Finca de Torres Cabrera

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Próxima al antiguo municipio de Santa Cruz, al sur del término de Córdoba, se encuentra la finca de Torres Cabrera, que ha ido unida en el devenir histórico primero al Señorío de Torres Cabrera, más tarde Vizconde de Torres Cabrera y luego Conde de Torres Cabrera. Se conserva una primitiva torre medieval, la de contrapeso de un molino de aceite y otros escasos vestigios antiguos, junto con nuevas construcciones de poco interés.

Historia

A fines del siglo XIII, Pay Arias de Cabrera –según detallan M. Valverde y F. Toledo– fundó la torre que tomaría su nombre –Torre de Arias Cabrera– en el sitio de Palomarejos, instituida en señorío en favor de su hijo Pedro Ponce de Cabrera. Comenzó a designarse como Torres Cabrera y a recibir el calificativo de castillo al constituirla en mayorazgo el VI señor en el siglo XV, quien acometió una profunda remodelación del recinto a fines de esta centuria, convirtiéndolo en residencia palaciega con iglesia y oficinas agrarias. En 1668 sus poseedores recibirían el título de conde de Torres Cabrera.

Las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada dan una idea de la heredad hacia 1752. Se dice que era propiedad del conde de Torres Cabrera, vecino de Córdoba, y respondía a un tipo de explotación especialmente variada, descrita del siguiente modo:
"se compone de tierra de regadío plantada de frutales y moreras a los márgenes de los quadros en que se siembran las especies de hortaliza, y de secano de sembradura, con un año de descanso. Otra a estilo de cortijos, otra con descanso de quatro años, olivar y pasto sin plantío. Sus tierras de regadío eran de primera calidad y las de secano de las tres calidades. Se especifica además que los plantíos de olivos en líneas derechas y los demás árboles sin orden alguno. La extensión de la finca era de 1.835 fanegas, de las cuales 4 eran de regadío para la huerta, 170 de olivar, 125 de pasto, 90 inútiles y el resto de sembradura de secano de diverso tipo. Se indica también que el predio contaba con un molino de aceite con una viga y bodega, de cavida doscientas arrobas, y por todo le regulan de utilidad doscientos reales de vellón y, asimismo, hai en dicha jurisdicción una mina de barro que producía en cada un año trescientos reales, mientras que en la finca se halla sólo una casa principal para el recreo y diversión de sus dueños".



A mediados del siglo XIX, Pascual Madoz reseña que Torres Cabrera se componía de un pequeño castillo, un palacio, una buena iglesia, de unas hazas alrededor del caserío, una huerta, tres cortijos, un plantío de olivar de 5.000 pies con molino de aceite, y porción de tierras llamadas sotos de puro pasto en las riberas del río Guadajoz. Esta posesión tenía antiguamente jurisdicción propia, pero fue abolida en 1798. Finalmente, en el último cuarto del siglo XIX, Ricardo Martel y Fernández de Córdoba, IX conde de Torres Cabrera, promovió la ampliación y renovación del señorío, molinos de aceite, graneros y otros elementos del conjunto, dándole la configuración que tuvo hasta su desaparición. Ocupaba un rectángulo irregular con varios patios cercado por un muro almenado y una portada adintelada con pilastras, frontón recto y tres remates. Al pie del torreón medieval, de mampostería y verdugadas de ladrillo, con sótano y dos cámaras, se hallaba la casa señorial de la hacienda, junto con las cuadras y la bodega de aceite. A continuación se disponía un molino de aceite que definía una planta en L y que llegó a montar dos prensas de viga, con una torre de contrapeso rectangular almenada que imitaba el acabado de la atalaya defensiva. Entre el patio del señorío y el del molino se hallaban las viviendas del personal y cámaras. Las edificaciones de la hacienda cortijo se completaban con varias piezas de menor entidad dispersas por la explotación.[1]

Referencias

  1. Cortijo de Torres Cabrera, en la web https://www.adesalambrar.com.

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