Peñarroya-Pueblonuevo (Rincones de Córdoba con encanto)
Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003) [1]
Peñarroya-Pueblonuevo / Un parque para olvidar la crisis
En contraste con la desolación que, cual si se tratase de una ciudad bombardeada, ofrecen las derrotadas fábricas situadas al noroeste de Pueblonuevo, surge en el corazón urbano el ameno paseo de Santa Bárbara, popularmente conocido como El Llano. El encanto del lugar emana tanto de su amena vegetación como de su grato ambiente humano, pues es un espacio muy frecuentado por la población, que aquí se cita, se reúne y pasea. Hasta el punto de que si se observa la vitalidad humana que la plaza registra, que tanto contrasta con la mortecina soledad de muchos pueblos, costará trabajo creer en la decadencia socioeconómica que la ciudad arrastra desde que la crisis de los años cincuenta cerrara la mayoría de sus pujantes fábricas. El Llano es el escaparate de una ciudad viva que ejerce la capitalidad del Alto Guadiato y conserva esa distinción social que confieren la cultura y el bienestar. Y es que la animación que muestra El Llano parece desmentir la decadencia.
Entre la arboleda eleva su fachada de rojo ladrillo la iglesia parroquial de Santa Bárbara, de la que toma nombre el paseo. Si se tiene en cuenta que Santa Bárbara es la patrona de los mineros, enseguida se advierte la estrecha relación que tuvo con las minas esta moderna población, que surgió a mediados del siglo XIX a raíz de la unión de Pueblonuevo y El Terrible. Posteriormente, en 1927 el pueblo nuevo y la cercana población de Peñarroya, antigua aldea de Belmez, se unificaron a su vez en un solo municipio.
La iglesia de Santa Bárbara es un edificio ecléctico erigido en la segunda década del siglo XX, coincidiendo con la pujanza económica alentada por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, empresa de origen francés constituida en 1881. Los especialistas aprecian en el templo rasgos de tradición románica y gótica, pero por su color y hechura le parecerá al viajero un templo distinto a los que comunmente se ven en la sierra. La fachada se prolonga en torre, con su cuerpo de campanas y otro superpuesto, del reloj, rematada por un chapitel de azulejos que brilla bajo el sol.
En el centro geométrico del paseo se extiende un espacioso quiosco con terraza –cafetería y restaurante Belita, con be, diminutivo de Isabel– que en el diseño de su estructura recuerda el quiosco de música que antaño hubo en el lugar. En un rincón del establecimiento, su acogedor dueño Andrés García guarda, como un pequeño museo sentimental, imágenes y testimonios del pasado. Entre ellas podrá apreciar el viajero la terriza explanada que a principios del siglo XX era el Llano; un reclamo comercial de Casa la Valeriana, tienda de “comestibles finos” para satisfacer la demanda de los ingenieros franceses; o la pujanza industrial que alcanzaba en los años treinta la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Se siente Andrés orgulloso del floreciente pasado de su pueblo, que daba trabajo a 20.000 personas, tenía siete cines y un comercio esplendoroso. Como reverso de aquel añorado esplendor la ciudad vive hoy de los pensionistas y de los prejubilados de las minas, pero en cambio no tiene trabajo para los jóvenes, que han de emigrar, principalmente a las azulejeras de la zona de Castellón. Es el reverso del encanto.
En tan cuidado parque predominan los plátanos de sombra. Robinias y morales circundan el recinto, que frente a la iglesia embellecen metálicas arcadas en las que se enredan los rosales trepadores. Álamos, prunos, cipreses, cedros, castaños, acacias y palmeras confieren variedad a la arboleda, arropada por parterres tapizados de césped, en los que también crecen adelfas, rosales, celindas y flores del tiempo. Un gozo vegetal. Frente a la iglesia una fuente con la escultura de un minero homenajea a este heroico gremio, mientras que en la vertiente opuesta, cerca de la travesía, sorprenderá al viajero otra fuente similar rematada por la figura en bronce de un perro, que dio nombre al primitivo poblado del Terrible.
El ancho acerado de la vertiente meridional de la plaza lo llenan de veladores los negocios de hostelería que se concentran en el lugar, mientras que la inmediata calle peatonal dedicada a Juan Carlos I, de florecientes comercios, enmarca la lejana silueta del castillo de Belmez erigido sobre su roca.
Guarda la ciudad otros encantos. Como el edificio de Dirección de la poderosa sociedad industrial, convertido en la espléndida residencia de mayores Virgen del Rosario, con aspecto de gran hotel, que destaca por la elegancia de su arquitectura de gusto francés. Hermosa es también, especialmente con las primeras luces de la mañana y las últimas de la tarde, la peña roja bajo la que se arrebuja Peñarroya, que toma de ella nombre, que tiene en la encantadora parroquia de Nuestra Señora del Rosario su ángel protector.
Referencia
- ↑ MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba
Principales editores del artículo
- Gencor (Discusión |contribuciones) [2]