Juan Antonio del Peral y Buenrrostro
Don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro nació el 13 de noviembre de 1730 en la vecindad de Cañete de las Torres fruto del matrimonio contraído entre José del Peral y Buenrrostro y Juana Francisca Zúñiga Abarca y Coca. Sus padres fueron tratados por sus paisanos con la consideración de nobles a pesar de no disfrutarla, debido a que su padre, oriundo de la ciudad de Bujalance, tenía en su linaje varios personajes que llegaron a ocupar las alcaidías de los castillos y alcazabas de la localidad. También eran familiares de varios regidores del Ayuntamiento, del colegial mayor de Cuenca y de un canónigo de Toledo. Por parte de la rama materna, destacaron también ciertas celebridades entre las que sobresalió García de Torquemada, obispo de Tuy y electo arzobispo de Sevilla[1].
Desconocemos como se desarrolló la infancia de nuestro personaje y motivación que le impulsó a dedicarse a la vida religiosa, pero sabemos que sus estudios los realizó en Córdoba en el seminario de San Pelagio. Con poco más de treinta años ya se encontraba en la parroquia de San Bartolomé de Montoro ejerciendo como vicario. Como veremos más adelante, uno de los principales cometidos a su cargo fue la supervisión de las diezmerías de la localidad, al igual que ocurrió años anteriores en los pueblos cordobeses de Castro del Río y Espejo.
El círculo de amigos en el que se encontraba inmerso nuestro personaje desde su juventud, fue uno de los más influyentes en la vida económica y cultural de Córdoba. De hecho durante su permanencia en la capital conoció a Gregorio Pérez de Pavía que a su vez lo relacionó con Bartolomé Basabru[2]. Este último fue una persona muy influyente en Montoro debido a que poseía una rica cantidad de olivares, viñas y haciendas urbanas.
El 8 de abril de 1773 accedió al recurso que habían planteado varios cofrades de las hermandades del Nazareno y del Santo Entierro, para que prosiguiesen porteando las mismas personas las de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Descendimiento de la Cruz, quedando este caso resuelto pocos días antes de la celebración de la Semana Santa[3].
Otro de los temas que preocuparon a don Juan Antonio durante toda su vida fue la de la educación infantil, insistiendo principalmente en las niñas. En la segunda mitad del siglo XVIII fundó el Colegio de Niñas Educandas junto a la ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Sabemos que dicha fundación comenzaría a gestarse en los primeros meses del año 1774 pues se conserva una carta dirigida al Concejo de Montoro solicitando una porción de terreno en los aledaños de la referida ermita, con el beneplácito del obispo cordobés don Martín de Barcia[4]: “…ha resuelto establecer en el santuario de Señor San Juan de Letrán y casas contiguas, un colegio de Niñas Educandas para facilitar por medio de una instrucción tan oportuna como en semejantes casas se logra los adelantamientos espirituales y temporales que su paternal amor de sea a todo este vecindario. Y necesitándose para este efecto traer la pared de dichas casas por línea recta hasta que mire su extremidad por otra ygual línea a la esquina superior de dicha Herrmita…”.
El sustento económico de dicho inmueble procedía principalmente de las rentas que él le asignaba de su propio haber, aunque también se nutrió de otros donativos provenientes de vecinos pudientes, sobre todo si don Juan Antonio los asistía en la redacción de su última voluntad[5]. En la doceava pregunta del interrogatorio de Tomas López de 1792, el vicario hizo constar la existencia de un Colegio de Niñas Educandas en la localidad, “…donde las internas reciben gratuitamente clases públicas, enseñándose a leer, escribir, coser, bordar y demás haciendas propias del sexo…”. También hace hincapié en que aprendían también las reglas básicas de la vida civil y cristiana.
Don Juan Antonio del Peral también se hizo cargo de trasladar y dirigir las obras del hospital de Jesús Nazareno pues algunas de sus partes se habían desplomado[6]. Este deterioro provocó que a fines de la década de los setenta del siglo XVIII, trasladase a la nueva obra a los ancianos y enfermos ingresados en este inmueble. Intuimos que ayudó don Pedro del Cerro en el planteamiento de la nueva capilla del Hospital, en la sala donde se instalarían las religiosas, en el diseño del aljibe y obras del coro, y el la proyección de su sepultura en el interior del templo. De ahí que el 18 de enero de 1777 escribiese una carta al Cabildo eclesiástico de Córdoba[7], pidiendo la exención de algunas de sus obligaciones cotidianas pues tenía que atender la flamante fundación del Colegio de Niñas Educandas, la reforma de la parroquia de San Bartolomé y el traslado de los enfermos.
