Avenida Antonio Arroyo Alaya "El Cabrero" (Peñalosa)

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Avenida de la localidad de Peñalosa, Fuente Palmera.


Odónimo

  • La avenida lleva el nombre de un reconocido vecino que vivía en la misma.


Discurso del galardón de colono del año de mayor edad

Tiene 94 años. Antonio enviudó hace muy poco tiempo. La ausencia de Valle cuando se hace recuerdo, es un recuerdo emocionado, marcado por la lágrima que escapa a sus ojos y por la voz que se ahoga en la garganta. Para Antonio la familia es como un espacio sagrado en que se mueve su vida. Preguntarles por ella es situarlos en la geografía: Carmen en Alicante, María y Manolo en Valencia, Victoria y Lola en Barcelona, Valle en Córdoba, Curro, Pepe y Marcial en Peñalosa, y Rafael en Villalón; el que falta de los once, Antonio, que murió a los 31 años, ocupa un lugar en el museo familiar que llena la salita de la casa, y nos mira desde un viejo retrato por encima de la televisión. “Dejó un varón con catorce meses y una niña con 21 días”, dice Antonio mientras se emociona y dirige su mirada al cuadro.Cuando comenzamos con su vida, describe y narra los acontecimientos y las circunstancias como quien ve pasar una película ante sus ojos.Antonio nació en Écija el 8de agosto de 1902. Vivía en la calle La Puente. Eran nueve hermanos. Con unos cuatro años su padre accedió a la petición de su abuelo “papá José” y se fue con los abuelos al cortijo Pernía con idea de hacerles compañía. “Aunque mis abuelos me hablaban a diario de tu padre y tu madre, el querer es el roce. Así que cuando tenía 18 años mi padre me quería recoger”. La escena la recuerda Antonio con colores tan vivos que podría reproducirse literalmente.El hecho es que para hacerlo ir a Écija buscaron la excusa de ira una corrida de toros. Él sacó las tres entradas que le costaron seis reales. “Mi padre a quien papá José llamaba siempre Manolillohablaba y hablaba pero parecían no atreverse a soltar prenda, o yo no captaba sus intenciones. En un momento dije ami abuelo: Papá José que se pasa la hora de los toros. Entonces mi padre expresó claramente lo que quería: Que te vienes a la casa y aquí te enseñarás a trabajar. Y yo le pregunté: ¿Ha terminao?... Yo sé que es mi padre, pero yo puedo aprender a trabajar en el cortijo, y mientras vivan estos dos viejos yo estaré con ellos”. Unos seis años después, en 1926 un tres de abril, Antonio contrajo matrimonio en Écija con Valle Rodríguez Morales. Fue entonces cuando se vino a la finca de la Africana donde por muchos años tuvo a su cargo el cuidado y pastoreo de 400 cabras. En Peñalosa se le empezó a conocer como “El Cabrero”.“Después del Movimientome ofrecieron por medio de un amigo de Posadas una finca en renta: La Rosa del Pozuelo con 90 hectáreas y 1.500 pesetas al año. Allí me lancé con unas 150 cabras, a probar, despidiéndome por las buenas de mi patrón.Pero la cosa no estaba muy buena entonces por la sierra: muchos se habían retirado allí, había que estar callao y mi pobre Valle estaba asustaíllay disgustá.Así que un día que vino a Posadas se encontró con la señora de la Africana que la invitó a que volviera al cortijo. Yo decidí darle gusto. La señora mandó la carreta para cargar los apaños que teníamos y ya estuve en la Africana hasta 1953. Conservo el certificado que me hicieron al dejar la finca.El encargado de Reinilla me buscó para estar a la vista del ganado, cuidar y curar las fracturas de patas de los animales y atender los partos”.Para esas cosas lo mismo Valle como él parece que tenían buena mano. Allí siguió hasta que, enfermo del estómago por una perforación dejó de trabajar y no fue más a ninguna parte. “Ahora estoy aquí en mi casa. Solo. Duermo aquí. Yo estoy orgulloso de tos mis hijos. Cada uno tiene su casa. Es la mía la que se ha esfaratao... y aquí estoy. Ellos tienen hechos sus planes. Ahora por los Santos, que suelen venir los de fuera, me voy a Alicante, luego a Barcelona, a Valencia... Total ocho meses, y luego aquí. En aquellos tiempos sabían muy poco los pobres de escribanía”, -dice cuando se le pregunta si tuvo escuela-, “pero mi abuelo me puso de maestro para que me enseñara lo más preciso a un hombre de edad que iba por el cortijo; me enseñó a leer, escribir y algo de cuentas. Mi abuelo le pagaba con buenos regalos”.Como la vida de un hombre como Antonio no puede encerrarse en tan poco espacio, dejamos esas notas como la secuencia de los hechos que han curtido a este hombre y han hecho de su corazón un corazón enorme en el que caben sus hijos, sus 40 nietos, sus 30 bisnietos, un hermoso mundo de vivencias familiares y un recuerdo de Valle que siempre se hace presente desprendiendo una lágrima. Enhorabuena Antonio. Tus años y tus méritos te han hecho acreedor de este título de Colono del Año de 1996.[1][2]


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Referencias

  1. Web del ayto. Fuente Palmera
  2. El Colonial, periódico independiente, Agosto-Septiembre 1996.

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