Cañete de las Torres (Rincones de Córdoba con encanto)

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Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
[1]


Cañete de las Torres / Alrededor de la iglesia parroquial

Bajo la sacristía de la iglesia parroquial de la Asunción, un túnel al que llaman arco horada la blanca mansedumbre del edificio para comunicar la calle de Jaén con la de Jacinto Benavente, cuyo tránsito, quince pasos, “se hace en un suspiro”, como escribió el periodista Eusebio Borrajo. La piedad popular aprovechó su recogimiento para abrir una hornacina con la imagen del Ecce Homo, ante el que se santiguaban los cañeteros con atávica espontaneidad. Pero desde que hace unos años gentes indeseables sustrajeran la imagen, la hornacina permanece tristemente vacía, aunque pervive junto a ella la inscripción en azulejo, ya sin demasiado sentido: “Tras los hierros de esta reja / mira a tu Cristo doliente; / salúdale reverente / y escucha su amarga queja”.

Pese a esta nota negativa –si bien nunca es tarde para reponer la imagen devocional– el arco configura un típico rincón con encanto. Inmediatamente encima se abre el balcón de la sacristía, protegido por tejadillo, y ya en la cubierta se alza una barroca espadaña de moldurado ladrillo y un solo vano, rematada por frontón curvo.

Completando la escenografía forma ángulo con el arco una casa señorial vinculada en su origen a la orden de Calatrava, como revela la cruz que decora el dintel. En su fachada de toscos sillares –reclama el enfoscado, como lo tuvo antaño– se abre la adintelada puerta, y sobre ella un balcón con floridas macetas, rematado por un frontón triangular en el que se inscribe la tierna figura de un infante.

Conviene traspasar el arco y asomarse a la recoleta placita que se extiende al otro lado, a lo largo de la fachada de la epístola. Su pavimento de ladrillo, protegido por poyos, se eleva sobre el nivel de la calle Santiago, horadado por alcorques en los que crecen añosos naranjos, limoneros y una palmera. En el blanco paramento del templo destaca la portada, fechada en 1697, un arco de medio punto rematado por frontón partido y hornacina. Si el viajero busca el ángulo adecuado, verá elevarse sobre ella el airoso campanario de ladrillo rematado por chapitel de tejas vidriadas. En medio de la placita, una austera cruz de piedra acentúa la espiritualidad del lugar. Para atesorar las sensaciones que, amenizadas por el canto de los pájaros, emanan del lugar, conviene sentarse en los poyos y olvidarse del reloj.

Pero no se agotan aquí las sorpresas artísticas, pues si el viajero dirige la mirada hacia la calle dedicada a Jacinto Benavente, llamará su atención la elegante fachada de sillería –ésta sí se construyó para que la piedra quedase a la vista– que despliega la casa número 3. De otras nobles mansiones desaparecidas conserva el Museo Histórico, instalado en la Casa de la Cultura, el testimonio de sus blasones labrados en piedra.

Completando la vuelta alrededor del templo, no conviene marcharse sin admirar la belleza de la artística portada renacentista que se abre a los pies, fechada en 1578 –como se certifica en el dintel–, que Rivas Carmona aprecia diseñada “a manera de arco de triunfo”, rematado por un segundo cuerpo en el que se abren tres nichos, hoy sin imágenes. Sorprenderá al viajero sensible encontrar en este enclave de modestas calles tan espléndida muestra de arquitectura renacentista, con sus columnas dóricas sobre pedestales flanqueando el arco de medio punto, en cuyas enjutas se inscriben unas delicadas figuras recostadas que simbolizan la Fe y la Caridad. Todo el conjunto desprende el rojizo destello de la piedra molinaza, tan persistente en los monumentos del Alto Guadalquivir cordobés.

No conviene marcharse de Cañete sin asomarse a la plaza de España, no lejos de la parroquia, un espacioso y remozado jardín dominado por la presencia imponente de la torre del castillo matriz, erigido en el siglo XIV por Alfonso Fernández de Córdoba, señor de la villa, que es como un viaje a la Baja Edad Media. Construida en piedra, salvo el tercio superior que es de ladrillo, llamarán la atención del viajero el blanco arco de herradura que sirve de acceso y los mudéjares arquillos lobulados que se abren en el cuerpo superior. Desde la vertiente lateral de la plaza, contrasta con tan añejas piedras la armoniosa fachada del Ayuntamiento, proyectado por Rafael de la Hoz Arderius.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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