La Iglesia y el Teatro en el siglo XVIII en Córdoba

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El siglo XVIII en Córdoba estuvo marcado por una intensa polémica entre la Iglesia y el teatro. La Iglesia, con sus misioneros y predicadores, se oponía vehementemente al teatro, considerándolo una amenaza moral. Por otro lado, los ilustrados veían en el teatro un medio de educación y cultura. Este artículo explora esta confrontación y sus consecuencias en la vida cultural de Córdoba.

La Iglesia en Córdoba, al igual que en muchas otras ciudades españolas, adoptó una postura rígida y conservadora frente al teatro. Misioneros y predicadores, como el Padre Posadas (1644-1713), combatieron el teatro utilizando argumentos morales y religiosos. Aprovechaban las calamidades, como epidemias, para reforzar su mensaje de que el teatro era una manifestación de la ira divina.

Los argumentos de la Iglesia contra el teatro se centraban en la supuesta inmoralidad de las obras y la conducta de los actores. Se acusaba al teatro de corromper las costumbres y promover la licenciosidad. Las obras teatrales eran vistas como vehículos de mensajes inmorales, alejados de los valores cristianos

A pesar de la oposición de la Iglesia, el gobierno ilustrado, bajo la influencia de la filosofía de la Ilustración, defendió la apertura de teatros. Se argumentaba que el teatro podía ser un medio eficaz para la educación y el fomento de la cultura. La real orden de 17 de octubre de 1799, que concedió licencia para establecer un teatro en Córdoba, ejemplifica esta postura gubernamental La solicitud de apertura de un teatro por parte de Casimiro Montero en 1799 desencadenó una serie de debates y enfrentamientos entre las autoridades civiles y eclesiásticas. El Ayuntamiento y el Obispo don Agustín de Ayestarán y Landa se opusieron categóricamente, mientras que una facción del Cabildo Municipal mostró apoyo a la iniciativa

Los reformadores ilustrados también criticaban el estado del teatro, pero sus críticas eran constructivas, buscando mejorar la calidad de las representaciones y eliminar los aspectos inmorales. Personalidades como Jovellanos defendían una reforma radical del teatro para convertirlo en un verdadero vehículo cultural.

La principal diferencia entre la crítica ilustrada y la eclesiástica radicaba en sus objetivos. Mientras la Iglesia buscaba la eliminación total del teatro, los ilustrados proponían su reforma para mejorar la sociedad. Esta distinción subraya la divergencia fundamental entre las dos posturas: una basada en la censura y otra en la mejora cultural

La polémica entre la Iglesia y el teatro tuvo un impacto significativo en la sociedad cordobesa. La apertura y posterior clausura del teatro reflejaron las tensiones entre las fuerzas tradicionales y progresistas de la época. A pesar de los esfuerzos de los ilustrados, la influencia de la Iglesia prevaleció, manteniendo al teatro en una posición marginal hasta bien entrado el siglo XIX

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