Majadaiglesia

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El yacimiento de Majadaiglesia se sitúa en la comarca de los Pedroches, a unos 6 km. de la localidad de El Guijo, junto a la ermita de Nuestra Señora de las Cruces, de gran devoción entre la población.

Como es habitual, el marco físico ha jugado un papel determinante en el desarrollo cutlural de la comarca de los Pedroches, ocupando una mesta de altura moderada de Sierra Morena. Esta situación la convierte en fronteriza entre las cuencas del Guadiana y del Guadalquivir. El clima es mediterráneo continental, con precipitaciones moderadas muy desiguales dritribuidas a lo largo del año y con unas temperaturas de marcado contraste entre el invierno y el verano. Estas características han ocasionado un escaso aprovechamiento agrario de la comarca, provocando el desarrollo de la explotación ganadera que históricamente es el que mejor se ha adaptado al medio, caracterizado por el desarrollo del encinar y las dehesas.

Volviendo al yacimiento, éste se ubica concretamente en el valle que forma el arroyo de Santa María. Junto a él se alza un cerro amesetado de escasa altura que, en la actualidad, ocupa el cortijo de Majadaiglesia el cual ha dado nombre al lugar. Este cerro limita al Sur con el citado arroyo y al Oeste con un pequeño, en la actualidad seco, que se comunicaba con el de Santa María.

Al Oeste del cerro, pasando el pequeño arroyo, se localiza el otro sector de la Zona Arqueológica de Majadaiglesia, el ocupado por la ermita de la Virgen de las Cruces, al otro lado del camino que, procedente de El Guijo, lleva hasta San Benito.

Antecedentes históricos

Las primeras excavaciones arqueológicas en Majadaiglesia de las que se tiene conocimiento se realizaron en torno a 1930. Se llevaron a cabo de manera particular y por ello fueron paralizadas por la autoridad competente de Toledo. A este momento, corresponde la exhumación de gran parte de los restos arqueológicos visibles en la actualidad. Destacan los restos pertenecientes a una infraestructura hidráulica (cisternas, conducciones subterráneas, pozos, etc.) de época romana de la que hay pocos paralelos en el Valle de Los Pedroches.


En 1981 y 1983 fueron realizadas unas catas en las proximidades de la Ermita de las Cruces, dirigidas por el arqueólogo D. Alejandro Marcos Pous. La intervención constató la existencia de cerámicas celtíberas, por lo que se verificó que el yacimiento formó parte de la Beturia céltica de la que hablaba Plinio el Viejo. Se hallaron también cerámicas a mano, de pastas muy oscuras y superficies casi mate asignadas a la Edad del Bronce, siendo el testimonio más antiguo de la ocupación del lugar.

Es la etapa tardorromana la de mayor florecimiento del yacimiento, pues a ella corresponden la mayoría de las inscripciones y monedas en él halladas. Algunos autores, como Samuel de los Santos, así como las líneas de investigación actuales, identifican el asentamiento con la antigua Solia. Esta hipótesis se fundamenta principalmente en el trifinium encontrado a principios del siglo XVI en el pozo llamado de las Vacas, a unos 200 metros de Villanueva de Córdoba. Está datado en el siglo II d.C. y en él se señala la división de términos entre los sacilienses, eporenses y solienses, y aparece corroborada por las asistencia de su Presbítero Eumantio al Concilio de Elvira. De estas tres ciudades citadas, están identificadas con seguridad, Sacili con Pedro Abad y Epoca con Montoro.

El erudito local P. Fita transcribió el trifinium de la siguiente manera:

TRIFINIUM IN R SALICIENSES EPORENSES SOLIENSES EX SENTENT IVLII PROCULI IVCIC CONFIRMATUM AB IMP CAESARE HADRIANO AVG

“Trifinium In(te)r Salicienses, Eporenses (et) Solienses, ex sentent(ia) Julii Proculi iudic(is) confirmatum ab imp(eratore) Caesare Adriano Aug(usto)”

Que vendría a decir lo siguiente: “Trifinio entre los Sacilienes, Eporenses y Solienses confirmado por le emperador César Augusto Adriano con arreglo a la sentencia del Juez Julio Pŕoculo”

Se conservan algunos fragmentos de la red viaria que uniría estos tres enclaves. Uno de ellos corresponde a la via glarea en la Fragua de Casillas, a unos 7 kms al N-O de Montoro. Otro fragmento de calzada se sitúa en la Umbría del Quejigal en el Camino Real entre Montoro y Villanueva de Córdoba. Por la dirección de estos caminos, podrían corresponder a la vía vecinal que uniría Epora y Solia, corroborando la hipótesis del trifinium, pues éste fue hallado muy cerca del lugar por donde discurriría el camino.