Algunos de los cargos que desempeñó a lo largo de su vida fueron los de Calificador del Santo Oficio, Beneficiado de Castro del Río y Espejo, Examinador Sinodal del Arzobispado de Sevilla y de Astorga, y Prebendado de la Santa Catedral de Córdoba.
Nuestro vicario también fue un protector abnegado de las Obras Pías existentes en la localidad pues, cuando se comenzó a construir el nuevo edificio del Real Pósito en la Plaza Mayor por parte del maestro de obras de Córdoba, don Francisco García Terrín[8], interpuso una demanda contra los interventores que subastaron los trabajos, ya que éstos incluyeron como pertenencias del mismo una parte de casas y de bodega aceitera que pertenecían a la Obra Pía que fundó don Pedro Fernández de Córdoba, y la cual fue rematada en seis mil trescientos reales[9].
De nuevo encontramos a nuestro religioso preocupado con el desarrollo la Semana Santa de Montoro posiblemente causado por algún suceso en las procesiones del año 1778. En esta ocasión se dirigió al obispo y posteriormente a las diferentes hermandades pasionales para que realicen sus estatutos, pues llevaban más de un siglo sin reglas. Además llama a que se celebren la elección de Hermanos Mayores con asiduidad, pues las diferentes cofradías seguían manteniendo las mismas personas en su junta de Gobierno al antojo de unos cuantos[10]. Así el 13 de junio del mismo año se concedió por parte del Obispo cordobés, don Baltasar de Yusta Navarro, la licencia necesaria para que este vicario redactase las nuevas normas de las tres cofradías pasionistas del Jueves y Viernes Santo, estando con el beneplácito de los hermanos[11].
Su preocupación por el culto divino hizo que el 16 de abril de 1781 don Juan Antonio escribiese al concejo de Montoro, para obtener la licencia que le permitiese erigir o reconstruir un altar en el rincón que existía en la pared trasera de la Iglesia parroquial, enclavada entre las puertas de su casa y el postigo antiguo que se encontraba cerrado, y que según el vicario[12]: “… con dicho destino no solo se aumentaría el culto, sino también se eliminaría la intolerable indecencia de estar sirviendo de un lugar de común excrementicio; y siendo el dicho rincón inútil con una extensión de unas cuatro varas, la utilizaría para establecerlo en el fin religioso…”.
El 4 de marzo de 1779 aceptó que don Diego Obrero Moya fuera el Hermano Mayor de la Cofradía de Padre Jesús, pues no incumplía las normas que estableció para el gobierno de las cofradías penitenciales montoreñas. Este señor en agradecimiento donó el manto bordado de 1783 a la Virgen de los Dolores[13] y reparó ciertos deterioros de los techos del colegio de Niñas Educandas.[14]
Con motivo de su preocupación por la recaudación del diezmo, llevo a cabo la nueva edificación de las Tercias Catedralicias en la calle denominada del Corral del Obispo. La existencia de este tipo de inmueble en Montoro no era una novedad para el vecindario, pues antes de que se produjese la repoblación del olivar en el término ya se encontraba una entre la calle de la Corredera y la Plaza Mayor. Las citadas Tercias Catedralicias contaban con dos bodegas, una para el almacenamiento del vino con nueve vasos que daban alojamiento a cuatrocientas cincuenta arrobas, mientras el aceite se depositaba en treinta y cuatro tinajas con una capacidad de recepción de tres mil seiscientas arrobas de producto[15].
Así que en 1784, por parte de nuestro vicario, se solicitó al Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, la puesta en marcha de un proyecto mediante el cual se debía de hacer una nueva casa Tercia que resolviese en la medida de lo posible las deficiencias que la actual tenía. Por lo que en enero de este año, don Juan Antonio adelanta la cantidad de nueve mil reales en que se había tasado el nuevo solar (actual emplazamiento), a cuenta del Diezmo recaudado del año 1782. A pesar de ello, hasta Mayo del 1784 no se aprueba en el Cabildo la compra de este terreno, firmándose las escrituras del mismo el día 24 de este mes y año ante el capellán del Hospital de Nuestro Padre Jesús Nazareno, pasándose a inscribir la misma a nombre del Cabildo Eclesiástico de la Catedral Cordobesa, como podemos apreciar en su portada principal: “Tercias del Ylustrísimo Cabildo de la Catedral de Córdoba”.
El edificio tratado se construye con piedra arenisca local, configurando dos pisos que mantienen el mismo esquema de una planta rectangular y cubierta a dos aguas. El acceso se realiza a través de una puerta adintelada compuesta por siete sillares de molinaza en torno a una clave central donde se inscribe la fecha de finalización de la obra. Tras éste nos encontramos en un patio descubierto coronado por varios pináculos[16], donde hallamos la entrada a la planta baja y las escaleras de acceso al piso superior. Una vez que penetramos en el patio, observamos que en el dintel existente al principio de la bodega enclavada en la planta baja se puede leer hoy en día una inscripción que hace mención al constructor del edificio, Francisco Luís de Mora[17].
