Iglesia de San Cayetano

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La Iglesia de San Cayetano, originalmente llamada Iglesia de San José, está ubicada en la cuesta del mismo nombre, perpendicular a la avenida de las Ollerías (antigua avenida Obispo Pérez Muñoz) y paralela a la calle Alonso el Sabio (hay un callejón que une ambas). En el lateral se encuentra el convento carmelita y en la parte posterior el Colegio Virgen del Carmen. En torno a ella se originó el barrio de San Cayetano.

El nombre original suyo fue Iglesia o Convento de San José, santo que está en una capilla lateral y que en su momento fue muy venerado, además de encontrarse en una hornacina en la fachada principal. El edificio se inició en 1638 y se finalizó en 1656 después de muchas vicisitudes y cambios en el planteamiento inicial, sufriendo incluso en el siglo XVIII importantes reformas.

La Iglesia es de estilo barroco como se puede apreciar en su interior, con frescos en toda la bóveda central, capillas laterales a lo largo de la misma y con un retablo en el que se encuentra la imagen de la Virgen del Carmen que se procesiona por la cuesta y el barrio de Santa Marina todos los 16 de julio por los miembros de la Hermandad del Carmen.

A la derecha del altar se encuentra la imagen de Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia y Mística del Siglo de Oro español, y el acceso al patio del convento.

En el lado contrario se encuentra en una capilla de mayor tamaño, ocupando toda la nave de la cruz izquierda, la dedicada a Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, titulares de la Hermandad de Jesús Caído.

En la parte superior del centro de la nave y a lo largo de ella se encuentran enormes cuadros representando diferentes escenas y santos.

Cuesta de San Cayetano en Rincones de Córdoba con encanto[1]

La Cuesta de San Cayetano podría ser bellísima en toda su extensión, desde las Ollerías hasta la iglesia, en la cúspide de la suave rampa. Pero la desconsiderada invasión de automóviles –cuarenta se pueden contar cualquier mañana– mancilla su belleza.

La cuesta era una terriza y desolada rampa que hacia 1950 transformó el alcalde Alfonso Cruz Conde con la ayuda de Vi´ctor Escribano, autor del proyecto de reforma. A modo de gran antesala del templo de los Carmelitas Descalzos, el arquitecto municipal creó un espacio barroco centrado por dos jardines circulares rodeados de rampas y precedidos por un breve rellano en cuyo blanco muro de contención situó una graciosa fuente de negra piedra cuyo frontal parece inspirado en la hornacina que preside la portada del templo.

Los historiadores del arte destacan el “apreciable efecto de perspectiva barroca” conseguido con esta actuación, y en verdad que si el viajero prescinde de los autos aparcados la vista que se aprecia desde la avenida de las Ollerías es bien hermosa. Una decena de corpulentos cipreses, dos palmeras y adelfas arboladas pueblan los descuidados parterres; y será este abandono el que no inspire respeto a los vehículos, que se encaraman por la cuesta para ocupar curvas y resquicios. Una barbaridad.

Menos mal que en el último tramo de la rampa una breve escalinata impide el paso de los vehículos, con lo que se preserva de su acoso el cuadrangular rellano que se extiende ante la fachada del templo, lo más bello del conjunto.

Dicen los textos eruditos que en 1638 el cantero Andrés Gutiérrez firmó el contrato para construir la portada del templo, que sería bendecido el día de Santa Teresa de 1656. Es una fachada en hastial pintada hoy de intenso color ocre, en la que se inscribe la portada de piedra gris, típicamente serliana, pues consta de un hueco central de medio punto y dos laterales adintelados, los tres cerrados por rejas al vestíbulo del templo. Sobre esa estructura de raigambre manierista se eleva una hornacina ya plenamente barroca, coronada por un frontón partido en el que se inserta el escudo de la orden de los Carmelitas descalzos. A la izquierda de la fachada se alza la grácil espadaña, de dos cuerpos, el segundo claramente inspirado en el diseño arquitectónico de la hornacina.

La imagen de San José con el Niño, ya adolescente, de la mano, que ocupa la hornacina certifica la advocación oficial del templo, aunque popularmente sea conocido por el nombre de San Cayetano, una de sus imágenes de devoción. A ambos lados de la hornacina puede apreciarse por duplicado el escudo de doña Beatriz de Haro y Portocarrero, “fundadora y primera patrona de este convento”, como reza su lápida sepulcral al pie del altar mayor.

Con el intenso color ocre de la fachada entonan los orondos frutos de los naranjos que amenizan el rellano, a ambos lados de un pasillo central pavimentado con artístico enchinado cordobés, que dibuja curvas y volutas. Es una lástima que los deterioros que el tiempo ha ido originando en tan bello mosaico se hayan parcheado con alquitrán, torpeza que bien podría corregirse con una dosis de sensibilidad. Porque a veces, un leve descuido o desamor puede transformar en desencanto rincones que el paso del tiempo ha ido colmando de seductora belleza.

Este apartado y bello rincón tiene cada primavera su momento glorioso la tarde del Jueves Santo, con la salida procesional de la Pontificia, Real, Venerable e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, ocasión en que la cuesta se convierte en un barroco escenario para arropar y enmarcar la bajada del Señor de los toreros.

Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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