El Operador

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Rafael Carmona, operador de cine
El Operador


Rafael Carmona Díaz fue el primer operador cinematográfico de Córdoba desde el año 1918 cuyo trabajo lo realizó en el famoso Salón Ramírez impulsor del cine en la misma capital. En 1927 pasó al Gran Teatro hasta su jubilación.

Recordaba los siguientes datos.

El 21 de enero de 1931 se proyectó la primera película sonora titulada “El cuerpo del delito” cuya proyección estuvo en cartelera bastante tiempo, dado que fue una novedad.

En aquellos tiempos las películas que más existo tuvieron fueron el “Desfile del amor” y la “Canción de Bernadett”, ésta fue la película que más tiempo estuvo en cartelera y con más duración de rodaje.

Para los niños y jóvenes se proyectaron la famosa serie en tres jornadas “Doctor Fu-Manchú”, y la del Oeste protagonizada por el perro “Rin-Tin-Tin” . La cinta que volvía locos tanto a pequeños como mayores era las películas de Tazán, siendo su primer pase la titulada “Tarzán de los monos”. “Blancanieves y los siete enanitos” fue un apoteosis en su estreno en 1941 por ser el primera cinta de dibujos animados a color .

Las películas que dieron un vuelco tanto en calidad, tecnica y contenido fueron: “La Reina de Sanna” y “la Princesa de los Urinos”. El celuloide que levantó gran pasión fue “Luz que agoniza” o el “Clavo” por su entramado de intrigas y amoríos. La cumbre dramática la alcanzó las universales películas de “Rebeca” y “Cumbres borrascosas”.

Contaba, que el máximo peligro estaba en la cabina de proyección al producirse fuego con cierta frecuencia al quemarse el celuloide debido a las altas temperaturas que producían las “lámpara de arco”. Ya en los años cincuenta llegaron máquinas que tenían iluminación por lámparas más seguras y mejoraron la ventilación de las mismas, de esta forma, desapreció el peligro.

Los cortes eran diarios, pues las cintas eran de muy mala calidad debido a la cantidad de veces que se habían pasado por los proyectores. Eso exacerbaba al público que demostraba su descontento dando taconazos en las gradas de madera del “paraíso”. Sabía que toda la responsabilidad era suya si el asunto no se solucionaba rápidamente. Este problema producía descuadres si no se unían bien los enganches de la cinta. Así que tenía que andar con sumo cuidado en la reparación de los mismas.

Contaba estas anécdotas.

Se solían visualizar las películas antes de pasarlas al público, pero algunas veces nos confiábamos por falta de tiempo, y como consecuencia ocurrió lo siguiente. Llegó una película del Oeste que al proyectarla nos dimos cuenta que habían enlazado trozos de una cinta de amores. Cuando nos dimos cuenta el público empezó a chillar y pitar de tal forma que tuvieron que desalojar la sala con la consiguiente devolución del precio de la entrada. ¡Vaya bronca que nos dío el encargado del cine!
Estando en un cine de verano la película que se pasaba se proyectaba a la vez en otro local. El muchacho que los desplazaba en bicicleta tuvo un percance y no llegaba la cinta, para solucionar el problema tuve que pasar tres veces el noticiario y documental No Do. El público se creyó que los pases continuados eran una orden de la autoridad gobernativa.

En su vida profesional visualizó más de ocho mil películas, tanto del género mudo, sonoro, en tecnicolor y panorámico.


El ser operador cinematográfico era toda una profesión hoy prácticamente desaparecida, dado que la modernidad ha desplazado aquellas macromáquinas y aquellos grandes rollos de celuloide.

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