Años después, con motivo de la nueva rotulación de las calles en el municipio don Juan del Rosal Valderrama escribió una instancia al consistorio montoreño para que rotulase con nombres de personajes importantes algunas de las calles de la localidad. Del Rosal se acordó del vicario queriendo que se le dedicase la calle de la Inclusa (hoy de Sor Josefa Artola) a este personaje con motivo de las obras de las tercias[18].
Otro de los temas donde nuestro religioso destaco fue en las diezmerías de Montoro. Don Juan Antonio del Peral estaba a cargo de recaudar todo este impuesto procedente del gravamen que tenían todos los productos para la iglesia en un diez por ciento. Durante su permanencia en este cargo sabemos que percibía una renta anual aproximada en unos ocho mil reales, con los cuales paliaba mucha de las necesidades y comprendemos mejor su gusto por la vida algo refinada[19]. En ocasiones sabemos que la exposición de cuentas en el obispado de Córdoba la resolvía mediante el envío de cartas por la inseguridad imperante en los caminos, o a través de otras personas como fueron el canónigo Pedro Antonio de León o Bartolomé Basabru.
Cuando se realizaron las relaciones geográficas de Tomás López en 1792, fue Peral y Buenrrostro quien contestó al interrogatorio remitido a la localidad. En la carta de remisión se disculpa del borrón que se había producido en el plano del término municipal, pues según palabras textuales: “…formado con la poca destreza que ocasiona la ninguna aplicación que por estos países hai de la geografía…”[20]. El interrogatorio consta de varias partes entre las que estacamos por su importancia al origen e historia del municipio, diciendo que la localidad estaba compuesta por 2362 vecinos y bajo la jurisdicción del Duque de Alba. También entra en delimitar el término con sus linderos y pueblos comarcanos, además hace una graciosa descripción del meandro del Guadalquivir: “…y pasa junto a la villa por una angostura entre peñascos de un mármol negro ordinario, ciñéndola en la mayor parte en la figura de una herradura…”. En la octava pregunta defendió que el mejor de los productos que se cultivaban en Montoro es el aceite de oliva por su peso, olor y buen gusto. También hace constar el trigo, cebada, verduras, frutas, pescados y paños pardos.
Se hace referencia a las aguas minerales que existían en el término, aunque sin especificar donde se encontraban dichos manantiales, al igual del número de canteras de piedra repartidas por la sierra especialmente de molinaza, cristal montano de diversos colores. También existían minas de plata que explotaba un tal Diego Poblete, y minas de oro en el interior del municipio en la calle Domingo de Lara donde aparecían ocasionalmente algunas pepitas de oro.
En la pregunta quince explica los restos arqueológicos aparecidos en la localidad lamentando la perdida de unas tablas de bronce y cobre aparecidas en la Huerta Mayor, las cuales nadie se preocupó de copiar: “…por que la ignorancia de la preciosidad de este documento por una parte, y la codicia por otra hicieron que se consumiesen aquellas tablas en los momentos de su hallazgo, sin dejar copia ni memoria alguna…”.
Para concluir dicho interrogatorio escribió una nota marginal indicando la presencia de numerosas monedas romanas y muchos fósiles, los cuales ya López de Cárdenas se encargó de enviar a Madrid para su estudio.
Don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro falleció el 30 de noviembre de 1802. No sabemos que fue la enfermedad que ocasionó la muerte del religioso, pero todo parece indicar que fue una muerte súbita según consta en la sesión capitular del 3 de diciembre del mismo año[21].
En esta se hace un auto para que el albacea testamentario del religioso devuelva la llave al consistorio del arca de la Insaculación, pues al tener la misma tres llaves no podían celebrar la elección de nuevos cargos. Al final el nuevo vicario, don Juan Antonio Canales, recibió el cargo de sucesor del fallecido pasando a abrir el arca el 6 de diciembre del año en cuestión[22].
Se encuentra sepultado, por petición suya testamentaria, en las espaldas de la ermita de San Juan de Letrán con una sencilla lápida que refleja que descansan los restos del Ilustre vicario y fundador del Colegio de Niñas Educandas.
Notas
- ↑ Muñoz Dueñas, M.D.; “Economía e Iglesia: un año en la vida de don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro, vicario de Montoro”, III encuentros de historia local del Alto Guadalquivir, 1991, Córdoba, p. 291.
- ↑ Muñoz Dueñas, M.D.; El Diezmo en el obispado de Córdoba (1750-1845), Córdoba, 1989, pp.323-330.