También destaca la existencia de una pila bautismal de inmersión en la ermita de la Virgen de las Cruces, indicativa de la existencia en el lugar de una iglesia paleocristiana cuya presencia está además refrendada por varias inscripciones funerarias de esta época. Por tanto, en época visigoda, el asentamiento de Majadaiglesia debió subsistir gracias al papel religioso, cuestión en la que algunos autores ven la causa de su abandono en época islámica. De hecho, se tiene constancia de hallazgos numismáticos de época de la Reconquista.

Las últimas referencias históricas al yacimiento se remontan a 1189, cuando la ermita de Majadaiglesia es mencionada en un documento referido a los límites de la jurisdicción de la Orden de Calatrava, donde se cita con el nombre de “Villar de Sancta María”

Descripción

Los restos arquitectónicos del antiguo asentamiento de Majadaiglesia se localizan casi todos en el cerro. Juan Ocaña hacía referencia a una triple línea defensiva d ella que apenas quedan restos que se puedan identificar como tal, a no ser, algunos muros y un pequeño contrafuerte localizados en la ladera Sur. Según este autor, la primera línea defensiva discurriría sobre el contorno superior del cerro; la segunda, hacia media ladera, al menos por el lado Sur; y la tercera, estaría constituida por un recinto exterior, muy próxima al cauce del arroyo de Santa María.

Juan Ocaña aludía también a varios restos de viviendas, reconocibles por su forma rectangular; en concreto, menciona una pieza de grandes dimensiones (13,12m x 6,70m x 1,20m) y otra mucho más pequeña y cuadrada, ambas en la meseta del cerro, junto a una tercera rectangular de 10,80 m de largo. De estas supuestas viviendas no quedan restos reconocibles en la actualidad.

Sí se conserva en la explanada delante del actual cortijo de Majadaiglesia, una gran estructura de 13 metros de largo y 6,5 de ancho, pudiéndose medir cerca de 3 metros de profundidad. La técnica edilicia es opus caementicum y, en su paramento, se observan unos orificios cuyo uso no se puede confirmar todavía. Por su topología, debió usarse para el almacenamiento de agua, siendo una cisterna descubierta.

Junto a la misma, se sitúa una estructura rectangular de 2,70 m de ancho y 10,70 m de logintud, paralela al lado corto orientado al oeste de la cisterna. Debido a que los restos han vuelto a enterrarse durante los últimos años, no puede contemplarse todo su perímetro en la actualidad, por lo que es difícil deducir su relación con la edificación anexa. La continuidad del proyecto de puesta en valor del yacimiento dará más luz sobre su forma y utilidad.

Sí permanece claramente reconocible una construcción subterránea que discurre en dirección Suroeste, hacia la confluencia de los dos arroyos que bordean el cerro. El túnel subterráneo está hecho de mampostería y está abovedado. La anchura del mismo en su entrada es de 74 cm, estrechándose ligeramente ladera abajo. La luz del arco de la bóveda es de 68 cm. y la flecha mide 36 cm. La conducción consta de dos muros tangentes que franquean su entrada de en torno a metro y medio de longitud y una altura media de 40 cm., realizados también en mampostería.

Hasta la fechas recientes, se podía seguir en varios metros al menos en dos tramos, uno hacia el centro de la meseta y otro hacia el Oeste. Pero en la actualidad, únicamente se conserva el tramo que desciende hacia el Oeste, prácticamente cegado por tierra. Junto a su arranque, se puede ver un pozo de más de 6 m de profundidad y cerca de 3 m de diámetro, cuya relación con la conducción no es reconocible de momento.

A media ladera, en dirección suroeste, se reconocen otros restos de opus caementicum de gran entidad pero que, al permanecer en gran medida enterrados, no permiten definir su función, aunque puede percibirse el arranque de alguna bóveda.

Junto a ellos, se conservan dos grandes estructuras de opus caementocium. La mayor de ellas posee una abertura de 2 metros de anchura y media metro de abovedado de gran profundidad prácticamente cegado por la tierra. Su limpieza arrojaría mucha luz sobre su destino, aunque podría afirmarse que son los restos de una gran cisterna. Junto a su acceso, se distinguen los restos de un muro de mampostería de 2,5 m de longitud y una altura media 40 cm.

