José Miguel González del Campo

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José Miguel González del Campo, más conocido como Pepe el Sevillano (Sanlúcar de Barrameda, c. 1898) fue uno de los plateros más representativos de la primera mitad del siglo XX.

Biografía

González del Campo vino a Córdoba con 20 años, hacia 1918; venía a vivir con su hermana Antonia, casada con Rafael Mesa del Río, administrador del torero Rafael González Madrid "Machaquito". Vivían en la calle Montemayor,en el barrio de la Trinidad; allí tenían una pensión donde se hospedaban, entre otros, Rafael Vázquez Aroca y Francisco de Paula Ramos Báñez, profesor de la Escuela de Artes y Oficios, que se casó con la criada y eso escandalizó tanto a su familia que se tuvo que ir a Argentina, donde fue un pintor excepcional. En la pensión tenían una tertulia con el compositor Martínez Rücker. Luego Machaco compró una casa aquí al lado, en el número 4 de la calle Fernán Pérez de Oliva, una casa enorme con jardín y corral de gallinas, junto al Coliseo de San Andrés, y mi familia se vino a vivir con él y su mujer. Allí montó mi tío el taller.

Tío de Rafael Martínez González del Campo y de su hermano Julio Martínez González del Campo, del que aprendieron todo en el mundo de la platería.[1]

González del Campo fue un orfebre muy estimado. Restauró dos veces la Custodia de Arfe. La primera en 1966, ocasión en que hubo que reponer algunas figuras perdidas y dorarlas a fuego, al estilo antiguo. La segunda fue en 1970, cuando la Custodia se enganchó en un cable al pasar por la calle de la Feria el día del Corpus Christi y se partió por arriba. Hubo una tercera restauración, de la que se encargaron sus sobrinos, en el 1992, tras volver rota de la Expo de Sevilla.

Recuerda su sobrino cómo:
"Mi tío tenía muchos conocimientos químicos porque era muy amigo de don Rafael Vázquez Aroca, catedrático de Química y diputado provincial muerto en 1936, que fue mi padrino --recuerda Rafael Martínez González del Campo--. Todavía conservamos un libro de recetas a mano donde explicaba cómo dar los baños de oro, de plata y de cobre".


Más adelante, recuerda a personajes que pasaron por el talle:
Fueron miles las piezas que pasaron por las manos de González del Campo. De algunas de ellas conservan Rafael y Julio testimonio gráfico en un álbum de fotos que muestran con orgullo de estirpe. "Mira el helicóptero en plata que hoy luce en el despacho del Rey, por encargo de la Diputación de Granada --señala Rafael--, o estas custodias, cálices y copones. Y la caja donde viajó parte de las cenizas del Inca Garcilaso, que reposan en la catedral de Perú". "Y fíjate también en este San Rafael de plata que en una visita de Franco nos pidió prestado el Ayuntamiento como adorno --añade con media sonrisa, afilando su mirada vivaz--. Cuando lo vio la mujer de Franco, doña Carmen, pensó que era un regalo para ellos, lo agradeció y se lo llevó".



Pepito el Sevillano murió en Córdoba en 1977, a los 79 años de edad.

Barrio de San Andrés

González del Campo compró el Palacio de los Luna, en la plaza de San Andrés, una de las casas más hermosas de Córdoba, durante la Guerra Civil. Su sobrino Rafael Martínez vivió allí también hasta 1965, cuando se casa. Recordaba en la entrevista cómo era su barrio:
Pues por ejemplo a Jesuli, Jesús López Armenta, un manitas muy popular; lo mismo te arreglaba una radio galena que una bicicleta. Sabía tanto de fútbol que discutía con los periodistas. Uno de ellos, Justo Urrutia, vivía en la calle Hermanos López Diéguez, en la que se conocía por "casa árabe", donde está el horno de San Francisco. Recuerdo también a Lorente, que tenía la tienda de ultramarinos en la esquina con López Diéguez. Entonces el café no venía tostado, lo tostaba él, y olía en toda la plaza que daba gusto. Y estaba don Fernando Poveda, el párroco, muy respetado y muy estricto, pero buena persona. Y mis vecinas de al lado, las hermanas Durán; y los Cabrera, enfrente... Atrás, en la calle Villalones, estaba el dispensario Azúa, en el que tenían que pasar reconocimiento dos veces en semana las señoritas de mal vivir --dice poniendo ojillos pícaros--. Había un médico, don Bernabé Jiménez, un practicante y un guardia de asalto, y si tenían una enfermedad venérea las cogía y las llevaba al hospital.
Rafael Martínez.[2]


Entre los plateros del barrio, recordaba en la entrevista a José Torquemada, a los hermanos Alfaro de la calle Isaac Peral. En la Magdalena, el taller José Martínez Álvarez; pero lo que abundaban, desde el Realejo hasta San Lorenzo, eran los talleres pequeños.

Referencias

  1. "Todo lo que la joyería ha ido ganando en mecanización lo fue perdiendo en arte", por Rosa Luque Reyes, en el Diario Córdoba, 13 de abril de 2014.
  2. "Todo lo que la joyería ha ido ganando en mecanización lo fue perdiendo en arte", por Rosa Luque Reyes, en el Diario Córdoba, 13 de abril de 2014.

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