Líquenes
La variedad de formas y estructuras de los líquenes dificultan establecer sus características comunes, pero su aspecto de goma reseca, entre alga y musgo, los hace fáciles de identificar. Forman uno de los mejores ejemplos de simbiosis que se da en la naturaleza y son el resultado de la asociación natural entre un alga microscópica y un hongo. De dicha unión nace uno de los grupos de seres vivos más importantes para la vida en la tierra, ya que son los precursores de la cobertura vegetal en amplias regiones del planeta.
Estas plantas tan bien adaptadas son capaces de extenderse sobre superficies inertes y en hábitats tan hostiles como los roquedos desnudos y las graveras que forman los claros del bosque. Allí se fijan como lapas sobre las rocas, procesando sales y minerales hasta disgregar su superficie, creando una primera forma de vegetación. Y no sólo eso: al morir, son arrastrados por las aguas formando el primer abono del que se alimentarán otros seres más evolucionados.
Pueden crecer sobre piedras y paredes rocosas de las leñas o en el suelo, como diminutas formaciones arbustivas, y colgar de las ramas de los árboles o fijarse a su tronco. En estos casos, y al contrario que los musgos, sí que los perjudican, impidiéndoles su correcta nutrición.
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