Continuando el descenso hacia el suroeste del cerro se encuentra un canal en dirección este-oeste que tiene al descubierto 11,65 m de longitud, una anchura de 75 cm. y 1 m de profundidad, conservando el opus signinum en sus paredes y parte del arranque de la bóveda que debió cubrirla.

Junto a él se levanta una gran estructura de opus caementicium de 4,20 m de longitud, 1,60 m de altura y 1,40 m de grosor, que parece vinculada con la cisterna abovedada descrita anteriormente.

J. Ocaña menciona también un edificio termal basándose en la construcción rectangular situada en la ladera suroeste del cerro de la que podían verse el orificio de desagüe y el muro sur.

Las labores de limpieza que se están llevando a cabo en la actualidad han dejado al descubierto el resto de la estructura, que corresponde a una natatio de 7,30 de longitud y 6,50 m de ancho, edificada con muro de opus caementicium de cerca de 1 m de grosor. Mantiene en muy buen estado de conservación el opus signinum que la recubre y el cordón hidráulico que bordea todo el perímetro del fondo de unos 10 cm. de grosor.

Se conservan dos escaleras de descenso, una en la esquina noreste y otra en la noreste, ambas con forma de abanico. Al situarse en esquina, los escalones van aumentando de tamaño desde el superior al inferior, teniendo entre 20 y 30 cm. de grosos cada uno y apreciándose un ligero estrechamiento hacia los lados.

La escalera noreste es la que se preserva en perfecto estado, sin embargo, la noreste presenta un poco de rotura en su primer y segundo escalón que permita ver su técnica edilicia, a base de ladrillo y argamasa, recubiertos luego por el signinum. En ambas escaleras la junta que las une al muro está perfilada por el cordón hidráulico.

El canal de desagüe está algo dañado. Tiene 17 cm. de ancho por 27 de alto con una profundidad de 80 cm. atravesando el muro. Está realizado con ladrillos unidos por argamasa.

De la natatio parten una serie de muros en muy buen estado de conservación que definen una sucesión de estancias y que enlazan con las estructuras antes descritas y cuya función deberá estudiarse más detenidamente.

Parte del mismo yacimiento lo constituye la zona ocupada por la ermita de las Cruces, situada en terrenos llanos al Oeste del cerro. En el interior de la ermita se conserva, justo bajo la cota actual del pavimento de la sacristía, una pila bautismal por inmersión de forma cruciforme, cuya terminación es redondeada, de 1,23 y 1,33 m de lado, y 0,65 m de profundidad. En su lado Este tiene dos escalones, y en el Norte, a la derecha de los escalones, el orificio de desagüe. Está construida en piedra, y tiene un recrecido de ladrillo. Actualmente, está protegida por una verja de hierro, y se ha convertido en reclamo turístico.

La pila bautismal es el único testimonio que ha permanecido de la existencia de un baptisterio paleocristiano o visigodo en esta zona, posiblemente bajo la ermita moderna. En sus alrededores se realizaron excavaciones en 1981 y 1983, dirigidas por D. Alejandro Marcos Pous, cuyos trabajos documentaron la existencia de estructuras tardorromanas y de una necrópolis de la misma cronología, estas últimas muy próximas a la ermita. Las estructuras correspondían a muros de edificios orientados Este-Oeste y Norte-Sur, a un empedrado rústico y a restos de columnas de ladrillo.

La existencia de la necrópolis se adivinaba con anterioridad a los trabajos de excavación, ya que en los terrenos colindantes con la iglesia abunda el material cerámico, y han sido frecuentes los hallazgos de inscripciones funerarias. Una de ellas, de los siglos III o IV d.C., está reutilizada en el umbral de entrada al templo y, según J. Ocaña, en ella se lee:


PORTIV(s)/RIGVS (ca/r)VS SVIS (an/n) LXXX (s)/E.S.T.T.

La cual, el mismo autor interpreta así: “Porcio Rigo, querido de los suyos, de ochenta años, está sepultado, séate la tierra leve”.

Otra inscripción, que correspondería con un ara del siglo VI d.c., se encuentra empotrada en una de las paredes de la sacristía y colocada al revés, resulta de más difícil lectura; pero el mismo autor interpreta de la siguiente manera:

SEXT (...) ANVS/PRAE (...) DE MODESTUS

Otras inscripciones, varias de las cuales están reutilizadas en el cortijo de Majadaiglesia, han sido fechadas entre los siglos I y IV d.C. En una de ellas, empotradas en el horno del cortijo de Majadaiglesia pueden leerse las letras “ORCIA” y podría identificarse con el nombre de PORCIA, ya conocido en el valle de los Pedroches en la época. Esta inscripción está adornada con tres arcos de circunferencias concéntricas.

