Patios de Viana - 1 (Rincones de Córdoba con encanto)
1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003) [1]
Patios de Viana - 1 / Flor de aristocracia
Tras la portada manierista del Palacio de Viana –mansión señorial que conserva el ambiente cálido de una casa vivida– aguarda la sorpresa de sus doce patios y un jardín, todos diferentes, que en primavera sorprenden con su esplendor floral. En ellos el viajero se reencuentra con la Córdoba callada que tanto apreció el poeta Manuel Machado, y su silencio umbroso queda subrayado por la música perenne del surtidor y por el trino de los pájaros que se refugian en las enramadas.
Unas ochenta plantas diferentes enjoyan de color y de aroma los patios de Viana, desde el cenecio, cuyas grandes flores amarillas son las más tempranas en abrir, hasta el plumbago o celestina, que en otoño regala su última cosecha de flores. Pero a las flores vegetales se suman también, por primavera, la flores líricas de los poemas, pues muchas tardes de abril y de mayo los patios de Viana acogen recitales líricos donde los poetas desgranan sus versos al atardecer arropados por los arpegios de una guitarra clásica o el lamento aterciopelado del violonchelo. El eco y el recuerdo de los primeros poemas permanece en algunos patios plasmado en azulejos.
El interior del Palacio de Viana se visita en grupos guiados, pero en los patios a los turistas se les permite moverse libremente para que los puedan disfrutar a su aire y a su ritmo, sin prisa, recreándose en los detalles que les resulten más evocadores, como puede ser un aroma, el hilo plateado de un surtidor, una flor, una sombra, un silencio atravesado por campanas de cercanas iglesias y conventos, o un capitel romano patinado por los siglos que puede servir de lujoso pedestal a una maceta.
El recorrido por los patios del palacio comienza en el principal, que es el recibidor de la casa y por eso se llama patio de Recibo. Es el más señorial de todos, carácter que acentúa el pórtico que lo recorre por sus cuatro lados, con sus blancos arcos de medio punto soportados por columnas toscanas de piedra amarillenta. En el centro de su pavimento enchinado se alza una joven palmera, que reemplazó a otra centenaria, mientras que diversas plantas trepadoras como buganvillas, rosales de pitiminí, celestinas y damas de noche arropan los paramentos. El poeta Vicente Núñez cantó a “la noble certidumbre de este patio, donde el rosal y la palmera acatan el patrimonio y vuelo de los arcos”.
Del patio de Recibo se pasa al del Archivo, el más interior del palacio, así denominado porque a él se asoman las ventanas de la entreplanta en la que se custodia el archivo histórico de la casa. Tiene planta cuadrada y el blanco casi hiriente de sus paramentos –sobriamente decorados con placas barrocas igualmente blancas– contrasta con el verdor de los parterres triangulares que arropan sus ángulos, bajo la grata sombra de naranjos mandarinos. En el centro geométrico se alza una fuente con surtidor, revestida de azulejos antiguos.
El patio siguiente es el de la Capilla, llamado así porque junto a él estuvo antaño la capilla de la casa. Un pórtico recorre dos de sus lados, y acoge, como si se tratase de un pequeño museo arqueológico, mosaicos romanos, fragmentos de atauriques árabes, capiteles antiguos y fustes barrocos. Es el patio más recogido y umbroso de la casa, pues las copas de sus naranjos y limonero tienden una bóveda vegetal. Tampoco falta, en el centro, el surtidor de piedra patinada por la verdina y arropado por frondosos helechos.
El patio de la Cancela recibe su nombre de la cancela que se abre a la calle, y que permite contemplarlo desde fuera. En el centro de su pavimento enchinado y ajedrezado hay un surtidor muy singular, pues su taza barroca es una antigua pila bautismal procedente de la iglesia parroquial de Almodóvar. En torno al surtidor hay unas macetas de cinerarias marítimas, planta de carnosas hojas cenicientas que los turistas tocan para comprobar si son de verdad o de terciopelo. A principios de la primavera uno de sus paramentos se vuelve totalmente amarillo, al quedar recubierto por millares de menudas rosas de pitiminí, un espectáculo. La fachada principal del patio tiene un equilibrado diseño neoclásico y en ella se abren tres arcos revestidos de ladrillo que lo comunican con una umbrosa galería, en la que las macetas de filodendros alternan con fustes y capiteles romanos.
Referencia
- ↑ MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba
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