Luque (Rincones de Córdoba con encanto)
Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003) [1]
Luque / Entre el castillo y el tajo
Los encantos de Luque se concentran en su espaciosa e irregular plaza de España, el corazón de la villa, abrigada por la mole del tajo del Algarrobo, en la que se concentran los edificios más representativos, entre ellos la parroquia y el ayuntamiento. Vigilando todo el conjunto desde su inexpugnable pedestal de roca, el viejo castillo, que adquiere aspecto de grabado romántico cuando lo dora la luz del atardecer.
La mejor vista general de la plaza de España la regala la calle del Paredón, situada en un plano elevado y protegida por una barandilla de hierro a modo de espléndido balcón. Se aprecia, en primer término, el ajardinado espacio central, que por su forma denominan ‘la Plancha’. Pero sobre todo sorprende la imponente presencia de la iglesia parroquial, que los luqueños llaman con orgullo ‘catedral de la Subbética’, y que el viajero no espera encontrar en un pueblo de 3.500 almas. Junto a la parroquia, una elevación rocosa, el Peñón de la Pita, sustenta la cruz de los caídos.
Delante de la fachada parroquial se inicia el paseo de las Fuentes –cuidado salón flanqueado de bancos y de falsos pimenteros cuya sombra envolvente buscan los jubilados al atardecer–, presidido, al fondo, por la casa consistorial. A ambos lados se alinean los edificios de servicios públicos y atenciones sociales. Y encaramada sobre la roca, la vieja fortaleza nazarí, cuyo estado ruinoso no contradice la imagen protectora.
Puede Luque presumir de iglesia mayor, tanto por su calidad artística como por su buena conservación. Una joya que sorprende al viajero. Y no es para menos, pues la parroquia de la Asunción, iniciada en 1567, tuvo los mismos maestros de obras que el crucero de la Catedral cordobesa: Hernán Ruiz el Joven, Sebastián de Peñarredonda, Hernán Ruiz III –el de más activa participación en el templo– y Juan de Ochoa. Sin menoscabo de las dos portadas de raigambre renacentista, lo que más llama la atención al exterior es la torre, que, aunque trazada por el tercer Hernán Ruiz en 1592, no se terminó hasta un siglo después. Es “una de las más hermosas torres de la época en la provincia de Córdoba” para el profesor Rivas Carmona, que destaca un cuerpo de campanas excelentemente compuesto, con vanos flanqueados por columnas pareadas. Interiormente fascinan la amplitud de las tres naves separadas por aéreos arcos de medio punto y cubiertas por artesonado mudéjar. Y como guinda, un retablo mayor de estilo barroco al que avivó los colores una restauración ejemplar.
Por su vertiente derecha la plaza es un mirador sobre el barrio de Santa Cruz, de modestas y encaladas casas surcadas por calles quebradas; si al viajero le seduce perderse en tan blanco laberinto, puede tomar las escalerillas que hasta él bajan. Pero si no le asustan las cuestas lo mejor es subir, poco a poco, hasta los pies del castillo. El primer trayecto parte de la vera del ayuntamiento y, salvando una rampa que regala por la derecha amplias panorámicas de la villa y su entorno paisajístico, llega hasta la ermita de la patrona, la Virgen del Rosario, que como una blanca paloma se posa a los pies de la fortaleza, como buscando su protección.
No es ajena a la fortaleza si se tiene en cuenta que fue fundada en 1553 por Beatriz de Portocarrero, esposa del Señor de Luque, Pedro Venegas –como atestigua el escudo que ostenta en la portada–, bajo la advocación de Nuestra Señora del Castillo; consecuentemente, la portada no mira a la plaza, sino al castillo, cuyo cobijo implora. El templo que hoy se ve es fruto de la reedificación llevada a cabo en el siglo XVIII, y en su interior acoge la imaginería que desfila en Semana Santa por las quebradas calles de Luque, entre la que descuella Jesús Nazareno.
El segundo tramo parte de la ermita y a través de otra cuesta, más angosta y pronunciada, desemboca en un privilegiado mirador acondicionado a los pies de la fortaleza. Llaman la atención las rústicas bolas de piedra que decoran la balaustrada, munición medieval hallada en el castillo. El recordado cronista de la villa Vicente Estrada proponía contemplar la vista general de Luque desde este privilegiado mirador, desde el que, como escribió, “se trata de tú a tú” al tajo del Algarrobo.
Referencia
- ↑ MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba
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