Fotógrafo ambulante
Se designa como fotógrafo o retratista ambulante, – popularmente también se le llamaba así - aquél que prestaba sus servicio en la calle y no tenía estudio.
Hubo un fotógrafo ambulante que realizarba su trabajo en los Jardines de la Victoria de Córdoba junto al estanque de los patos, estuvo realizando su labor hasta principios de los años cincuenta del siglo XX. Era un personaje singular por su aparecía algo bohemia, con bigote de mostachón y gorra para protegerse del sol, daba la sensación de haber tenido mucho mundo en el oficio. Llevaba como vestimenta una especie de bata de medio cuerpo de color oscuro con objeto de protegerse de las manchas que producían los líquidos que manipulaba.
Acudían las madres con sus niños al lugar mencionado, para que le sacara la foto junto a los patos, o se presentaban grupos de jóvenes que buscaban plasmar su amistad de una forma gráfica, o en los años veinte llegaba la novia que quería mandar su belleza al pretendiente que estaba en la Guerra de África.
Su herramienta de trabajo era un artilugio en forma de cajón o cámara, estaba sujeta por un trípode que le servía de apoyo, la altura del aparato era una de persona. En la parte delantera de la caja estaba la lente que se movía mediante un fuelle y unas correderas fijas para acercar o alejar del objeto a fotografiar. La parte posterior estaba cubierta un paño negro que servía para ocultar la cabeza del fotógrafo cuando la metía en la caja, para así apuntar la lente al objeto a fotografiar o para manipular la placa que plasmaba la foto. Una vez centrada la caja o cámara en la dirección correcta y puesto el objetivo de la lente a la distancia deseada, se le indicaba la cliente no se moviera, seguidamente apretaba a una perilla con cordón largo y daba apertura al obturador de la lente. De noche se podían hacer también fotos con la ayuda de un aparato que quemaba magnesio en el momento de darle a la perilla, éste soltaba un fogonazo deslumbrador que dejaba a los que miraban a la cámara cegados. Ya realizada la operación había que esperar al revelado de la foto. Ésta se realizaba introduciendo la placa en un líquido que estaba en una cubetilla debajo de la cámara, después se enjuagaba la foto y se dejaba secar. Es de reseñar que los fotógrafos tenían las unas teñidas de un color oscuro debido al líquido manipulador de los revelados. Era un signo fideligno del oficio que ejercía.Dispinían algunos fotógrafos ambulantes de unos paneles en los cuales metían al cliente. Estos panales representaban los cuerpos de toreros y artistas; se ajustaba la cabeza de la persona a unos huecos y seguidamente se le colocaba una montera, sombrero de la ancha o peluca y así retrataba al cliente de torero o artista, sólo quedaba mirar al "pajarito".
Por los años cuarenta cuando la evolución de las cámaras fotográficas llegan a tomar un tamaño manejable y pequeño, los fotógrafos ambulantes estaban en cualquier calle y lugar prestando sus servicios. Este fue el motivo de la desaparición de los nostálgicos fotógrafos o retratistas del "Pajarito y del Magnesio".
- Se comenta la siguiente anécdota para situar la realidad de aquellos errantes personajes.
Cuando una madre exponía a su niño ante la cámara y todo estaba preparado para dar el fotógrafo a la perilla, decía al niño: - Mira, mira, al pajarito -.
El niño empezaba a mirar a todas parte y respondía: - Mamá, mamá, dónde está el pajarito, yo no lo veo.
El fotógrafo añadía cariñosamente al niño aunque un poco mosca: - O te estás quietesito o no sales en la foto -.
Tiempos que recuerdan cierta relajación, recreo o fiesta al tomar los servios de estos profesionales del retrato.
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