Convento de Santa Catalina de Siena

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El Convento de Santa Catalina de Siena fue un cenobio fundado hacia 1461 en unas casas contiguas al Convento de San Pablo.[1]

Historia

El grupo fue iniciado por las hijas del jurado Antón Ruiz del Bañuelo, las Bañuelas. Las religiosas y hermanas eran Leonor Rodríguez del Bañuelo y Juana Pérez del Bañuelo, junto a su otra hermana Guiomar Ramírez del Bañuelo, esposa del jurado Antonio de las Infantas, las cuales compraban en 1487 a los dominicos del convento de San Pablo de Córdoba unas casas llamadas de San Cristóbal anejas al mismo, en la calle del Pilar de San Pablo; esta propiedad fue ampliada un año después con el traspaso de unas casas colindantes que las convirtió en arrendatarias vitalicias de los frailes. Cercana la muerte, en sus testamentos de 1507, Juana Rodríguez y Leonor Pérez legaban el grueso de sus bienes a sus sobrinas Teresa Muñiz, Constanza Pérez y Leonor Rodríguez, hijas de su hermano el comendador Antonio de las Infantas, sólo si deseasen vivir «en la forma de religión» seguida por ellas; en caso contrario, limitaban la herencia a una entrega en metálico. No se reglamentaban otros aspectos internos y nada se decía de un posible futuro posterior.

Teresa Muñiz, la primera en mostrar afanes de perdurabilidad y la que puso por escrito en 1530 un sistema sucesorio fundado en el parentesco de sangre, que «persevere en el estado y manera de religión que agora tenemos». Disponía la libertad femenina de elección como pauta básica y preveía que pudieran suceder en el beaterio, «sin fazer fuerça a persona alguna», sus sobrinas Leonor, Teresa y Andrea de las Infantas, Isabel Mejía y Leonor de Escabias, hijas de sus hermanos Fernando y Luis de las Infantas, más una hija de su hermano Pedro de las Infantas. Igualmente se preocupaba por el futuro precisando una línea sucesoria a perpetuidad con la admisión de «una hija legítima de cada hermano mayor de la hermana que tuviere mi estado de religión... para que las mayores críen a las menores y sean enseñadas en buenas costumbres y religión y honestidad». Así, nombraba también a las hijas de sus sobrinos Antonio y Fernando de las Infantas y Fernando Mejía de las Infantas y de sus hermanos Luis y Pedro de las Infantas. Y fijaba otras condiciones: todas habían de ser hijas legítimas, no tener defecto de naturaleza o enfermedad incurable. Hacía hincapié igualmente en que debían ingresar y permanecer en el beaterio por su propia voluntad.[2]

Referencias

  1. Beatas dominicas y frailes predicadores. Un modelo religioso bajomedieval de relación de sexos (Córdoba, 1487-1550), por María del Mar Graña Cid, en la revista Archivo Dominicano, vol. 32, 2011, págs. 219-246.
  2. Beatas dominicas y frailes predicadores. Un modelo religioso bajomedieval de relación de sexos (Córdoba, 1487-1550), por María del Mar Graña Cid, en la revista Archivo Dominicano, vol. 32, 2011, págs. 219-246.

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