Ánimas Benditas del Purgatorio (Espejo)

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La Antigua Hermandad de las Benditas Ánimas del Purgatorio y Santa Vera Cruz y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, Ntro. Señor Jesucristo del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad, que procesiona la noche del Viernes Santo en la villa de Espejo, tiene su precedente más remoto en la que se instituye en el segundo tercio del siglo XVII con el nombre de cofradía de la Soledad. Desde entonces, y hasta promediado el siglo XX en que tiene lugar una reorganización, dicha cofradía estuvo estrechamente vinculada a la de las Benditas Ánimas del Purgatorio, que ya funcionaba desde la segunda mitad del siglo anterior. Por tanto, es preciso aludir a la historia de esta última si queremos entender la existencia y el espíritu de la Hermandad.

La presencia de la Soledad aparece vinculada a finales del primer tercio del siglo XVII a la cofradía de Ánimas, que desde mediada la centuria del Quinientos ya existía en esta población. Se trataba, la de Ánimas, de una cofradía de advocación no pasionista, aunque toma parte activa en la celebración de la Semana Santa espejeña con desfile procesional en la noche del Viernes Santo. Se caracterizaban estos desfiles por la presencia de disciplinantes que por medio del dolor y las heridas que provocan sus azotes cumplían su propia penitencia al tiempo que excitaban el fervor popular.

A finales del siglo XVIII la cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio cobra renovado impulso, establece sus primeras constituciones escritas y potencia sensiblemente su implantación, al punto de erigir y disponer de capilla propia en la Iglesia Parroquial. La cofradía sufragaba entonces una misa cantada con procesión y responso, que se aplicaba todos los lunes por las Ánimas del Purgatorio. En el mes de noviembre, el domingo en que se celebra el Patrocinio de Nuestra Señora, tenía lugar el solemne aniversario, con sermón y procesión. Y además, la festividad de Nuestra Señora del Carmen, el día 16 de Julio, del mismo tenor. A todas estas celebraciones venían obligados a acudir los hermanos para ganar indulgencias y aplicarlas en sufragio de las ánimas. Al mismo tiempo, tenían derecho a la bula de difuntos y al funeral que la cofradía les aseguraba a la hora de su muerte, con la asistencia de seis hermanos, así como a los beneficios espirituales de veinticuatro misas rezadas que se ofrecían por su alma.

Al igual que la mayor parte de la cofradías del Santo Entierro erigidas en la diócesis cordobesa, la cofradía espejeña debió vivir durante la primera mitad del siglo XVIII una etapa de esplendor. Tras desvincularse de la de Ánimas, cada una sigue su propia trayectoria con sus objetivos concretos, pues mientras esta última centra su labor en la atención a las almas de los difuntos que expían sus culpas en el Purgatorio, la del Santo Entierro se encarga además de procesionar el Yacente y la Soledad, con presencia de flagelantes a lo largo del recorrido procesional. El clero secular con sobrepellices y una representación de la comunidad de carmelitas descalzos instalada por entonces en esta localidad, conferían con su presencia gran boato a esta procesión.

Las disposiciones de los obispos ilustrados, a partir de 1740, dieron al traste, empero, a la vitalidad que la Semana Santa alcanza en esta época, truncado algunas de ellas la trayectoria de la cofradía del Santo Entierro espejeña. El haber dictaminado que se suavizara la mortificación por parte de los disciplinantes, y más tarde su total prohibición, así como que la estación de penitencia se realizase a la luz del día, va a influir negativamente en la vida de la hermandad. En consecuencia se produce un notable recorte en el número de hermanos y, por ende, en el volumen de ingresos y recursos, lo que contribuye a un eclipse paulatino de la cofradía del Santo Entierro que, a finales del Setecientos, vuelve al seno de la cofradía matriz. Así lo dictamina el prelado de la diósecis, Sebastián Herrero, en el año 1793, al ordenar al vicario de la Iglesia, Pedro de la Peña Tercero, que la cofradía de Ánimas "...buelba a tomar á su cargo la de el Entierro de Cristo y Soledad de Nra. Sra."

El siglo se inicia con la misma fiebre constructora con que finaliza la centuria anterior. La capilla recién inaugurada es objeto de interés primordial por los responsables de la cofradía, pues además de los altares erigidos a "la prodigiosa imagen" de Nuestra Señora de los Dolores y a las Benditas Ánimas del Purgatorio se la exona con otro altar que se levanta al arcángel San Rafael, decorado con un hermoso lienzo del pintor Antonio Monroy (todos ellos, hoy desaparecidos). La ampliación de dicha capilla hacia 1866 configuró definitivamente la planta de la misma tal como ha llegado a nuestros días.

