Jardín de los Poetas (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Jardín de los Poetas / Muralla y agua

En terrenos de la antigua huerta de los Trinitarios el Ayuntamiento creó un bello jardín de cuidado diseño, que el tiempo va hermoseando a medida que crece su variada arboleda. El ameno recinto discurre a lo largo de la muralla almorávide del Marrubial, que lo limita por el nordeste, mientras que en la vertiente opuesta se alinean las casitas de un reciente barrio que dedica sus calles a populares piconeros cordobeses. Bautizado con el sugerente nombre de Jardín de los Poetas, fue diseñado por el arquitecto municipal Juan Serrano Muñoz, que, tomando el agua como eje, conjugó el jardín tradicional con el parque moderno.

La muralla de tapial construida por los almorávides en el siglo XII para defender esta zona de la Ajerquía constituye un elemento monumental que proporciona solera histórica a este jardín reciente. A lo largo de la Ronda del Marrubial se extiende la cerca, de unos 380 metros, casi la mitad coincidentes con el jardín. Los estudiosos han anotado que tiene seis metros de altura por 2’45 de espesor, y está flanqueada exteriormente por catorce torres cuadradas y macizas, hasta hace pocos años ocultas parcialmente por la yedra.

La mejor perspectiva de conjunto la regala el jardín desde su extremo occidental, donde se extiende una plataforma rectangular pavimentada de morrillo, recorrida perimetralmente por un poyo con balaustrada azul. Bajo las desmayadas copas de falsos pimenteros dos surtidores dibujan sendos arcos de agua sobre un estanque circular. Esta elevada tribuna permite una buena contemplación del jardín, cuyo eje central protagoniza el agua, a través de estanques y atarjeas. Así, la sobrante del estanque circular salva el desnivel precipitándose con ímpetu sobre un pilar adosado al muro, y una atarjea la canaliza hasta un alargado estanque, amenizado por la sucesión de ocho surtidores cantarinos. Luego la atarjea reanuda su trazado, se bifurca en cruz a la altura de una explanada y desemboca finalmente en otro estanque semicircular, en el que otros cuatro surtidores elevan sus penachos de espuma.

Este eje acuático va enhebrando a su paso, de forma simétrica, árboles, arriates, pérgolas y bancos. Así, dobles hileras de homogéneos naranjos escoltan el estanque alargado, mientras que donde la atarjea se bifurca en cruz se forma una plaza cuyos ángulos marcan blancas pérgolas de ladrillo, en las que se enredan plantas trepadoras. Se repiten las estilizadas pérgolas, ahora de ladrillo visto, desplegándose tras el estanque semicircular y cerrando así el paisaje ajardinado.

Si el viajero se sitúa nuevamente en la plataforma inicial, reparará que a la derecha surge un jardín de aspecto más clásico, con parterres de aligustre, floridos arbustos y arboleda de variada especie –entre la que destaca la majestad de unos cedros del Himalaya–, organizada alrededor de una fuente de taza circular y pilar mixtilíneo de ladrillo. Aprovechando el gran lienzo blanco que deja el testero de unas casas, el artista cordobés José Duarte pintó un gran mural, que conjuga –arquitectura, plantas y figuras–, como si fuera un espejo del lúdico entorno. El arte se acerca al pueblo. Con esta participación del arquitecto Juan Serrano y del pintor José Duarte, el Jardín de los Poetas es un espacio público con reminiscencias del innovador Equipo 57, considerado la aportación artística cordobesa más importante del siglo XX después de Julio Romero. Un verdadero lujo.

Tras el mural colosal, se van abriendo las ordenadas calles de este conjunto residencial creado en las Costanillas, que ostentan nombres de piconeros: Domingo Baños Domingón, Josefa Alonso Prieto la Vinagra, Francisco Jiménez Curreles, María Fernández Carmona Mariquita y, ya en la vertiente frontal, Manuel Soto Tinte, Rafael Pérez León Cuatro Reales y Alfonso Prieto el Chiqui.

El rumor de los surtidores, el canto de los pájaros y la propia muralla, aíslan del persistente ruido del tráfico exterior; y desde fuera nadie sospecha el acogedor oasis que se extiende a intramuros. Entre la arboleda despuntan jóvenes cipreses; algunos de ellos, próximos a la muralla almorávide, parecen dialogar con las copas de los árboles exteriores.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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