Iglesia de Santa María de las Flores
Fue durante el mandato de Alfonso XI, y por orden suya, la construcción de dicho edificio para proteger la zona de los continuos asaltos musulmanes amen también de proteger a las tropas y personas que iban por el camino de Sevilla a Córdoba. Su construcción debió de terminarse a principios del 1320 en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de la localidad, ya que este es el lugar mas idóneo para su ubicación al encontrarse protegido del arroyo de Triana y del río Guadalquivir.
Hasta tener el aspecto original de iglesia el castillo sufrió muchísimos cambios. Ya para fechas anteriores de 1500 el castillo se convirtió en parroquia, transformando el patio de armas en las naves de la misma parroquia y una de las torres en campanario. Actualmente, del castillo original sólo queda la torre campanario y la puerta de levante conocida como El Arquito, ya que las ultimas torres del castillo fueron demolidas en 1791.
El templo de estilo gótico es de planta basilical, sin ábside ni crucero, con bóvedas de arista en sus tres naves, pilares lisos y accesos al altar mayor por tres lados. Dicho altar está labrado con mármol y guarda reliquias de los santos cordobeses San Próspero y Santa Perpetua. Preside el altar un crucifijo que tiene por fondo un grandioso retablo neogótico de la posguerra.
La fachada principal es renacentista con aportaciones barrocas, con un gran arco de medio punto y elegantes columnas acanaladas. Sin embargo, se encuentra en desuso por la estrechez de la calle. Tiene dos puertas laterales: la del norte o “Puerta de los Novios” que es utilizada en la actualidad y la del sur o “Puerta del Sol”.
Cuenta la leyenda que allá por 1849 el conocido bandolero Curro Jiménez murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil (creada en aquellos tiempos) y fue enterrado en el antiguo cementerio de Posadas. Se cuenta que durante varios años su lugarteniente “El Mochuelo” acudió disfrazado de buhonero para ver al párroco de la iglesia de S. María de las Flores y entregarle unas monedas, al tiempo que le decía: “Padre acuérdese el Día de los Difuntos de un hombre al que la sociedad lo echó a la sierra”.
Rectores
- Juan Jaén Abril (1918)
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