En cuanto a la presente centuria, podemos detectar dos amplios períodos, separados por la Guerra Civil. El primero, que se inicia con el estreno de este último siglo, se prolonga hasta el año 1936, y se caracteriza por el continuismo en las actividades que tradicionalmente venía desarrollando, con los altibajos lógicos que provoca la situación social por la que atraviesa la villa. En los años subsiguientes la cofradía se sumerge en un doloroso letargo impuesto por la trágica realidad del momento. La segunda etapa coincide con el fin de la contienda nacional y se extiende hasta nuestros días. La década de los años cuarenta está marcada por las consecuencias de los destrozos que los enfrentamientos habían ocasionado en el patrimonio de la hermandad. Ahora bien, a partir de 1949, cuando ya la cofradía cuenta con nuevas imágenes procesionales, se reorganiza bajo el título de Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad, e irrumpe en la celebración de la Semana Santa espejeña con notable empuje y esplendor. He aquí algunos aspectos de una y otra etapa.

La cofradía de Ánimas estaba integrada hacia el año 1914 por 200 hermanos, de ambos sexos, distribuidos en dos categorías en función de la cuota anual que cada uno aportaba. Los hermanos de primera clase estaban obligados a contribuir con una fanega de trigo cada año, hasta agotar las veintiocho anualidades en que eran "jubilados" y relevados de tal obligación; y los hermanos de segunda clase, que contribuían durante toda su vida con una pecha anual de 2,50 pesetas. De esta manera, el cofrade se garantizaba un "seguro de entierro" a la hora del desenlace final y los sufragios por la salvación eterna de su alma.

El período de esplendor que vive la Semana Santa espejeña en los años de la Dictadura de Primo de Rivera sigue otro que se inicia con la llegada de la II República, marcado por el evidente descalabro que sufren los desfiles procesionales y que culmina con pérdida de sus sagradas imágenes, tras el estadillo doloroso de la guerra civil. Todo ello hace que al acabar la contienda la Hermandad de Ánimas se plantee su reorganización.

Reorganización de la Hermandad. 1949

En 1947 llega a Espejo la imagen actual de Nuestra Señora de la Soledad, efigiada por el imaginero granadino Francisco Muñoz Sánchez en el año 1945, había sido donada por don Bernardo López Baena y su esposa doña Ana Méndez Córdoba, fervientes protectores de la Hermandad desde los comienzos de esta nueva singladura.

Funcionaba por entonces la cofradía guiada de la fuerza de la costumbre, pues tras el desastre nacional también sus constituciones habían desaparecido. Los responsables de la misma consideraron imprescindible, por tanto, dotarla de nuevos estatutos debidamente bendecidos y aprobados por la jerarquía eclesiástica, hecho que se produce con fecha 20 de febrero de 1950, siendo obispo de la diócesis Fray Albino González-Menéndez Raigada. Entre los aspectos más llamativos de los nuevos estatutos destaca la propia denominación de la cofradía, que abandona oficialmente la cotitularidad de "Hermandad de Ánimas" para convertirse de manera definitiva en la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad. El nuevo título sepulta en el plano nominativo cerca de cuatrocientos años de historia, con desaparición del título de la cofradía que la alumbró, al tiempo que se hace cargo del patrimonio material y espiritual que a lo largo de ese período la de Benditas Ánimas del Purgatorio había administrado, sin abandonar el compromiso de solidaridad entre los hermanos a la hora de la muerte.

La trayectoria que sigue la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad en el último medio siglo, viene marcada asimismo por dos etapas diferentes. La primera alcanza hasta el año 1972, y su desarrollo se caracteriza por la actividad personal de su hermano mayor, don Francisco Castro García, motor indiscutible de la hermandad en el citado periodo, y por algunos de sus más conspicuos colaboradores, como secretario don Francisco Sánchez Morales, que con loable empeño buscan los recursos y establecen en la práctica las directrices de la cofradía. La segunda etapa comienza en 1973, cuando savia joven, con nuevas ideas, toma las riendas de la cofradía, la dinamiza e incorpora a los momentos de auge que en los últimos años vive la Semana Santa espejeña.

La pujanza de la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad se puso de manifiesto en las actividades organizadas con motivo del Cincuentenario de Nuestra Señora de la Soledad, en el que además de conmemorar dicha efémire quedó plasmado el reconocimiento a quienes habían dotado de nuevos pasos a la antigua hermandad de Ánimas, y a quienes la potenciaron tras una fructuosa reorganización.


