Ermita del Calvario (Encinas Reales)
INTRODUCCION
En el extremo meridional de la provincia de Córdoba, en el ámbito geográfico de la Subbética, se encuentra la villa de Encinas Reales nacida hace cuatro siglos. Históricamente ha estado marcada por dos etapas; la primera arranca con su fundación a principios del siglo XVII y discurre hasta bien entrado el XIX. Durante este periodo, Encinas Reales quedó bajo el amparo de la vecina localidad de Lucena, perteneciente desde comienzos del quinientos al señorío del marquesado de Comares y a partir de mediado del Seiscientos al ducado de Medinaceli.
La fecha de 1836 supone el inicio de una segunda etapa, pues a partir de dicho año, esta pequeña población empieza a caminar de manera independiente con la constitución de su propio Ayuntamiento, ostentando desde entonces el título de villa.La vida religiosa de Encinas Reales ha girado siempre en torno a la devoción de Nuestro Padre Jesús de las Penas, Patrón de la localidad. El culto a esta imagen, que responde iconográficamente a un Ecce Homo, se remonta al siglo XVII, constituyéndose una hermandad que ha llegado hasta nuestros días, La aparición del Señor de las Penas en Encinas Reales, hacia 1664, ha quedado envuelta por la leyenda ante la ausencia de datos históricos.
Al parecer desde el siglo XVII existió una pequeña ermita en las afueras de la población, donde recibía culto el Señor de las Penas. La vida de este primer templo fue breve porque además de amenazar ruina, pronto se quedó pequeño ante el reciente fervor de los habitantes hacia esta imagen. Por estas razones, fue sustituido por el edificio que ha llegado hasta nosotros, el santuario conocido como ermita de Jesús de las Penas o simplemente ermita de “El Calvario.”
VALOR ARQUITECTÓNICO DE LA ERMITA DE JESUS DE LAS PENAS
El templo actual fue erigido recién iniciado el siglo XVIII, Con la entrada en la administración de la Ermita del Hermano Cristobal de Santa Catalina, ermitaño del Calvario, comienza la tarea de la construcción de la nueva ermita. En 1708 las obras se hallaban bastante adelantadas y en 1729 culminó la construcción según la fecha que figura en la fachada, aunque las tareas de embellecimiento interior se prolongaron durante toda la centuria. El edificio no adquirió su configuración actual hasta principios del siglo XIX, cuando se completa su cabecera con la construcción del camarín en donde recibe culto el Señor de las Penas.
Este santuario posee un gran valor artístico ya que responde, tanto en su diseño como en su decoración, a las características de la arquitectura barroca del siglo XVIII, en concreto puede decirse que participa de los rasgos que definen a la escuela lucentina, La nueva ermita con toda probabilidad se construyó según los proyectos del sacerdote lucentino, uno de los maestros que con sus obras irían perfilando el llamado barroco lucentino, Leonardo Antonio de Castro.
EL INTERIOR DEL TEMPLO.
La ermita de Jesús de las Penas muestra una planta de cruz latina, de una sola nave con tres tramos, brazos cortos y cabecera plana. Al dinamismo interior del templo contribuye la riqueza ornamental especialmente la correspondiente al crucero. Se trata de una decoración consistente en abultadas yeserías que logran imprimir mayor movimiento a ciertos elementos estructurales. Tal es el caso de la cúpula, así como de los arcos y las pechinas que las sustentan, cuyas superficies se hayan totalmente cubiertas por un abigarrado exorno en el que se funden motivos geométricos y vegetales, con símbolos pasionistas y heráldicos.
La decoración geométrica se aprecia en la media naranja, cuyo intrados, (superficie interior de la Bóveda), queda dividido por ocho radios festoneados que parten de un florón central. Los extremos opuestos de los mismos se hallan presididos por figuras de pequeños angelitos que descansan sobre el anillo de la cúpula, que muestra en el resto de su superficie, un entramado geométrico. Cada uno de los ocho paños triangulares que flanquean los radios, queda presidido por casetones rectangulares y elípticos alternamente dispuestos, conteniendo atributos de la pasión que recuerdan la advocación cristológica del templo. Motivos vegetales completan el aderezo de dichos paños; ornamentos igualmente presentes, a través de un abultado follaje, en arcos y pechinas. Estas últimas muestran los escudos de Encinas Reales y Lucena. Así como las armas de la casa ducal de Medinaceli, de la cual dependieron las dos poblaciones.
