Personajes populares en Córdoba
Personajes populares en Córdoba
Recuerdos Cordobeses [1]
Es curioso como cambian los tiempos y las costumbres para los hombres en todos los aspectos. Cambian en su forma de comportarse, en su manera de pensar, en sus gustos y distracciones, y ¡cómo no! , en sus pasatiempos más simplistas.
Hoy, cuando una persona, degenerada, no consigue satisfacer sus apetencias o vicios, hecha mano del cartelito de parado, y a mendigar en nombre de sus seis o diez hijos imaginarios, prestados, alquilados o rebuscados, haciendo un daño tremendo y desmesurado a los verdaderos trabajadores y padres de familia, en paro, que, desgraciadamente son muchísimos en nuestro mundo.
Los marginados de nuestros tiempos pasados eran originales y habilidosos para sobrevivir, y, aunque los tildaban de “tontos o locos”, ellos iban viviendo sin dar golpe y cubriendo sus necesidades y vicios más arraigados, además de distraer a las gentes sin más complicaciones, ni problemas.'De los más lejanos o sea de los más recordados de nuestra niñez en Córdoba fue el “tonto Gómez”. Este individuo, de familia media cordobesa, operaba con mucha frecuencia por los alrededores de la Mezquita-Catedral, allá por la década de los años veinte y en sus distracciones más corrientes dedicaba su tiempo en hacer matemáticas en las paredes con un carbón, demostrando que no era tan tonto como parecía o como lo creía la gente. Para los nosotros los chavalillos, se distraía y nos distraía haciendo la instrucción militar, en plena calle y organizando batallones imaginarios. Así, es que, cuando le veíamos llegar lo acosábamos diciéndole… -¡Gómez…! ¿Jugamos a los soldados?, Bueno, vamos, contestaba él. Entonces nos íbamos graduando caprichosamente. Yo general, yo capitán, yo comandante. -¿Y, los soldados?, preguntaba el tonto, a ver que no contestaba nadie. Todos queríamos ser oficiales. Entonces se marchaba cantado aquello que tan popular se hizo de -“Ya no pué ser, ya no pué ser, ya no pué ser”. Una vez estaba el pobre falto de calzado. Se atrevió a descalzar a un difunto en el depósito de cadáveres del Cementerio. Cuando lograron aclarar que se trataba del “tonto Gómez”, este dijo en su descargo que él sólo había hecho una obra de caridad, ya que al pasar por el Campo Santo oyó una voz que decía: -“ Gómez quítame las botas que me aprietan todavía y ponme las tuyas rotas…” Así era como comenzaba una de las coplas de aquel carnaval que le dedicaron al buen ingenio del “tonto Gómez”.
Otro personaje gracioso y dicharachero de aquellos años era el celebre “Alberkrin”. Este, con el afán de sacarse algunos dineros para sus pequeños gastos de taberna, se dedicaba a leerle a los transeúnte crónicas imaginarias de la guerra de Marruecos y de las actuaciones y servicios de las autoridades civiles y militares de toda España, por lo que estaba más en los cuartelillos municipales, que en la calle. La gente, como sabía de las cosas, lo sonsacaban diciéndole…: -“Alberkrín", te doy una perra (cinco o diez céntimos) si nos lees las última noticias de hoy. Entonces, éste, sacando del bolsillo un periódico viejo, descolorido y arrugado, comenzaba su lectura improvisada, con una oratoria de político barato...: -“Dicen esta noticias que las tropas españolas han ocupado el frente de Melilla y todas sus cordilleras, pero es mentira, los que quieren estos jefezuelos chulos y descarados, que les manden más dineros para sus juergas y borracheras con mujeres, mientras a los pobres soldados no les mandan ni para tabaco. Entonces, cuando en sus lecturas pasada un miembro de estos cuerpos, recogía el periódico y empezaba a darle vivas y a piropearlos hasta el extremo de que a muchos de ellos les hacia sonreír, ya que sabían de lo que se trataba y no lo tomaban en serio. Pero es que muchas veces se enfrascaba y se entusiasmaba tanto en su lectura y en sus insultos que llegaba algún un guardia municipal (guindilla, como le llamábamos nosotros) a su auditorio y sin que se diese cuenta y sin que la gente el avisara seguía sus comentario detractores, y, entonces, sí que daba con sus huesos en la “jiguerilla” (calabozo) del Ayuntamiento. La gente, se lo pasaba a lo grande y en estas ocasiones mucho más, ya que los insultos a los municipales eran de verdad y de los más originales.
