Miguel Núñez de Prado Susbielas

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Miguel Núñez de Prado y Susbielas (Montilla, 30 de marzo de 1882-Pamplona, 24 de julio de 1936) fue un general fiel a la Segunda República. Del arma de caballería, como su padre, destacó por su intervención durante la Guerra del Rif y su papel en la aviación militar española. Fue fusilado por las fuerzas sublevadas en Pamplona al comienzo de la Guerra Civil.

Biografía

Nació en Montilla el 30 de marzo de 1882, hijo de Miguel Núñez de Prado Rodríguez, militar, y de Concepción Susbielas Sanz.​ Era primo de Emilio Bueno Núñez de Prado, militar que tendría un papel relevante en la Guerra Civil.

Miguel Núñez del Prado ingresó en el Ejército, realizó estudios en la Academia de caballería. Pasó a integrarse en el arma de Caballería.[4]​ Participó en la guerra del Rif, ya con el grado de teniente coronel y al mando de los Regulares de Melilla.[5]​ Su destacada intervención en los combates del Rif le supusieron varios ascensos y condecoraciones.​ Por su heroísmo, obtuvo la Medalla Militar individual. En esta etapa estuvo al mando del Grupo de fuerzas regulares indígenas n.º 2 «Melilla», que en junio de 1921 estaba compuesto por tres tabores de infantería y un tabor de caballería.

Fue miembro de la masonería, donde empleó el nombre de «Lafayette».

En 1923 se integró en la Aeronáutica Militar.​ Durante la dictadura de Primo de Rivera, intervino en diversas conspiraciones para proclamar la República.[7]​ En 1925 fue ascendido al rango de general de brigada. Durante la dictadura de Primo de Rivera fue nombrado gobernador general de las posesiones españolas en Guinea, cargo que ejerció entre 1925​ y 1931.​ Llegó a la colonia en febrero de 1926, dotado con un presupuesto extraordinario para poder completar la ocupación interior de río Muni.

Segunda República

Ya instaurada la República, Núñez de Prado se afilió a la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), y llegaría a ser jefe de la II División Orgánica. En 1933 fue ascendido al rango de general de división.

En febrero de 1936 era el director general de Seguridad, y en calidad de tal, junto con el general Pozas, director general de la Guardia Civil, se opuso a los intentos de Franco, jefe del Estado Mayor, de decretar la ley marcial y dar un golpe de estado durante la crisis del 17-19 de febrero, tras la primera vuelta de las elecciones generales en las que había triunfado el Frente Popular.​ El nuevo gobierno republicano le mantuvo en su puesto director general de Aeronáutica, que ostentaba desde enero de 1936. Para entonces este organismo tenía bajo su jurisdicción tanto a las fuerzas aéreas terrestres y navales, como también a la aviación civil.

Con el nombramiento de Núñez del Prado el gobierno pretendía desmontar los posibles núcleos conspiradores, lo que permitió que la mayor parte de las fuerzas aéreas permaneciesen fieles al Gobierno republicano al producirse el golpe de estado que dio lugar a la guerra civil. Poco después de producirse las primeras rebeliones militares, el gobierno le nombró inspector general de la 2.ª Inspección general del Ejército, en sustitución del general Virgilio Cabanellas.

Como responsable de las Fuerzas aéreas, en la madrugada del 17 al 18 de julio de 1936 se aseguró de la fidelidad de los aeródromos y distintas unidades aéreas. En esas horas inciertas, Núñez de Prado se dirigió en avión a Zaragoza, ciudad que aún no se había sublevado formalmente, a fin de persuadir al general Cabanellas, al mando la V División Orgánica, de que no se uniese a la sublevación. Pero todo indicaba que Cabanellas, ya implicado en la insurrección de agosto de 1932, también en esta ocasión seguía las instrucciones de los golpistas, pues no respondió a ninguna de las comunicaciones telefónicas que el ministro de la Guerra le dirigía desde Madrid. Núñez de Prado sabía que ir a Zaragoza era ir a una muerte segura y pidió al ministro y presidente del Gobierno viajar mejor a Sevilla, donde todavía se podía controlar la situación, aunque su petición fue desoída y finalmente aceptó la orden de Casares Quiroga por mera disciplina militar.

Al llegar a la capital aragonesa fue detenido por militares sublevados, siendo recluido en la Academia militar de la ciudad. Días más tarde fue trasladado a Pamplona y puesto a disposición del general Emilio Mola. Poco después fue fusilado. El historiador Hugh Thomas sostiene que junto a Núñez de Prado también fue fusilado su ayudante.​

Referencias

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