En las últimas décadas la hermandad ha procedido a la restauración, mantenimiento y ampliación de su patrimonio, habiendo realizado las siguientes obras:

- Nuevo paso para la Santa Vera Cruz, a partir de una peana y tallas de antiguos pasos de la Virgen de los Dolores de la Hermandad del Nazareno que también había usado el Nazareno, ya no se utilizaban y corrían riesgo de perderse.

- Restauración de todos los Titulares de la Hermandad, siendo repolicromados el Cristo de la Buena Muerte y el Cristo del Santo Sepulcro. La Virgen de la Soledad fue restaurada por Antonio Bernal en 2002. El Señor del Santo Sepulcro en 2007 por Luis F. Peñalva, quien también posteriormente restauró al Cristo de la Buena Muerte.

- Reforma del paso del Santo Sepulcro, mejorándolo pero incluyendo la mayor parte de las tallas del antiguo y siguiendo su mismo estilo. El paso y sepulcro fueron dorados en oro fino y le fueron incorporados unos artísticos candelabros arbóreos de guardabrisa. Las tallas del antiguo paso de 1955 y sepulcro que se mantienen son obra de Antonio Martínez. Toda la reforma y piezas nuevas son de Antonio Herrador y el dorado de Ángel María Varo. Se inició su primera fase en el año 2000 y se terminó en el 2009.

- Reforma y restauración del antiguo estandarte de la cofradía.

- Potencias para el Cristo de la Buena Muerte.

- Restauración y plateado de toda al orfebrería del paso de la Virgen de la Soledad.

- Reforma y ampliación del paso de la Virgen de la Soledad, obra original de Antonio Martínez en 1950, incorporando todas sus antiguas tallas en una estructura de mayor tamaño y más rica artísticamente, por Antonio Herrador y en proceso de dorado por Ángel María Varo. Se comenzó en 2013, estrenándose en 2015 y a partir de 2016 se están realizando las fases de dorado.

También en la última década se realizó una reforma profunda de las Reglas y Estatutos de la Hermandad, que aún eran los de 1950 y tenían numerosas deficiencias, actualizándolos al Estatuto Marco para Cofradías de la Diócesis de Córdoba y recuperando la titularidad histórica de las "Benditas Ánimas del Purgatorio", así como de incluir la "Santa Vera Cruz" y el "Cristo de la Buena Muerte" como Titulares de la hermandad oficialmente, pues aunque desde después de la Guerra Civil siempre los procesionó, no aparecían en las Reglas antiguas de la Cofradía.

Música:

- La Santa Vera Cruz y el Santísimo Cristo de la Buena Muerte procesionan en silencio.

- Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro va acompañado por trío de capilla.

- Nuestra Señora de la Soledad va acompañada por la Banda de Música de Espejo.

- En diversos puntos del recorrido se cantan el Miserere y el Stabat Mater antiguos a los Titulares por el grupo de músicos y cantores de Semana Santa, antigua "Capilla de Jesús".

- No posee marchas dedicadas la cofradía, pero es tradicional la interpretación de la marcha "¡Pobre Mari!", de Lorenzo Luis Yanguas.


Curiosidades:

La cofradía no usa cruz de guía, pues la Santa Vera Cruz hace las veces de cruz guiona (cruz de guía en andas) de la cofradía.

El paso de la Soledad ha sido tradicionalmente, y sigue siendo actualmente, el paso de mayores dimensiones y peso de la Semana Santa de Espejo.

La antigua hermandad de Ánimas Benditas del Purgatorio era una hermandad salía por las calles de Espejo días antes de la Nochebuena, pidiendo limosna para celebrar las misas que durante todo el año se les iban diciendo a los difuntos. Lo que se hacía en estas mismas era pedir para que todos los difuntos entrasen en la Gloria.

La indumentaria que vestían eran capas negras, muy corrientes en aquellos tiempos.

A parte del dinero, también admitían comida: tocino, chorizos,..., de ahí que llevasen un "borriquillo". Este borriquillo llevaba un serón donde le iban echando estos comestibles, para después repartirlos entre los más necesitados del pueblo.

Esta hermandad iba cantado por las calles. Algunas de sus canciones eran las tradicionales "Coplas de Ánimas":

Almas si queréis gozar
del Divino Consistorio
dale limosna a las almas
que están en el Purgatorio.
No me cierres la puerta
ten caridad,
que Dios está en los cielos
te premiará.
Por la baranda del cielo
se pasea una doncella
vestida de Encarnación
porque Cristo se encarnó en ella.

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