Rafael Mellado "filósofo modesto"

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Rafael Mellado “filósofo modesto”

De contextura delgada fue un camarero de los años cincuenta que prestaba sus servicios en un céntrico bar de la ciudad. A pesar de ser joven, era todo un filósofo sin estudios y sin apenas haber leído nada más que a su paisano Séneca, de igual forma demostraba tener una gran experiencia de vida.

A los clientes conocidos mientras hablaba del café como producto energético y excitante les pronunciaba máximas, que el mismo Séneca no entablaba en sus diálogos.

Así definía su filosofía:

-Mis pensamientos, no están aprendidos de libros, sino de la realidad de la vida. Hasta cierto punto eso de ser un filosofo es relativo, dado que a veces, la vida demuestra la realidad y otra lo contrario.

Entre otros, estos eran sus pensamientos filosóficos:

- La posesión del dinero ha de estar determinada por la buena disposición del que lo administra. Quiero decir, que la verdadera filosofía está en saber emplear bien el dinero. El dinero no da la felicidad si no está unido a un buen criterio de gastos, siendo a la vez fundamental el saber administrarlo, de forma, que se le saque la mayor rentabilidad posible sin caer en la usura.

- Todos los hombres son iguales al nacer, sólo se diferencian en la vida por aquello que tienen y hacen. Con respecto a las mujeres, son deliciosas cuando no piden nada, la mujer es como es, y está en la forma que está, porque los hombres rinden sus deseos a la figura femenina. Son como los hombres, todas iguales, y se diferencian en la vida con arreglo a su posición social. Para cambiar estos ritmos sólo hay una solución, impartir mucha cultura.
- El comer el necesario para subsistir.... por el contrario la gula envilece y nos animaliza.
- El divertirse sanamente es bueno para la salud física y psíquica, en contra, la diversión viciosa nunca tiene un bastante, de ahí la infelicidad de no alcanzar lo inacabable.

Esta era una de sus sentencias:

- Con respecto a la bomba atómica, digo que Dios en su infinito poder debería refundar este planeta, pues de lo contrario, los señores de la ONU que tanto luchan por la paz, lo van a fundir a bombazos.

Rafael Mellado volvía a la realidad cuando un cliente con unas palmadas lo llamaba para pedir un servicio. Recogía su libreta de apuntes filosóficos y se acoplaba su paño camareril en el brazo dirigiéndose a otra mesa para atender a un nuevo parroquiano. Así podía continuar y ampliar, si era oportuno, su discurso filosófico.


Personajes como estos fueron reflejo de una vida donde la prisa no existía, y donde el diálogo cliente-camarero era común y bien aceptado socialmente, eso sí, manteniendo cada uno su propio estatus.

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