Plaza de San Agustín (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Plaza de San Agustín / Cantada por Ramón Medina

La plaza de San Agustín es como la sala de estar del barrio, donde los jubilados ven la vida pasar, juegan los niños y se concentran los jóvenes en animadas tertulias. Es una plaza rectangular, elevada como un podio sobre el nivel de las calles que la rodean, y pavimentada de granito y cantos rodados. Dieciséis bancos de fundición alrededor del rectángulo ofrecen asiento bajo las copas de los plátanos de sombra alineados en el perímetro, mientras que en la plataforma crece una decena de palmeras más o menos alineadas, cuyo verdor desfallecido reclama más cuidado.

En medio del rectángulo, el busto de Ramón Medina, envuelto en su capa, sobre un sobrio pedestal de granito, preside la vida cotidiana del barrio que vivió y cantó. “Al Cristo de Scala Celi / le llevamos un jardín / para que no falten flores / en su lindo camarín, / que así son las nenas / de San Agustín...”, por ejemplo. La cercana taberna del Pancho, en la calle Montero, aún conserva en su patinillo el limonero que dio nombre a la peña del maestro, bajo el que tantas canciones nacieron.

Como en todos los barrios de la Ajerquía, la vida cobra un ritmo más pausado que en la urbe; no hay prisa. Esta tranquilidad se rompe por Carnaval, cuando Córdoba baja a San Agustín para ver las máscaras, que convierten la cercana calle Montero en el epicentro de la fiesta popular, bulliciosa y colorista. También por Semana Santa la multitud ocupa la balconada que es la plaza para ver salir a la Nazarena o recibir la visita a su antiguo barrio de la Virgen de las Angustias, permanentemente recordada en el mural de azulejos que decora la fachada de la iglesia.

Ay, la iglesia. La iglesia conventual de San Agustín, cuya fachada preside la plaza desde el costado oriental, es la asignatura pendiente del barrio, pues la inconclusa restauración mantiene sus puertas cerradas. Los agustinos se establecieron en el barrio en 1328, pero el aspecto barroco que hoy presenta la iglesia responde a la reforma emprendida en el primer tercio del siglo XVII, que enmascaró el templo primitivo, decorándolo con yeserías y pinturas murales de mérito, atribuidas a Cristóbal Vela y a Juan Luis Zambrano.

De esa misma época es la ocrácea portada, un vano adintelado escoltado por dos pares de estriadas columnas sobre las que descansa el entablamento rematado por un frontón partido, en el que se inscribe la hornacina con la imagen de San Agustín, titular del templo. En intercolumnios, cornisas y volutas buscan refugio las palomas. Corona la fachada la torre renacentista de dos cuerpos. El abandono circunstancial del templo confiere a la fachada una belleza decadente, pero aún así engalana la plaza

Como suele ocurrir, un cinturón de automóviles –muchos de ellos aparcados en las aceras– ahoga la plaza y lastima su encanto; ni siquiera respetan la portada del templo. Al igual que los vecinos se movilizan Aprisa –es decir, Asociación Por la Restauración de la Iglesia de San Agustín– para activar la recuperación del templo, debieran emprender también una benefactora campaña por la liberación automovilística de la plaza, que ganaría belleza.

El aspecto actual de la plaza responde a la remodelación emprendida por Vimcorsa en 1999, empresa municipal que tanta atención presta a la recuperación de rincones cordobeses con encanto. Al término de la intervención suele colocar un texto mural que resume los rasgos más característicos del lugar. “El entorno de la iglesia, tanto la calle como la plaza o Compás de San Agustín –informa un panel de metacrilato sobre la fachada de una casa– ha tenido desde antiguo una fuerte tradición comercial. Hasta 1872 se celebraba un mercado en la calle que pasó a la plaza a partir de ese año, y que ha perdurado en ese lugar hasta que a finales de los años sesenta se reurbanizó”. Esta tradición comercial pervive en los pequeños negocios establecidos en los bajos de las casas; predominan las de dos plantas, lo que confiere al entorno de la plaza un grato aspecto de pueblo, mientras la torre sin campanas sobrevuela las copas de plátanos y palmeras.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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