Reflexión sobre la democracia
HABLEMOS DE DEMOCRACIA
Ernesto Rodríguez y Rodríguez
Pedagogo
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Declaración Universal de los Derechos Humanos. Naciones Unidas. París, 1948. Artº. 1
Entendemos como hecho generalizado que, al menos las generaciones de españoles nacidos en la postguerra, valoramos y celebramos con satisfacción y alborozo el esfuerzo político realizado en su día por la sociedad española para la definitiva superación de la prolongada y azarosa dictadura y para el diseño, a través de la Constitución de 1978, de una democracia reconciliadora, integradora, de todos y para todos.
Ello no obstante, advertimos en tiempos hodiernos, no sin preocupación, excesiva “conmoción” en el mundo político: la inmoralidad de unos; el resentimiento de otros; la excesiva ambición de los más; la carencia de proyectos compartidos; la persistente, estéril y acrítica confrontación sin vocación de consenso y desvinculada de los grandes ideales del bien común, la escasa proyección de futuro, etc.
Tal “conmoción” genera en buena parte de los ciudadanos no sólo desconfianza en la política y en el porvenir, sino, lo que es aún peor, actitudes involutivas, reaccionarias, populistas, disgregadoras, … de incierto y no buen pronóstico.
Es por ello que, desde todos los foros sociales, pero muy especialmente desde los foros y espacios educativos, debería profundizarse más en lo que la democracia es realmente, redescubriendo su propio concepto, su sentido, sus fortalezas y sus debilidades.
Para iniciar tal redescubrimiento, recordemos que el término democracia, vocablo acuñado en Atenas en el siglo V a. de C., procede de los términos griegos demos (pueblo) y kratos (poder, gobierno) y significa: sistema de gobierno en el cual las decisiones colectivas, los modos de organizarse como grupo social y las normas que han de regular la vida pública, han de tomarse por el pueblo mediante mecanismos de participación, unas veces directa (plebiscito, referéndum, elecciones generales), y otras indirecta (a través de los representantes periódicamente elegidos).
Democracia = gobierno del pueblo por el pueblo.
Su verdadero sentido no es otro que reconocer el derecho de todos a participar en la vida pública, de modo que las cosas que a todos afectan sean por todos decididas.
Se fundamenta en tres principios esenciales:
1. El principio de igualdad esencial de los seres humanos.
2. El principio del sometimiento de todos a la ley.
3. El principio de la justicia social.
Las fortalezas de la democracia (el sistema menos malo de todas las formas posibles de gobierno hasta ahora conocidas) son múltiples:
- Requiere a los ciudadanos, con todo lo que ello implica, el firme compromiso de cada uno con la dignidad, sagrada e inviolable, de todos los demás.
- Es el más sólido aval del respeto al pensamiento plural y el mejor antídoto contra el fanatismo, la intolerancia y la tiranía.
- Constituye la democracia en sí misma el cauce más apropiado para la fluencia abundante del diálogo constructivo, la iniciativa creadora, el debate argumentado, la confrontación razonada, la dialéctica del bienestar, ...
- Demanda a todos, sin excepciones, corresponsabilidad y participación.
- Es de todos y para todos, porque excluye la discriminación en todas sus formas, promueve la plena integración social de todos, la igualdad de todos ante la ley, el amparo jurídico generalizado, el respeto a las minorías, el absoluto respeto y compromiso con los Derechos Humanos, ...
- Crece y se desarrolla con el espíritu de concordia y el ejercicio de la solidaridad.
- Su esencial empeño es el bien común.
- Diluye los peligros de la concentración de poder mediante la distribución de las funciones políticas entre fuerzas independientes: Cortes (función legislativa), Poder Judicial (función jurídica) y Gobierno (función ejecutiva).
- No admite otra fuente de poder que la soberanía popular, deslegitimando cualquier tipo de autoridad que no emane del pueblo, de la totalidad del pueblo en libertad.
- Es garantía de justicia y paz. En la auténtica democracia no caben ni el privilegio, ni la enemistad entre los ciudadanos, sino el respeto a la ley y el trabajo cooperativo. Cada miembro del grupo social, desde su legítima óptica ideológica y personal cosmovisión, desde sus valores e ideales, está obligado a aportar lo mejor de sí mismo en orden al bienestar, la paz , el desarrollo comunitario y la felicidad de todos.
Sin embargo, siendo tan sólidas sus fortalezas, la democracia tiene también múltiples debilidades. Citemos alguna de ellas:
1. Democracia sin demócratas.
En el seno de las sociedades existen personas, a veces demasiadas, propensas a la ambición desmedida, al descuido moral, al uso y abuso de los demás, al desprecio del otro, a la insolidaridad, al rechazo, a la desconsideración, etc. Tales propensiones, si están vivas y activas en la vida política -muchas veces lo están- corrompen, desvirtúan y degradan la democracia.
2. Programas electorales de partido sin compromiso político y social.
Un programa político difuso, desvinculado de la realidad, sin objetivos valiosos, concretos, precisos y viables, lejos de ser un contrato vinculante entre ciudadanos representantes y representados, sólo es demagogia, manipulación y engaño.
3. Poder excesivamente concentrado (“el rodillo de las mayorías absolutas”).
Siendo cada grupo una pieza de la máquina política, cuando una sola de tales piezas tiene capacidad para neutralizar la acción de las demás, las minorías neutralizadas, salvo que sean respetadas, oídas y tenidas en cuenta, quedan desconectadas del sistema y, en consecuencia, sin anclaje político y sin participación efectiva.
4. Poder excesivamente diluido.
Si, como consecuencia de la decisión popular, el poder se distribuye en numerosas minorías y cada una de ellas opta por instalarse en su propio caparazón ideológico cerrado, hermético y excluyente, impidiendo, o dificultando en exceso, el diálogo, la negociación y el acuerdo,resulta imposible acometer proyectos, integrar fuerzas, lograr estabilidad, formar gobiernos fuertes...
5. Abstención participativa.
Cuando la renuncia voluntaria a la participación por parte de los ciudadanos es elevada, queda demasiada gente sin la deseable representación.
Decimos, para finalizar, que la democracia no sólo es una forma de gobierno; es también, para los demócratas, un modo de ser, una actitud de vida y un compromiso social: un modo de ser responsable, participativo y coherente con los valores y el modo de entender la vida social; una actitud de vida reflexiva, crítica y dialogante; un compromiso social permanente con la libertad, la honestidad, la justicia y el bien común.
Principales editores del artículo
- Ernesto Rodríguez y Rodríguez (Discusión |contribuciones) [5]
- Erncordoba (Discusión |contribuciones) [3]