Cubriendo los fondos de todas las yeserías, apreciamos una rica policromía en la ue domina el rojo y el azul; esto permite subrayar los diversos motivos ornamentales, especialmente el movido y dilatado follaje que termina por dominar toda la composición. Dicho colorido no deja de estar en consonancia con la decoración del resto del templo. De hecho el interior del mismo estuvo cubierto por pinturas murales, de las que subsisten algunos restos sobre los retablos de la nave. Tales frescos muestran igualmente motivos vegetales así como las figuras de volátiles angelitos enmarcando diversas leyendas alusivas a la erección de dichos altares.
El conjunto decorativo de la ermita pertenece a la escuela de Lucena, existiendo claras similitudes con el interior del templo de las carmelitas Descalzas de esta localidad. Asimismo, las labores de las pechinas guardan un gran parentesco con las de la iglesia de San Francisco de Paula que ha sido atribuida a Francisco José Guerrero. Por ello las yeserías del santuario pudieron haber sido realizadas por este artista granadino afincado en Lucena hacia 1720. En cuanto a la cronología de las mismas, es posible fecharlas en la década de los años treinta o principios de los cuarenta de dicha centuria.
Completan la ornamentación del templo una serie de retablos distribuidos por la nave y los brazos del crucero así como en el presbiterio.
RETABLO MAYOR
Este retablo, atribuido a Francisco José Guerrero, es de madera dorada sobre fondo verde y presenta una decoración que es propia del tercer tercio del siglo XVIII, pudiendo fecharse hacia 1770.
Se levanta sobre un zócalo de mármol y se estructura mediante cuatro estípete,(Pilastras en forma de pirámide truncada con la base menor hacia abajo) y un remate de medio punto. Las calles laterales de las estípites se ocupan con dos tallas en madera policromada y de la misma época del retablo. San Pedro en el lado del Evangelio y San Agustín en el de la Epístola. La hornacina de la calle central da acceso al camarín de Jesús de las Penas.
La parte central del medio punto, se ocupa con una pintura al óleo sobre cobre de la Virgen de Guadalupe.
Las calles laterales dan cobijo a dos tallas en madera policromada que pueden considerarse contemporáneas del retablo y presentan a san Joaquín y a Santa Ana.
HORNACINA DEL SEÑOR DE LA HUMILDAD
Está situada en el lado del Evangelio. Esta hornacina, de madera tallada y policromada, posiblemente fuese el templete que estaba colocado en la parte central de Retablo Mayor donde estuviera la Imagen de Jesús de las Penas y que en 1813 con la construcción del camarín fuese retirado. Es del mismo autor y fecha que el Retablo Mayor. Esta hornacina custodia la Imagen del Cristo de la Humildad, Imagen de madera policromada de tamaño menor que el natural. Se cree que procede de los talleres sevillanos de los herederos de Pedro Roldan de finales del siglo XVII.
RETABLO DE LA VIRGEN DEL ROSARIO
Está situado en el crucero, al lado del Evangelio, es de madera dorada sobre fondo verde igual que el Retablo Mayor y del mismo autor y fecha que este, es decir finales del siglo XVIII. Sobre el banco se levanta una hornacina flanqueada por dos estípites que sostienen un remate coronado por un ángel. El lugar de gloria se ocupa con la imagen de la Virgen del Rosario, talla de madera policromada atribuida a Miguel de Zayas, discípulo de Pedro de Mena y es anterior a 1708. Porta en el brazo izquierdo a Jesús y en la mano derecha sostiene el rosario.
