede explicarse sólo por las penalizaciones históricas (subdesarrollo, paro y emigración) y los agravios derivados del tratamiento constitucional de las autonomías, de la preponderancia de los intereses catalanes y vascos y de los complejos de superioridad étnica en ambas áreas, beneficiarias, por demás, de la sangría demográfica andaluza. Tenía que haber factores de fondo específicos, porque las lacras extremeñas eran similares a las andaluzas, o peores, y las de Galicia parecidas. Desde mi tesis (en Andalucía en la transición, Actas VIII Congreso Andalucismo Histórico, Córdoba, 1997; Fundación Blas Infante, Sevilla, 1999), dos factores se entreveran en la explicación de fondo. Uno es que Andalucía occidental constituía entonces el mayor territorio de población activa más cuantiosa e intensamente proletarizada de toda España, mucho más que Barcelona, Bilbao y Madrid. Y las ilusiones y esperanzas en torno a la autonomía funcionaron como válvula de escape de las reivindicaciones radicales a que habría dado lugar aquella situación de haber seguido un curso tradicional, o sea, puramente sindical, político e ideológico. Las expectativas de una autonomía de izquierda sublimaron y absorbieron las aspiraciones revolucionarias latentes en aquella inmensa bolsa de asalariados y subdesarrollo. No pudo ser casual que las tres principales provincias de la misma, Sevilla, Córdoba y Cádiz, diesen en el referéndum de iniciativa autonómica del 28-F los porcentajes más elevados de voto afirmativo, sobre censos: 64,89 %, 59,96% y 55,27, respectivamente (tesis doctoral de Manuel Ruiz Romero, leída en la Universidad Pablo de Olavide, 18-12-2003). Y especialmente significativo fue que Córdoba, la provincia más comunista de Andalucía, ocupase el segundo lugar en porcentaje de apoyo a la autonomía plena. El otro factor entreverado a ese fue la elevada concentración urbana de la población en ese gran territorio, al que completan las provincias de Málaga y Huelva (ésta, cuarta en firmeza autonómica), y en el que se encuentran las tres capitales de más habitantes y el mayor número de grandes núcleos urbanos y agro-ciudades, cuyas clases medias asumieron en buena medida también el autonomismo, por razones más ligadas a la autoestima e identidad regionales.

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