Sor Felipa de la Cruz

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Sor Felipa de la Cruz, (*Belalcázar 1509 - †Belalcázar 1531)

Su verdadero nombre era Felipa de Sotomayor y Castro, hija de Alonso e Isabel, III Condes de Belalcázar.

Nació en el castillo de Belalcázar, el día 14 de septiembre del año 1509, y pasó su infancia en un ambiente de cariño y grandeza, aunque destacando sobremanera la educación cristiana que recibió de sus progenitores. Muerta su madre, decidió llevar a cabo su promesa de ser monja, dando cuenta de ello a su padre, quien accedió con sumo agrado, dado que el mismo tenia el propósito de ingresar como religioso de San Francisco, y así lo hizo adoptando el nombre de Fray Alonso de la Cruz.

Sirvió como enfermera, haciendo las labores mas bajas del convento; pero así pidió ella que fuese. Muchas veces ayunaba y decía a la abadesa que su ración fuese repartida a los pobres.

Cuando le llegó la hora y edad de profesar, deseosa de servir a Dios y continuar en su más estricta obediencia, humildad y pobreza, dictó testamento el día 17 de agosto de 1524, por el que se desposeía de todos sus bienes terrenales, destinándolos a la construcción y reparación de conventos, a sus familiares, criados y pobres de su villa natal, así como a ciertas obras pías.

Le dio los votos de religiosa profesa el venerable padre Fray Francisco de los Ángeles Quiñones, provincial de la Orden, quien pronunció unas palabras para ensalzar las virtudes que había demostrado sor Felipa en su vida religiosa.

Al cabo de unos años de extremado servicio a Dios y a la comunidad, le sobrevino una penosa enfermedad que la produjo la muerte cuando tan sólo contaba 22 años de edad. Cuentan los cronistas que se le rompió una vena del pecho y le produjo tal flujo de sangre que no pudieron detenerlos con medios humanos. Pidió que la confesasen, pero no pudo comulgar por culpa de la sangre que la brotaba por la boca. Su muerte afectó en gran medida a toda la comunidad y en especial al siervo de Dios Fray Bernardino de Alcántara, provincial que la asistía con algunas religiosas.

A la exequias y entierro asistieron sus hermanos los condes de Belalcázar y duques de Béjar, acompañados de religiosos, nobles y gente llana, quienes decían: ''Ha muerto la Santa Condesa Monja" (nombre con el que se le conocía en el pueblo, debido a sus grandes virtudes y ejemplar vida).

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