Monte Testaccio
Monte Testaccio
Tierra cordobesa en Roma.
El Monte Testaccio es una colina artificial construida durante los siglo I y siglo III d. C. en la ciudad de Roma. Cubre un área de 20.000 m² en su base y se alza hasta los 45 metros, si bien con toda probabilidad fue algo más alta. Se situaba dentro de la Muralla Aureliana y en la actualidad está semicubierta por vegetación.
La Colina artificial, de forma triangular está compuesta por restos de alrededor de 26 millones de ánforas rotas; sobre todo de aceite de oliva procedentes, en su mayor parte (80%), de la Bética en concreto desde Hispalis (Sevilla), Corduba (Córdoba) y Astigi (Écija).
Las ánforas llegaban al puerto de Roma, donde tras vaciar su contenido se rompían en pedazos, por no ser rentable su lavado y envío de regreso, depositando sus restos en el Monte Testaccio donde se cubrían de cal para evitar malos olores lo que ha permitido conservar, hasta nuestros días, el sello con las iniciales del aceitero, la tara del tiesto, nombre del destinatario de la mercancía, peso, contenido y procedencia, dato este último, que evidencia la existencia en Roma de grandes cantidades de tierra andaluza y más concretamente cordobesa.
Las ánforas parece ser que se trasladaban enteras, probablemente en grupos de cuatro, por burros, mulas u otros animales de carga y posteriormente se rompían en el lugar.
Las últimas excavaciones llevadas a cabo indican que la colina no fue un basurero fortuito ni desordenado, sino una estructura llevada a cabo de manera disciplinada, elevada por terrazas con muros de retención también hechos de trozos de cerámica. Se pueden establecer 3 fases en la construcción de dicha estructura. La primera abarcaría del 74 A.C. al 149 D. C. La segunda se prolongó hasta el 230 D. C., y la tercera está siendo investigada en la actualidad.
Las ánforas descubiertas en dicha colina han aportado numerosa información sobre la evolución del puerto fluvial de Roma y sobre aspectos diversos como el comercio entre la Península Ibérica, norte de África y la capital del Imperio romano. Los arqueólogos calculan que el aceite transportado en esos envases permitió abastecer la mitad de la dieta anual de aceite de oliva (de seis litros) de un millón de personas durante 250 años.
Las primeras investigaciones arqueológicas se llevaron a cabo a finales del siglo XIX, concretamente fue Henrich Dressel el primer investigador que llevó a cabo estudios arqueológicos con un mínimo rigor científico.
Posteriormente el arqueólogo George Edward Bonsor Saint Martin observó la alta presencia de cerámicas de la Bética en dicho yacimiento. Especialmente interesantes son las investigaciones llevadas a cabo por diversos arqueólogos españoles desde 1989 como Rodríguez Almedia, José María Blázquez o José Romeral, en colaboración con el Dipartamento di Scienze della Terra de la universidad de Roma.
Fuente
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