Paisajes de Montoro

De Cordobapedia
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Montoro, desde este otro lado del Guadalquivir, tiene el mismo semblante callado y taciturno que Toledo. En Montoro, como en aquella ciudad castellana, un río ciñe el caserío en un abrazo apretado y duradero. El viajero, en un alarde de generosidad y simpatía, encuentra semejanzas con ésta y aquella ciudad. Se diría que el campanario de la iglesia de San Bartolomé tiene su reflejo en la imponente catedral gótica toledana. Y que el puente de las Donadas, que salva el río entre el casco viejo y el blanco barrio de Retamar, es como aquel otro asido a las orillas del Tajo. Un alarde de imaginación, bien es verdad. Pero pocas ciudades de Andalucía poseen un aliento tan castellano como esta de Montoro. La villa cordobesa escapa a la tautología mil veces repetida de las tierras andaluzas. Es cierto que fue mora antes que cristiana, que por aquí pasaron romanos y visigodos, que su historia resume lo que tantos otros pueblos del sur de España, pero Montoro tiene algo que la diferencia del resto. El caminante, en su prolongado paseo, encuentra semejanzas con otras comarcas alejadas del sur. Hay calles en Montoro que bien podrían pertenecer a localidades sorianas, leonesas o vallisoletanas. Desde el puente de las Donadas Montoro sintetiza su belleza blanca y roja. Está recostado sobre un cerro asido al meandro que conforma el Guadalquivir. En la plaza de Santa María hay un museo arqueológico. El centro cultural ha sido instalado en una iglesia que conserva columnas visigodas de gran valor histórico. En los paneles del museo, en los expositores y paredes, los historiadores hablan de la importancia que la villa tuvo en época de pugna y batalla. En el barrio antiguo está la Casa de las Conchas. Su dueño ha decorado su vivienda, situada sobre las orillas del río Guadalquivir, con miles de conchas. Millones de ellas cubren desde las habitaciones hasta el ancho patio, donde están las azoteas que regalan al visitante una hermosa vista de estos parajes. Esta madeja de estrechas y empinadas calles conduce a templos de mucho porte como el consagrado a Nuestra Señora del Carmen. En sus silenciosas capillas se veneran imágenes barrocas salidas del mejor catálogo de la imaginería andaluza. Al lado está el museo de Antonio Rodríguez Luna, un pintor formado en la escuela de Parísque llegó en los años 50, buena parte de su obra a su pueblo natal. Su bello paisaje es sin duda el más pintoresco y monumentales de cine

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