Las Nocturnas

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Las Nocturnas

Recuerdos Cordobeses [1]

En los años treinta, cuarenta y algo de los cincuenta del pasado siglo, los espectáculos taurinos que se celebraban de noche en el desaparecido coso de los Tejares, y últimamente en el de Los Califas, era conocidos y llamados popularmente como, “LAS NOCTURNAS”, y gozaban de la aceptación del público llano y sencillo de Córdoba.

Estos festejos solían comenzar después de las veintitrés horas de los sábados y ofrecían la oportunidad a cuatro “aspirantes” a figuras del toreo de distintos barrios de Córdoba, a enfrentarse, ante cuatro vacas, también tenía el público el aliciente de un sorteo de regalos al final del festejo, muy deseados, en aquellas fechas, para ello, cada localidad llevaba impreso un número. Otros sábados, ofrecían actuaciones de bandas taurinas musicales con las cuadrillas de “charlores” y hasta novilladas. Tenían muy buena publicidad, a partir de los jueves, repartían por las calles unos prospectos de mano del tamaño, de una hoja de un periódico de hoy, destacando el sorteo de premios.

Las muy calurosas noches de Julio y Agosto en Córdoba, y más en aquellas modestas viviendas donde lo único que había para combatir el calor, eran abanicos y botijos, y si le añadimos, las calles y plazas semioscuras, porque, como medida cautelar, desde 1936 hasta finales de 1940 las bombillas del alumbrado público tenían puestas unas tulipas para que la luz proyectara hacia el suelo, quedando tristes las calles.

Las nocturnas, era un motivo para romper la monotonía, y acudir a la Plaza de Toros de los Tejares que presentaba a un alegre aspecto, con las 8 puertas abiertas desde las 21 horas, con sus porteros y escoltado por dos guardias civiles en cada una, llenas de luz, más, las largas colas en las taquilla, y gran cantidad de puestecillos de higos chumbos, helados, arropías y las simpáticas aguadoras, aquel ambiente, contagiaba al popular público.

Había localidades desde, 1,50 pesetas y la ilusión de tener suerte, y le cayera la soñada “máquina de coser”, o la “despensa para un año”...

La Plaza de Toros, se iba ocupando con antelación por grupos de personas venidas de todos los barrios provistos de botijos llenos de aguas para paliar la sed.

La gente, disfrutaba con el llenazo y con el ir y venir de los “rifadores”, que vendían los números para el sorteo de la Muñeca con el décimo de la lotería y los vendedores de gaseosas de bolillas, mientras, la simpática señora toda vestida de blanco y al grito de -“A los saladillos”. Vendía los frescos altramuces. Los lentos “regadores” con una manga, dejaban el albero a punto, que despedía un frescor a los tendidos que se mezclaba con el olor a jazmín de los ramos que llevaban las mujeres. Por otro lado, los torerillos, se vestían en. el patio de cuadrillas y desolladero, junto a un pilón que había a la derecha, bajo la mirada del alquilador de vestidos de torear, conocido como "Guerrita Chico", algunos de estos viejos “ternos”, estaban cuajados de chinches. La plaza d de “carburos” para un posible apagón. Al final, el esperado sorteo, para el cual, sacaban un Bombo al centro del ruedo y un señor que no paraba de darle vueltas a la manivela y un niño con la mano alzada hasta que sacaba la matriz de la entrada vendida que era, la premiada.

El niño, se dirigía a la puerta de arrastre donde estaban, el delegado gubernativo, el representante de la empresa, un rotulista que rápidamente sobre una pizarra negra plasmaba el número, con ella, daba una vuelta al ruedo hasta que bajaba el agraciado, en esto, había un poco de “cachondeo”, si era un Mantón de Manila, se lo hacían poner (casi siempre bajaban a por los regalos hombres) y si era una bicicleta, le hacían que se montara etc... pero el Premio estrella, era las 1000 pesetas de la época, que se la entregaban en 10 fajos de billetes de Cinco pesetas, que el público a coro, iban contando, este agraciado, era acompañado hasta la parada de taxis por dos policías armados.

Un año, antes de 1936, rifaron una pequeña casita de 3 plantas, ubicada en la calle Pescadería entonces, el barrio chino cordobés; a las dos de la madrugada, el público regresaba a sus hogares después de haber pasado una magnifica velada en aquellos difíciles, pero maravillosos años.


Referencias

  1. . José Rafael Solís Tapia en La Montera, diciembre año 2007

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