Por estos tiempos, teníamos en Córdoba un Parque Zoológico de lo más elemental, en los Jardines de la Agricultura. Había algunos patos, palomas, dos faisanes y un avestruz, que por cierto murió en las mismas circunstancias que nuestro hipopótamo de hace unos años atrás. Entonces, los murguistas de aquel carnaval y refiriéndose a su jaula nos cantaban con mucha gracia: '-“Como la jaula está vacía ahora se oye decir que van a meter al borracho de “Alberkrin”.
Otro marginado y desgraciado de la vida fue “Manolo el tonto”, allá por los años cincuenta. Este pobre muchacho, iba sobreviviendo por lo pocos que se le podía dar en aquellas fechas de miseria, y, aunque subnormal, era muy simpático y cariñoso, ya que para hacerse querer siempre decía lo que la gente le había enseñado a fuerza de marchacárselo mucho. –Yo soy el tonto “der lugá” que to tomen trabajando y yo tomo sin trabajar. Con el tiempo esta pobre criatura se fue refugiando entre lo comerciante de la Plaza de Abasto, ilusionado por lo que pudiera coger entre aquellos puestos, pero con mala suerte que tropezó con algunos bromistas sin conciencia, que con el señuelo… Manolo, le decían: -¿Quieres estas perras si me dejas que te de un capón? Entonces él inocente por tal de coger aquellas monedas iba aguantando una y otras vez aquellos mazazos en los nudillos, que al cabo del tiempo (mucho tiempo) no se sabe si por estas burradas o por causa de forma natural la cuestión es que el pobre Manolo, en plena juventud, apareció muerto en unos de losOtro marginado y desgraciado de la vida fue “Manolo el tonto”, allá por los años cincuenta. Este pobre muchacho, iba sobreviviendo por lo pocos que se le podía dar en aquellas fechas de miseria, y, aunque subnormal, era muy simpático y cariñoso, ya que para hacerse querer siempre decía lo que la gente le había enseñado a fuerza de marchacárselo mucho. –Yo soy el tonto “der lugá” que to tomen trabajando y yo tomo sin trabajar. Con el tiempo esta pobre criatura se fue refugiando entre lo comerciante de la Plaza de Abasto, ilusionado por lo que pudiera coger entre aquellos puestos, pero con mala suerte que tropezó con algunos bromistas sin conciencia, que con el señuelo… Manolo, le decían: -¿Quieres estas perras si me dejas que te de un capón? Entonces él inocente por tal de coger aquellas monedas iba aguantando una y otras vez aquellos mazazos en los nudillos, que al cabo del tiempo (mucho tiempo) no se sabe si por estas burradas o por causa de forma natural la cuestión es que el pobre Manolo, en plena juventud, apareció muerto en unos de de los rincones de la Plaza de la Corredera.
Como contrapunto, para terminar con este triste pasado, podríamos hablar de otros muchos sucedidos en aquellos tiempos. Pero sí me quisiera referir a uno de los personajes de más habilidosos más alegres y más simpáticos para buscarse la vida en nuestra tierra y que fue… “El tío de los pestiños”. Este hombre, tenía una forma tan original para pregonar sus mercancías que desconcertaba a todo aquel que lo escuchaba… -“Niño, ¿no quieres más…? Anda cómete otro… que ricos que están. ¿A que están bueno mis pestiños? Coge otro, anda. ¿Es que no te gustan? Y, todo esto sin que el presunto cliente lo hubiera probado. Un día, había un chavalito de unos diez años, en la entrada de los servicios de señoras en la Plaza de las Tendillas y al salir su madre de ellos y ver que aquel señor le estaba preguntado a su hijo: -¿Es que no te han gustado? Anda comete otro. ¿A que están muy buenos? La pobre señora, al oír aquello por poco si se muere de un infarto, puesto que según se pudo explicar después venían de Posadas en ayunas para que su hijo le hiciesen unas exploraciones del aparato digestivo y al creer que el muchacho había comido de aquellos pestiños comenzó a gritar a su hijo e intentó pincharlo con un paraguas que llevaba en el canasto de vareta.
¿Era otros tiempos…!
Referencias
- ↑ . Miguel Antonio Mesa en Córdoba en Mayo, año 1989 página 121
Principales editores del artículo
- Ildelop (Discusión |contribuciones) [8]
- Gencor (Discusión |contribuciones) [1]