Lino Lechuga Carmona

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Lino Lechuga

Lino Lechuga Carmona, (Santaella, 24 de enero de 1928 - †Córdoba, 26 de enero de 2024), empresario y comercial


Nació en la calle Osario nº 22 de Santaella, siendo el menor de cinco hermanos. La mayoría de sus recuerdos de la infancia están ligados a la casa en el campo, ya que a los tres años su padre compró una huerta a la salida del pueblo. Allí vivían y trabajaban, en una época muy dura. Recuerda que solo asistió a la escuela durante un año, porque a los cinco años necesitaban su ayuda en casa para acompañar a su madre, quien estuvo enferma durante mucho tiempo. De aquellos momentos recuerda la cara de su madre y sus frases repetitivas: “Linito, que seas bueno”.

Con solo ocho años, vivió la guerra a su manera. Eran tiempos difíciles y en la huerta vivían todos: hermanas y sobrinos. Los hombres de la casa estaban en la guerra y él, aunque muy pequeño, ya era uno de los brazos de su padre, ayudándole a mantener la delicada situación familiar. Trabajaban la tierra, cuidaban de los animales, unas veces cabras, otras vacas y otras cerdos. Lo que obtenían era para comer en casa y para vender. En una yegua se desplazaba a los pueblos de alrededor para vender los productos.

A los dieciocho años sentía que tenía que volar y decidió asistir a clases de Don Adolfo por la madrugada. Quería aprender a toda costa. Pagaba con el escaso dinero que le quedaba después de vender la leche. No dijo nada en casa, pues entonces todo el dinero era poco. Pero avisaron a su padre de que lo veían por la madrugada en las calles del pueblo y él pensó que podría estar “maleándose”. Su padre, con toda la rectitud que le caracterizaba, le increpó duramente. Linito, de rodillas, suplicó que no le pegara, explicando que solo quería aprender.

Los años 50. Barcelona y Canarias

A los veinticuatro años decidió marcharse y buscar su destino. Lo más duro fue la despedida con su padre, quien le decía en un largo abrazo: “Hijo mío, desde que naciste siento el latido de tu corazón y ahora te vas… me dejas desamparado…”. Lloraron juntos durante un largo rato.

Partió con solo 155 pesetas hacia Barcelona. El billete de tren costaba 450 pesetas, por lo que se subía al tren y cuando detectaba al revisor, se bajaba y esperaba al siguiente tren, hasta llegar a Barcelona. Trabajó allí unos dos años, pero el trabajo en los años 50 no era bueno. Regresó a casa con unos ahorros de 6.000 pesetas. Tenía el objetivo de viajar a Canarias para desde allí embarcarse hacia América, pero el destino hizo que se quedase en Canarias. Allí permaneció durante unos tres años, realizando múltiples y duros trabajos, destacando la venta de tejidos.

El negocio de tejidos.

Volvió a la península para ver a su padre y con el propósito de regresar a la isla, pero Santaella y sus gentes le atraparon. Se estableció con su primer negocio de tejidos en Santaella. Conoció a su mujer, Elena Varona con la que casó teniendo dos hijos. Después de unos años, decidieron ampliarse a Córdoba, llegando a tener seis negocios abiertos en la ciudad.

En los años 70, una gran recesión económica le afectó. La fábrica principal que le suministraba mercancía quebró, y no pudo cobrar muchas letras de cambio. Su vida se marcó durante unos diez años por circunstancias económicas adversas, pero volvió a resurgir. Estos años le hicieron más fuerte y le enseñaron a apoyarse más en su familia.

Premios

En el año 2010 se le homenajeó en Santaella en el evento Homenaje la Ausente. [1]


Enlaces externos

Referencias

  1. Homenaje al ausente 2010. Amigos de Santaella. Disponible en Internet.

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