También procede del yacimiento el relieve de Ceres y Proserpina conservado en el Museo Arqueológico de Córdoba, así como el capitel corintio y el fragmento de la pierna de un togado del Museo de Villanueva de Córdoba.

En cuanto a la numismática, todas las monedas halladas en el yacimiento se encuentran en manos particulares. Se tiene constancia de que las más antigua es de época íbero-romana, se conoce otra de plata de Antonino Pío, pero las que más abundan son pequeños bronces de los siglos III y IV, siendo poco frecuentes las cristianas de la Reconquista y de las Reyes Católicos.

Gracias a que el cerro donde se ubica el yacimiento nunca ha sufrido explotación agrícola y a que, desde tiempos de la Reconquista, no se ha habitado, salvo por el cortijo que lo corona, el estado de conservación de los restos es muy bueno.

La mayoría de las encinas que se distribuyen por el cerro han crecido de tal manera que no han dañado las estructuras, bordeando a las mismas con sus raíces. Como es característico en la zona, la explotación de la finca se dedicó a la ganadería, por lo que el daño ha sido ínfimo, además de que en los últimos tiempos ni siquiera ha tenido tal uso.

Con mucha probabilidad, por sus situación coronando la finca y su cercanía a vestigios que se observan en superficie, el edificio del cortijo de Majadaiglesia se construyó sobre alguna estructura arqueológica. Esta evidencia se refuerza con las tradiciones orales de la zona que han transmitido a las muevas generaciones historias protagonizadas por túneles y pozos que, como suele ocurrir con estos testimonios, entrañan algo de verdad.

Tanto en excavaciones de los años 80 como en las labores de limpieza actual, es muy común el encontrarse con restos de elementos constructivos procedentes del derrumbe de los edificios, tales como tegulae, adobes simples y con decoración geométrica incisa y placas de mármol. También es común la aparición de cerámicas, mayoritariamente asas, bordes y bases, por ser las partes más resistentes y haberse añadido al resto de la pieza en su elaboración. Así como algún fragmento de terra sigillata, algunos con decoración geométrica y con representación de fauna.

Todos estos elementos han sido encontrados muy fragmentados debido al movimiento de tierra que sufrió en los años 30 la zona en la que se está interviniendo, unido al expolio continuado que ha sufrido hasta tiempos recientes. Momento actual

Todas las posibilidades históricas y naturales de este conjunto podrían convertirse en el eje de dinamización socioeconómica de El Guijo y contribuir al desarrollo sostenible del término municipal y del Valle de los Pedroches.

Con esta intención comenzó su andadura el Taller de Empleo “Arqueología en Majadaiglesia” el pasado mes de febrero tutelado por la Consejería de Cultura, auspiciado por el Excmo. Ayuntamiento de El Guijo y financiado por el SAE. Mediante la fórmula del Taller, se ha dado empleo a 12 vecinos de la localidad repartidos en dos módulos, Auxiliar de Arqueología y Trabajador Forestal.

Este proyecto se centra en la recuperación y puesta en valor de los restos excavados en 1930 que el tiempo y las escorrentías volvieron a enterrar, procediendo a su consolidación y musealización, de manera que se asegure la rentabilidad social de este Patrimonio Arqueológico. En la misma línea, se está trabajando en la delimitación del yacimiento para su declaración como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Zona Arqueológica.

Todas estas características del enclave podrían convertirlo en un eje de dinamización socioeconómica de El Guijo y contribuir al desarrollo sostenible del término municipal y del Valle de Los Pedroches. Con este objetivo se está elaborando un plan de rentabilidad que aproveche este potencial arqueológico y natural, creando puestos de trabajo tanto directos como indirectos.

Para ello, se esta trabajando en un producto turístico de alta calidad encauzado por Sogitur S.A. (Sociedad de Gestión e Inversión en Infraestructura Turística de Córdoba), en el que se aunen, además del patrimonio cultural y natural ya descrito, la oferta de un alojamiento rural, un restaurante temático, actividades lúdico-educativas y la adaptación del conjunto a minusválidos y deficientes visuales.

Afortunadamente, para que este proyecto pueda llevarse a cabo, se ha contado desde un principio con la colaboración de la Consejería de Cultura, cuyos servicios técnicos prestan el apoyo y asesoramiento necesario, la energía e ilusión del Excmo. Ayuntamiento de El Guijo, la apuesta del SAE al conceder un Taller de Empleo y las facilidades del a propietaria del cortijo de Majadaiglesia al ceder el terreno en el que se ubican los restos.

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