Pepito el Sevillano
José Miguel González del Campo fue un popular y excelente platero y orfebre desde los años veinte hasta los setenta del siglo XX. Se le llamaba “el Sevillano” no porque fuera de esa tierra, -pues era nacido en Sanlúcar de Barrameda- sino por haber hecho su aprendizaje en la ciudad de la Giralda.
Allá por el año 1919 se desplaza a Córdoba siendo muy joven. Llegó alcanzar fama mundial por su buen hacer en los trabajos realizados tanto en plata como en la orfebrería y joyería.
Siempre se consideró un cordobés cien por cien, pues decía con frecuencia: -Me siento cordobés, mi espíritu ha cuajado o fundido, con el alma de Córdoba.
Preguntado por la cantidad de millones que habían pasado por su manos manejando metales preciosos respondía con su gracejos: -Es difícil calcular la cantidad… pongamos los millones que se quiera imaginar, claro no tantos como los que había en antes de la Guerra Civil en el Banco de España.
Comentaba los siguiente con respecto a los trabajos que más fama le dieron:- La empuñadura de una espada realizada en plata, oro y esmalte para el general Llanderas; un San Rafael en plata y oro regalo de la ciudad al general Franco; el Blasón de Córdoba ejecutado en oro y esmalte; un atril de plata que las delegaciones de la Sociedad de Autores regaló a su presidente el maestro Guerrero y otros muchos que está esparcidos en toda España y extranjero.
Su gran preocupación era el restaurar la vieja Córdoba de su tiempo, este interés así lo manifestaba: -Córdoba tiende a desaparecer, su conjunto artístico hay que salvarlo, pues todo es arte puro e historia. No se sabe respetar toda esta belleza en eras del progreso. Cuantas casas señoriales y regias han desaparecido. ¡Ahí, el progreso!... que barbaries se están cometiendo, las generaciones futuras no lo perdonan.
Otra afición predilecta de José Miguel González del Campo era la pintura. En su casa nobiliaria Palacio de los Luna en la plaza de San Andrés estaba decorada con lienzos notables, dibujos a lápiz y a plumilla, más bocetos, y telas “manchadas” muchos de ellos realizados por el mismo. El mejor trabajo de su dilatada carrera profesional estuvo en la restauración de la Custodia de Arfe en el año 1961.
Pepito el Sevillano y su generación de oficio desapareció. Eran capaces de cincelar un duro de plata, para así, transformarlo en una exuberante rosa. Ya son un recuerdo para aquellos que tuvieron la suerte de conocerlos y tratarlos.
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