Botica de San Antonio
La conocida Botica de San Antonio fue una botica abierta por Rafael Mariano Pavón en 1828 y continuada por su hijo, Francisco de Borja Pavón. Se encontraba en la calle Maese Luis, al final de la calle, y haciendo esquina con la calle Armas.[1]
La botica
El boticario de entonces pasaba la mayor parte de las horas en la “rebotica”, entre anaqueles, preparando fórmulas magistrales. Todo se elaboraba a mano: pomadas, píldoras, sellos, jarabes, etc. Fórmulas para las fatigas, el jarabe de Tolú y brea para la tos de los niños, el purgante para los cólicos, la pomada de belladona para las paperas, la tintura de árnica para las contusiones y heridas, las velitas para la fiebre, etc. Los purgantes eran cosa seria. Se cogían las narices, y al abrir la boca les largaban una onza da aceite de ricino, y todavía era peor si daban sal de higuera o agua de carabaña.
Otro de los utensilios que se tenían en las boticas de entonces era una especie de orza con la boca grande para sanguijuelas, que se mantenían en barro tapadas con un trapo. Muchos se preguntarán, ¿qué servicio prestaban esos animalitos en la terapéutica? Pues bien, esos anélidos eran aplicados a aquel que le daba congestión y había que hacerle una sangría. Una docena de sanguijuelas chupando sangre era el mejor remedio para recobrar la salud en dichos casos.
Según Ricardo de Montis en Notas Cordobesas[2]
- "era una farmacia antigua, sin lujo ni reclamos, sin escaparate siquiera en el que luzca, en medio de los botes llenos de específicos y de los aparatos ortopédicos, la enorme esfera de cristal llena de líquido coloreado é iluminada pontentemente, que simula el ojo de un cíclope; es la clásica botica en que se reunían nuestros bisabuelos para pasar las noches de invierno, interminables, entretenidas en amena charla ó en agradable lectura.
- El pueblo siente hacia ella marcada predilección, quizá porque profesa mayor cariño que las demás clases sociales á todo lo tradicional; acaso porque le encanta su sencillez primitiva; tal vez porque ha oído decir que su dueño era un sabio y, siéndolo, debía estar menos expuesto á errores que sus colegas
Referencias
- ↑ RAMÍREZ DE ARELLANO, T.De la calle Maese Luis a la plaza del Socorro. Paseo 5. Barrio de San Pedro. Paseos por Córdoba
- ↑ DE MONTIS, RICARDO. Notas Cordobesas. Tomo I. página 245.
Calle Maese Luis donde se ubicaba la botica de San Antonio |
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