- ↑ AHP.[Archivo Histórico Parroquial] (SBMo.) [San Bartolomé de Montoro], Libro de Cabildos de la Cofradía del Santo Entierro y Soledad (1717-1794), Año 1773, s/f.
- ↑ AMMo. [Archivo Municipal de Montoro]. (SAC) [Serie de Actas Capitulares], Tomo 29, Año 1774, pp. 78r-v.
- ↑ Existen numerosos testimonios en los que participó como albacea testamentario, y en la gran mayoría se designa una cantidad al colegio de niñas educandas.
- ↑ AHPCo. [Archivo Histórico Provincial de Córdoba] [PNMo.] (Protocolos notariales de Montoro), Legajo 7159-P, Año 1770, p. 216v.
- ↑ AGOCo. [Archivo General del Obispado de Córdoba]; Sección de rentas diezmales, Hazimientos del año 1777.
- ↑ AMMo.; Caja 1528, Año 1766, p. 1v.
- ↑ “… Sea notorio a todos los que este público instrumento vieren como yo, D. Juan Antonio del Peral y Buenrrostro, Calificador del Santo Oficio de la Inquisición de la Ciudad de Córdoba, Examinador Sinodal del Arzobispado de Sevilla, Vicario y Cura de las Iglesias de la villa de Montoro, Patrono de la Obra Pía que en ella fundo el beneficiado Pedro Fernández de Córdoba, digo que a ella pertenecen unas casas y bodega de azeyte en la Plaza Maior de esta villa, de las que la maior parte, a excepción de las bodegas, se ha agregado a el Pósito en virtud de Orden Superior según e llegado a entender, para cuia fábrica no ha sido precisa una pieza con cinco ventanans por cuia causa se ha subastado por los Señores Interventores de dicho Pósito, y se ha rematado en seis mil y trezientos reales, siendo esto en grave perjuicio de la dicha Obra Pía…”. AHPCo. [PNMo.], Legajo 7163-P, Año 1774, Pág. 213v-214r.
- ↑ “…se hallan desde el siglo pasado sin reglas por que se perdieron y sin asiento de hermanos o cofrades que formen hermandad porque no hai más formalidad para su Servicio que el que aquellos que las sirven en una año propongan a otros según su antojo para que las sirvan en el venidero las quales aceptan o no según su voluntad como quiera que no hai más título para la propuesta que la voluntariedad del proponente…”. A.H.P. (S.B.Mo.), Carpeta de Jesús Nazareno, Año 1778, s/f.
- ↑ Ídem.
- ↑ AMMo. [S.A.C.], Tomo 37, Año 1781, p. 100r.
- ↑ Aún se conserva entre los enseres de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores.
- ↑ “…pues no solo se ha arruinado parte del techo de su primera nave, sino que se ha declarado por Peritos ynteligentes, estar todos amenazando ruina a el paso que dicho Colegio esta indotado y sin advitrio para su reparo; Y considerando que esta cantidad asciende por lo común en cada un año a la de un mil y cien reales desde luego ofrece, y esta pronto a consignar en la persona que su merced señale la de un mil quinientos reales para maior honra y Gloria de Dios y de su Madre Santísima, sufragio de las Almas de sus defuntos, desencia de dicha Yglesia y consuelo Espiritual de las Ermanas de dicho Colegio a quienes desde ahora pide y encarga le tengan presente y a toda su familia en sus oraciones y debotos execicios…”. AHP. (SBMo.), Carpeta de Jesús Nazareno, Año 1779, s/f.
- ↑ Ortiz García, J.; La Industria agroalimentaria en Montoro, Córdoba (Siglos XV-XIX). Inédito.
- ↑ Los pináculos que se utilizan son iguales a los que se colocan en las torres de los molinos de aceite del siglo XVIII.
- ↑ “…Se hizo esta obra con intervención de el señor don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro, Prelado de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba y Vicario de la de Montoro. Artifize: Francisco Luís de Mora, vezino de la Ciudad de Bujalance y se acabó en 23 de diciembre de 1786…”.
- ↑ A.M.Mo., Caja s/c, Año 1897.
- ↑ Muñoz Dueñas, M.D.; El Diezmo en el obispado de Córdoba (1750-1845), Córdoba, 1989, pp.323-330.
- ↑ B.N.; Interrogatorio de Tomás López.
- ↑ “…por haber fallecido repentinamente el señor don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro, vicario, juez eclesiástico de las Iglesias de esta villa, como al toque de oraciones del día treinta de noviembre próximo…”. AMMo., (S.A.C.), Tomo 38, Año 1802, p. 346r.
- ↑ Ídem, pp. 346v-347r.
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