El Tío de los Quiquis

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El Tío de los Quiquis
"EL Tío los Quiquis”


Existía en la calles de Córdoba los clásicos pregoneros, vendedores de toda clase de productos, pero hubo uno que era conocido por la chiquillería al vender arropías y “quiquis”, ese dulce cordobés para los niños.

El “Tío de los Quiquis” era la alegría de las calles cordobesas llegando a ser el pregonero más señorial de todos los tiempos. Con su báculo en alto, llevando en su parte superior como un sombrerete de madera lleno por sus cuatro lados de “quiquis”, parecía un emperador, obispo o mago oriental; en el otro brazo llevaba un canastillo de mimbre también repleto de arropías.

La cantinela de reclamo hacia los niños era la siguiente:-¡Chiquillos, venid chiquillo, que aquí está el tío de los quiquis con sus gallitos!

Anunciaba siempre su pregón con un toque de trompetilla graduando el sonido, de modo que nadie desconociera su presencia.

Era como un embaucador o hechicero que hacia acudir en masa a los peques, algunas veces con el beneplácito de los padres y otras provocaba el llanto desencantado de los mismos, máxime cuando los progenitores no aceptaban un reclamo tan encantador.

El “quiqui” tenía forma de gallito, teñidos de color rojo y hechos con azúcar, engatusaba de tal forma, que los padres temían que los niños terminaran empachados, pues era tal el chupeteo que provocaban que evocaba los meses de la “nana” y chupete. Era un encanto ver la boca y la cara de los pequeños toda pintarrajeda de rojo.

Todo desaparece, y el tiempo se llevó a este popular que fue para los niños de la décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX como un “Hamelín el Flautista”.

El pintor cordobés Rafael Serrano Muñoz supo plasmar en un lienzo a este personaje tan popular con el título de “El Tío de los Quiquis”.

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