RETABLO DE SAN ANTONIO DE PADUA
Este retablo está situado en el lado de la Epístola y el gemelo del de la Virgen del Rosario, y al igual que éste, está realizado en madera dorada sobre fondo verde. Aloja la imagen de San Antonio con el niño, talla en madera policromada y de tamaño menor al natural. Posiblemente sea de la escuela granadina de finales del siglo XVII y, al igual que el de la Virgen del Rosario, atribuida a Miguel de Zaya.
NAVE DE LA ERMITA
RETABLO DE NTRA. SRA. DEL MAYOR DOLOR
El retablo de Ntra. Sra. del Mayor Dolor, es el primero del lado del Evangelio. Es de madera tallada y policromada. Decoración propia de la segunda mitad del siglo XVIII. Presenta una hornacina muy sobresaliente que se ocupa con una imagen de vestir de la Virgen de los Dolores cuyas manos y cabeza son tallas en madera de tamaño menos que el natural y de la misma época que el retablo. Se corona éste con una María sobre la que campea la imagen, también talla en madera y policromada, del del arcángel Gabriel.
RETABLO DE SAN MIGUEL
Este retablo es el segundo en el lado del Evangelio. Como el anterior es de madera tallada y policromada y de la misma época. El retablo está constituido por una hornacina central muy sobresaliente que está destinada al titular del altar. La flanquean otras dos solamente señaladas en las que, sobre mensulones, aparecen las imágenes de San Felipe Neri y San Ignacio de Loyola que son tallas de madera policromadas. Adornan la parte superior del cascaron tres angelitos que están también tallados en madera policromada. En el remate una talla de madera policromada de San Francisco de Asís. Este retablo ha sido atribuido al lucentino Pedro de Mena Gutierrez.
La imagen de San Miguel es una talla de madera de tamaño menor que el natural, que está muy bien policromada: la brillantez del colorido se realza con destellos plateados y aureos que en la coraza y ella capa de movidos pliegues.
La fisonomía recuerda los arquetipos fijados por la escuela sevillana de finales del siglo XVII y primeros años del XVIII.
RETABLO DE SAN FERNANDO
Es el primero en el lado de la Epístola. Es de madera tallada y policromada con decoración, al igual que los anteriores, propia de la segunda mitad del siglo XVIII. El cascarón del retablo aloja una hornacina central flanqueada por dos repisones en los que se asientan imágenes talladas en madera y policromadas, que representan a San Antonio con el Niño y Santa Ana. Se ocupa el lugar de gloria con una imagen de San Fernando tallada en madera y policromada que tiene menor tamaño que el natural y no demasiado interés artístico, pudiendo fecharse en el segundo tercio del siglo XVIII. En el remate del retablo aparece un San Rafael que ses también talla en madera de pequeñas dimensiones y puede fecharse en la época en que se erigió el altar.
La mesa del altar está adornada con relieves en estuco entre los que sobresale un angelito atlante.
RETABLO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA
El retablo de la Inmaculada es el segundo del lado de la Epístola. Es de madera tallada y policromada, decoración propia de la segunda mitad del siglo XVIII como los anteriores. Presenta en el interior del cascarón una hormacina flanqueada por las imágenes de San Francisco de Paula y San Antonio Abad y coronada por un remate que incluye la de Santo Domingo, las tres tallas en madera y de escaso valor.
En la hornacina está colocada la imagen de la titular: una magnifica talla en madera de tamaño menor que el natural en cuyo estofado y forma de colocar las vestiduras se hace patente la filiación con la iconografía de la escuela de finales del siglo XVIII.
EL CAMARIN DEL SEÑOR DE LAS PENAS
Generalmente el camarín está dedicado a una Virgen, si bien también existen bastantes dedicados a advocaciones cristológicas, como es el caso del camarín de Jesús de las Penas.
