Obispo José María Cirarda

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José María Cirarda Lachiondo
Obispo Cirarda.jpg
Nacimiento: 23 de mayo de 1917
Baquio (Vizcaya)
Fallecimiento: 17 de septiembre de 2008
Vitoria
Destacado: Obispo de Córdoba y arzobispo de Pamplona y Tudela

Contexto histórico

Décadas: 1970 -

José María Cirarda Lachiondo (Baquio, Vizcaya, 23 de mayo de 1917 - Vitoria, 17 de septiembre de 2008) fue sacerdote. Obispo de la Diócesis de Córdoba en 1971, fue ascendido en 1978 al Arzobispado de Pamplona.

Datos biográficos

Ingresó muy joven en el Seminario de Vitoria, y posteriormente, fue enviado a la Universidad de Comillas, en Santander. Licenciado en Filosofía y Sagrada Teología por la Pontificia Universidad de Comillas, fue ordenado sacerdote el 5 de julio de 1942. Rápidamente doctor, fue catedrático de Teología dogmática en el Seminario de Vitoria. Durante 17 años ejerció esa cátedra y, en segundo plano, el ministerio sacerdotal, allí mismo en Vitoria (hasta 1953 no se crea la diócesis de Bilbao). Vetado en diversas ocasiones -al menos tres- como obispo por Franco por cuestiones ideológicas -su nacionalismo vasco más que evidente-, la vía para su nombramiento fue la de un obispado auxiliar, sobre los que el régimen, de acuerdo con el Concordato de 1953, no tenía posibilidad de veto. De acuerdo con varios eclesiólogos, fue uno de los mejores discípulos del obispo Mateo Múgica Urrestarazu, expulsado por la 2ª República y mantenido en el exilio por el régimen de Franco hasta 1947. Y, sin lugar a dudas, el que tuvo una carrera más larga y extensa en cuanto a cargos en la jerarquía eclesiástica.

Tras casi una década en distintas ternas con los correspondientes vetos, el 29 de junio de 1960 fue consagrado obispo auxiliar del cardenal Bueno Monreal en Sevilla, con residencia en Jerez de la Frontera. No entendió nunca la Realidad Católica Andaluza, a pesar de estar subordinado a uno de los mejores arzobispos de la sede hispalense, en la que realizó una obra social impresionante, sólo comparable a las de otros dos grandes prelados contemporáneos suyos: Fray Albino en Córdoba y Herrera Oria en Málaga.

Fue el único obispo español que participó en las tres sesiones plenarias del Concilio Vaticano II, en las que tuvo varias intervenciones sobre: Iglesia; Ministerio Episcopal; Actividad Misionera y Libertad Religiosa. Llegó a ser el obispo portavoz del Episcopado español en Roma con los medios de comunicación durante dicho Concilio, cometido que desarrolló con su notoria elocuencia.

En julio de 1968 fue nombrado Obispo de Santander, y en noviembre del mismo año, Administrador Apostólico de Bilbao, en una época especialmente complicada por la controvertida personalidad proetarra del obispo titular de esta diócesis, Antonio Añoveros Ataún-antiguo capellán de los Requetés durante la Guerra Civil de 1936-39-, que estuvo a un paso de ser echado de España tras el motín de 60 curas etarras encerrados en el Seminario de Derio y una polémica carta pastoral apoyando a ETA. Su episcopado bicéfalo-Santander y Bilbao- durante tres años fue dirigido en sus diferentes cartas y documentos a los "problemas socio-políticos" del momento, dando una visión personalizada de los textos del Concilio Vaticano II al albur de su ideología vasquista y proetarra. A pesar de ello, se entrevistó con Franco para sacar de la cárcel "concordataria" de Zamora a una piara de curas etarras que cumplían condena por múltiples delitos y logró la injusta conmutación de la pena de muerte de los etarras condenados en el Proceso de Burgos, entre ellos, el etarra Mario Onaindía Guisasola, ex seminarista agustino, asesino de varios guardias civiles, que fue traído a la cárcel de Córdoba a cumplir algunos años de cárcel(poquísimos dada la gravedad de sus crímenes) antes de meterse en política (en Euzkadiko Ezkerra, que acabó en el PSOE).

El 4 de diciembre de 1971 se le encomendó la diócesis de Córdoba hasta su ascenso y traslado a Pamplona como arzobispo, donde tomó posesión el 29 de enero de 1978, a la vez que se hacía cargo de la diócesis de Tudela como Administrador Apostólico.

