Patasfinas

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Patasfinas

Este personaje ambulaba por las calles de Córdoba y su apodo estaba en relación a sus piernas delgadas que eran desproporcionadas a su cuerpo más bien corpulento.

Era conocido por su gracia y salero, siempre expresado con dichos llenos de sabiduría y oportunamente manifestados. La gente lo paraba por la calle para saludarlo cariñosamente y de esta forma tenían ocasión de departir un rato de alegría y gracia por sus ocurrencias. No había cosa que ocurriera en la ciudad o en la política que no sacara su chispa, no tanto crítica, sino humorística.

Comentaba a unos conocidos la siguiente ocurrencia:

- Hoy me he encontrado a don Eloy Vaquero por la calle y me tuve que apartar de la acera, pues de lo contrario, si me pisa con esos zapatones que tiene, y con los callos que tengo, me deja para que me echen al carro de la basura. ¡Vaya pies que tiene el pobrecito don Eloy! Menos mal que no es una chinita, pues si tuviera que meterlos en los zapatitos de molde más le valiera padecer tres dolores de piedra juntos.

Con estos dichos transcurría su vida, un día enfiló la calle la Feria y se dirigió al Guadalquivir. Cuando llegó a los barandales de la Ribera se subió a ellos con ánimo de poner fin a su vida. Ante tan trágica decisión, se arremolinó la muchedumbre entorno a él, mientras, enarbolaba un gran cuchillo para impedir que lo cogieran. Sin dar ninguna explicación para justificar su fatal compostura y con toda tranquilidad se dirigió a los presentes preguntándoles con su gracejo habitual:

-¿Queréis un encargo para los sevillanos?

A continuación se tiró al río saludando con las manos como el que se despide para hacer a un largo viaje. Consecuentemente al no saber nadar se ahogó. Patasfinas tuvo gracia hasta con la muerte.

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