El camarín es una añadido posterior a la cabecera de este santuario. Aunque en 1810 había intención de construirlo, hubo que esperar dos años para que comenzasen las obras por falta de dinero, concluyéndose en 1813. Este camarín es neoclásico, lejos de la profusión ornamental del arte barroco del resto de la ermita, así se aprecia tanto en la decoración de sus parees como de la media naranja que la cubre. En las paredes pintadas de blanco se abren hornacinas vacías flanqueadas por pilastras de capitel compuesto con un friso de corte clásico con motivos vegetales y una cornisa volada. Las yeserías de la cúpula consisten en discretos motivos vegetales que, partiendo de un florón central, carecen del abigarramiento policromía de la bóveda del crucero. Sin embargo al igual que esta última, el camarín ofrece en su adorno referencias a la imagen titular del templo con motivos pasionarios tanto en el tambor,(muro cilíndrico sobre el que descansa la cúpula),, como en los paramentos(adornos de la pared). Asimismo adornos mayores recogen el anagrama J H S y tema de la eucaristía.
Algunas noticias documentales relacionan las obras del camarín del Señor de las Penas con el arquitecto lucentino Andrés Cordón ya que el duque de Medinaceli, Luis María Fernández de Córdoba, le encomendó la construcción de la iglesia parroquial de la Expectación, Por estas mismas fechas, primeros años del siglo XIX, es posible que contratase las tallas del camarín.
El camarín se halla presidido por Nuestro Padre Jesús de las Penas, obra del siglo XVII que ha sido documentada en 1664. Se trata de un busto de tamaño algo menor que el natural, viste clámite bordada, y sobre su cabeza, ligeramente inclinada hacia su derecha, lleva corona de espinas y potencias doradas, portando un otro igualmente dorado. Posiblemente pertenezca a la escuela sevillana Está situado sobre una bella peana de madera dorada, adornada con motivos de rocalla(rococó), espejos cabezas de querubines y ángeles. Estos últimos muestran una actitud llorosa en consonancia con la advocación de la imagen titular que representa un Ecce Homo de rostro bello y sereno.
EXTERIOR DE LA ERMITA
Siguiendo las pautas del barrroco lucentino, la ermita de Jesús de las Penas ofrece un acusado contraste entre su aspecto interno y externo. El adorno interior del templo se traduce al exterior en una gran sencillez, en gran parte debido a los materiales constructivos: mampostería y ladrillo, siendo la fachada principal la única que se halla labrada en sillería. Tal simplicidad no está exenta de valor artístico, siendo un rasgo frecuente en la arquitectura barroca lucentina.
El exterior de la ermita responde a un diseño reiterado en la arquitectura barroca cordobesa desde el Seiscientos. Así se aprecia en su fachada principal, consistente en un esquema rectangular rematado por un frontón triangular. El cuerpo superior de la misma queda flanqueado por pilastras toscanas, figurando bajo el fontón la fecha de 1729, alusiva a la construcción del templo que, como hemos visto anteriormente, con toda probabilidad fue trazado por Leonardo de Castro; de hecho la huella de este maestro se aprecia en el geometrismo dominante de la portada. Sobre la misma cabalga un ático franqueado por dos ventana corales, enmarcadas por moldurajes y coronadas por escudos sobre águilas.
La ornamentación de este exterior, al parecer inconclusa, hace referencia a la advocación del santuario. Así se aprecia en la pequeña cruz en relieve que remata la portada y en la hornacina del segundo cuerpo de la misma, que contiene una imagen en barro del Señor de las Penas, replica de la que se venera en el interior. Cubierta por un tejadillo a dos vertientes, dicha hornacina sobresale de la superficie de la portada. Tanto por su estructura como por la tipología de imagen que custodia, responde a las características de los retablos de culto callejero.
A la derecha, la fachada principal de la ermita se completa con una construcción de estilo neoclásico, rematada por espadaña. Erigida en 1822, se trata de una obra de ladrillo visto, flanqueada por pilastras toscanas, que el cuerpo inferior cierra las estancias de la antesacristía y sacristía y en el superior otras dependencias. Este añadido posterior a la ermita pudiera deberse a Andrés Cordón.
La fachada principal de la ermita preside la vía de acceso a la misma; un bello paseo que se inicia tras una reja. Antiguamente, este santuario estaba alejado de la población y por ello fue preciso trazar una calzada, necesaria sobre todo en la época de lluvias en que la ermita quedaba aislada. Su construcción debió efectuarse en los años finales del siglo XVIII, si bien la primera noticia de su existencia data de 1801.
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