Episcopado en Córdoba

Su episcopado en Córdoba se puede calificar de múltiples maneras. Por un lado, debemos destacar su ideología, nacionalista, ajena, -pese a su experiencia anterior en Jerez-, por completo a nuestra realidad católica andaluza. Por otro, el contexto de su nombramiento, a posteriori del Concilio Vaticano II, le convirtió (dado que el curial romanista Fernández Conde apenas las inició) en obligado introductor de las reformas surgidas de éste, realizando las siguientes ejecutorias episcopales:

  • División de la Diócesis de Córdoba en cuatro Vicarías territoriales.
  • Fomento de la creación y construcción de nuevas parroquias, llegando a alcanzar 20 nuevas iglesias y 45 casas rectorales, si bien muchas de las nuevas parroquias se crearon en los bajos de distintos edificios (Ciudad Jardín, Levante, Sector Sur) y no en edificios exentos-como, por otra parte, indica el Magisterio de la Iglesia-.
  • Cierre del Seminario de Nuestra Señora de los Ángeles (en el término municipal de Hornachuelos) y traslado de todo su magnífico equipo de formadores, entre los que se encontraban varios sacerdotes que , al margen de los sucesivos obispos(y en especial, indeseables como el propio Cirarda o Martínez Fernández), han formado y dirigido muy buenas promociones de sacerdotes, como es el caso del padre Gaspar Bustos, recientemente fallecido en olor de santidad.
  • Cierre del Seminario de San Pelagio e inicio de su remodelación con el fin de acondicionarlo e introducir en el edificio las oficinas de la Curia diocesana, vivienda del Obispo, Seminario Mayor, Archivo episcopal y casa para la residencia de sacerdotes mayores.
  • Impulso del disparatado proyecto del arquitecto Rafael de la Hoz , que llevó a la desaparición de las capillas de la zona norte de la Catedral y su sustitución por las celosías -una de ellas, retirada muchos años después para las estaciones de penitencia de las Hermandades y Cofradías-, y que llegó a pretender desmontar el crucero de la Catedral para reubicarlo -al parecer- en la zona de la Albolafia.

Sus principales detractores le achacan su demagogia, su ideología, su trato despótico con los cordobeses de a pie, e incluso que invirtió dinero del Obispado en la compra de acciones de la empresa siderúrgica vasca "Altos Hornos de Vizcaya". Por otra parte, y sin lograr convertirle en canónigo, su "eminencia gris" fue el también vasco párroco de Santa Marina, Martín de Arrizubieta Larrínaga, al que sólo recuerdan bien los comunistas. Con esa trayectoria, su controvertido septenio episcopal en la Sede de Osio estaba condenado a su final en la Navidad de 1977.

Últimos años (1978-1993)

De 1978 a 1981 ocupó la vicepresidencia de la Conferencia Episcopal Española, en las postrimerías de la presidencia de otro de los grandes-y polémicos- prelados del siglo XX, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. Fue miembro de la Comisión de Medios de Comunicación Social y portavoz de la referida Conferencia Episcopal. Presentada su renuncia por edad el 23 de mayo de 1992, le fue aceptada el 15 de mayo de 1993 con el nombramiento de monseñor Fernando Sebastián Aguilar como arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela. Monseñor Sebastián, turiasonense de pro, español de una pieza, dio un golpe de timón en la archidiócesis navarra, cuyo clero estaba infestadísimo de etarras y separatistas, algunos-los más mayores- los mismos que habían sido capellanes de los Tercios y Banderas del Requeté en la Guerra Civil Española de 1936-1939. Tanto Cuenca Toribio como su discípulo Muñoz Castillo disponen de abundantes pruebas sobre estas desgraciadas realidades de la clerigalla navarra, perpetuadas a día de hoy a pesar de la sucesión de aceptables prelados en la sede archiepiscopal de San Prudencio.

Fue un prelado que despertó sentimientos contradictorios: por ejemplo, su nacionalismo vasquista. Aunque fue reconocido por estar dotado de una gran inteligencia y presto a la escucha de lo que le interesaba, otros atribuyen a otro tipo de intereses mezquinos esa pose declamatoria. Fue conocido también por su aparente gran cordialidad y simpatía además de tener una excelente oratoria. De hecho, en los años de plomo de ETA, fue el más locuaz de los obispos vascos, todos ellos apólogos del terrorismo etarra: se plantó en la Moncloa para chantajear al presidente Felipe González acompañado por los obispos etarras Setién y Uriarte. Al parecer, la reunión tuvo lugar en la "bodeguilla" y fue particularmente tensa.

Murió en Vitoria el 17 de septiembre de 2008, tras estar varios años postrado en una silla de ruedas como consecuencia de una grave enfermedad. Escribió unas autocomplacientes "memorias", publicadas en la Editorial PPC bajo el título "De mi ayer a nuestro hoy".

Todavía está por escribir la verdadera biografía de este prelado vasco.


Predecesor:
Manuel Fernández-Conde
Obispo de Córdoba
1971-1978
Sucesor:
José Antonio Infantes Florido

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