Manolo de la Corredera

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Manolo de la Corredera.

Antes de comenzar esta reseña se quiere anotar que el contenido del mismo puede herir la sensibilidad de algunas personas. Si se publica es por dos motivos:

Primero para conocer a este desgraciado personaje que formó parte de la historia callejera de Córdoba, y segundo, para reivindicar que cualquier ser humano discapacitado intelectual se merece el mismo respeto o quizá más que cualquier ciudadano.

Un marginado desventurado de la vida fue “Manolo el tonto de la Corredera” así llamado en su época. Vivió allá por los años cuarenta y principios de los años cincuenta del siglo XX. Este pobre muchacho, iba sobreviviendo con lo poco que se le podía dar en aquellas fechas de miseria y racionamiento, y, aunque discapacitado, era muy simpático y cariñoso, ya que para hacerse querer siempre decía lo que la gente le había enseñado a fuerza de repetírselo mucho.–Yo soy el tonto “der lugá” que “tos comen” trabajando y yo como sin trabajar'. O esta otra: -No “engo” ni mama y papa dame “pa come” que soy el tonto Manué.

Con el tiempo esta pobre criatura se fue refugiando entre los comerciantes de la plaza de abastos, pues al parecer, carecía de familia y los que podían remediar su situación no tomaron interés en meterlo en un asilo. Su ilusión consistía en recorrer diariamente los puestos y coger lo que buenamente le dieran, siendo su reclamo las cantinelas antes dichas, así sobrevivía con su miseria pero a la vez alegre y confiando en las buenas gentes.

Pero como todo en la vida no es bueno, se dio de cara también con la mala fortuna, de tal forma, que se encontraba frecuentemente con bromistas sin conciencia ni piedad, que como señuelo…le decían: -¿Manolo, toma estas “perras gordas” si me dejas que te de un capón? Él todo inocente por tal de coger aquellas monedillas iba aguantando una y otras vez aquellos mazazos de unos nudillos despiadados, de tal forma, que al cabo de mucho tiempo, no se sabe cuánto, por causa de estas burradas u otras desconocidas, o quizás por razón natural el desgraciado Manolo, en plena juventud, apareció muerto en unos de los rincones de los soportales de la Plaza de la Corredera.


Manolo dejó de existir despertando un cierto malestar general al saberse mucha gente, que si no fueron directamente causante de su fallecimiento, sí eran parte de una sociedad insensible a los sufrimientos de los más desfavorecidos.

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