Los nacimientos (Notas cordobesas)

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En Córdoba, como en toda España, se va perdiendo la costumbre, tradicional y poética, de instalar nacimientos que conmemoren la venida al mundo del Mesías.

Antiguamente en no pocos templos y en muchas casas de nuestra población se exhibían, al llegar la Noche-Buena, caprichosos riscos que, más ó menos fielmente, representaban el misterio sublime de la Natividad del Hijo de Dios, y había algunos que obtuvieron fama, si no por su propiedad porque de ella adolecen casi todos, por su méríto artístico, por sus grandes dimensiones, por su lujo ó por su acertada colocación.

Uno de los mejores era el de la familia de Barbero, del cual todavía se conservan restos que suelen utilizarse en los de algunas iglesias.

Don Manuel Matilla poseía otro notable, con gran número de figuras de movimiento.

También llamaba la atención el de doña Rafaela Criado, pues en él desde los Reyes hasta los pastores estaban vestidos con ricas telas. Tenía este nacimiento anacronismos enormes como el de aparecer delante del palacio de Herodes un magnífico carruaje con seis caballos empenachados y varios cocheros y lacayos vestidos á la Gran Dumont.

Pero el más original de cuantos recordamos poníanlo las señoritas de Amo Serrano. Todas las figuras, tanto de personas como de animales, estaban hechas de trapo, con una perfección extraordinaria, y vestidas con gran propiedad. Eran obra de las mencionadas señoritas.

De los instalados en los templos obtenía la predilección del público y especialmente de los niños el que el presbítero señor Cerro exhibió algunos años en la iglesia de San Basilio y después en la de Nuestra Señora de la Fuensanta.

Era de extraordinarias proporciones y tenía gran profusión de figuras, buenas y malas; fuentes, ríos, molinos, ciudades, cabañas y cuanto pudiera soñar la fantasía infantil, constituyendo un conjunto vistoso y agradable.

Ahora bien: examinándolo detenidamente encontrábane en él desproporciones é impropiedades graciosísimas como estas:

Sobre un árbol de una tercia de altura un enorme pájaro disecado y al pié del árbol un cazador mucho más pequeño que el ave á que apuntaba; en el tejado de una choza casi microscópica varios ratones de tamaño natural; en el río un barco con chimenea de vapor y, en primer término, un majo tocando la vihuela, con capa corta y sombrero calañés.

En la ermita de Nuestra señora de Consolación formaban antiguamente y todavía lo forman algunos años, un nacimiento de muy bonito conjunto.

Y finalmente, en el Colegio de Santa Victoria hay uno con figuras mecánicas que es una preciosidad.

La industria, porque no merece el nombre de arte, de hacer figuras para los nacimientos, se halla todavía, en Córdoba, en el periodo rudimentario; no hemos adelantado en ella un solo paso, más bien hemos retrocedido, porque los muñecos que se confeccionan en la actualidad resultan peores que los antiguos.

Misterios, pastores, reyes, todo está cortado por el mismo patrón; no hay diferencia alguna entre los que se exhiben hoy y los que se presentaban hace medio siglo.

Aquí jamás se pensó en dar carácter apropiado á las figuras; ¿qué saben sus autores de historia, ni de usos, costumbres y trajes de la época de Jesucristo?

¿Tienen que representar un pastor? Pues lo representan con la indumentaria que usa en nuestros tiempos: zahones, zamarra y sombrero cordobés; ¿quieren darle una pareja? Pues hacen una zagala con refajo colorado y sombrero simulando los de palma que usan nuestras mujeres para las faenas agrícolas.

En cuanto á los Reyes magos, como no han tenido á mano un Rey en traje de corte que copiar, copian los de la baraja y listo. Compare el lector unos y otros y apreciará la gran semejanza que hay entre ellos.

En los animales se nota muy poca diferencia; todos se reducen á unos pegotes de barro con cuatro alambres. Si están pintados de blanco son ovejas, si de negro lechones; si en la parte que figura la cabeza tienen otro par de alambres ya están convertidos en cabras ó en burros, según la posición de aquellos y así podríamos ir citando otras variaciones hasta lo infinito.

Un periodista cordobés de excelente humor, don José Navarro Prieto, tenía en el bufete de su despacho varios de estos animalitos y cuando le visitaba algún forastero enseñábaselos como muestra de los prodigios que sabemos hacer en Córdoba.

Pero está justificada esa falta de arte, pues las personas que tienen buenos nacimientos no adquieren las figuras aquí, sobre todo desde que no vienen los vendedores de Granada que solían traer algunas bien hechas, y los toscos muñecos que se exhiben, al aproximarse la Noche-Buena, en los alrededores del Mercado, destínanse sólo á juguetes de los pequeñuelos, que los rompen apenas caen en sus manos.

Por eso los padres, cuando van á comprar á sus hijos pastores, sólo buscan lo más barato, y como el precio está en relación con la calidad, suelen decir al preguntarles el vendedor si los quieren finos ó bastos: mientras más malos mejor, porque ... ¡para lo que van á durar!

Pero cualquier muchacho, el día de Noche-Buena, como logre poseer varios de esos monigotes que él no cambiaría por una escultura de Montañés, una pandereta de relucientes platillos ó una zambomba llena de lazos y tirabuzones, y una caña dulce muy gruesa y muy larga, se considera más feliz que todos los potentados de la tierra.

¡Dichosa edad en que á tan poca costa se satisfacen nuestras ambiciones!

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