Torres (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Torres / Alzando la vista al cielo

Una decena de torres se elevan vigilantes sobre los tejados del casco antiguo. Predominan las de estilos renacentista y barroco, y algunas de ellas se sustentan en viejos alminares árabes, como si los credos se hubiesen ido superponiendo.

La principal de todas es la de la Catedral, cuyos 54 metros la convierten en la construcción más alta de la ciudad, altura salvada interiormente por sus 203 escalones. En su interior encierra, “como una almendra dentro de su cáscara”, el alminar árabe construido por el califa Abd al-Rahman III en 952. Fue proyectada por el arquitecto Hernán Ruiz III, y su construcción se llevó a cabo entre 1593 y 1617, aunque sufrió tres reparaciones de importancia; la primera en 1664, época en que se colocó como remate la escultura de San Rafael, que aún pervive; la segunda en 1727, tras una violenta tormenta; y la tercera a raíz del destructor terremoto de Lisboa de 1755. Finalmente, la restauración terminada en 1996 devolvió claridad y transparencia a la torre, que la iluminación nocturna convierte en faro de oro. Tan bella y proporcionada imagen manierista multiplica su grata visión en calles y plazas del entorno. “Desde lo alto de la torre, cuando se mira en derredor, se ve y se entiende Córdoba”, como afirman sus arquitectos restauradores Ruiz Cabrero y Rebollo Puig.

La torre más antigua conservada en Córdoba es la de San Nicolás de la Villa, que aprovecha la base de un alminar y estaba concluida en 1496, como acredita una lápida alusiva a su construcción. Sobre el primer cuerpo cuadrangular se alza un estilizado prisma octogonal, rematado por una envolvente corona formada por arquillos ciegos y crestería floral. Curiosa es la transición ornamental entre los dos cuerpos, encabezada por las palabras Paciencia y Obediencia, relacionadas con el pleito entablado y perdido por los Marqueses de Comares, que tenían su palacio frente a la iglesia. El escudo del obispo Íñigo Manrique, que rigió la diócesis entre 1486 y 1496, certifica sobre una de las caras la época de la construcción. El campanario en cambio es un pobre añadido posterior que desmerece del conjunto.

La torre de San Lorenzo, considerada por los estudiosos “una de las más gráciles de la ciudad”, aprovecha la base de un antiguo alminar, sobre el que Hernán Ruiz II levantó en 1555 tres cuerpos decrecientes de estirpe renacentista. Sobresale por su belleza el campanario, en el que, protegidos por balaustrada, se abren estilizados vanos pareados entre pilastras de orden jónico.

El cuerpo de campanas de San Lorenzo guarda parentesco estilístico con el de Santa Marina, obra igualmente de Hernán Ruiz II, aunque más austera. Sobre la sólida base de la torre medieval, el arquitecto levantó el campanario, con dos vanos de orden jónico en cada lado. El escudo del obispo Leopoldo de Austria (1541 y 1557) permite fecharla. Cercanas y angostas calles como Zarco o Morales regalan bellas perspectivas de la torre, que también se divisa desde el jardín del Palacio de Viana.

Del siglo XVI es también la torre de San Andrés, erigida durante el mandato del obispo fray Martín de Córdoba (1578-1581), como acredita su escudo. Es una torre bella pese a la desproporción que se advierte entre el robusto primer cuerpo, rematado por balaustrada con tribunas centrales, y el campanario, girado 45 grados, como en San Lorenzo, que sólo admite un vano de orden jónico en cada lado. Una reciente restauración lavó la cara de la torre, que emerge radiante sobre los tejados.

Muchas de las torres cordobesas son anacrónicas con respecto a sus iglesias, pues fueron construidas después que ellas. Esta circunstancia se acentúa en la Magdalena, la más madrugadora de las iglesias fernandinas, cuya torre actual hubo de esperar casi cinco siglos, pues fue construida a finales del XVIII, durante el episcopado de Caballero y Góngora, cuyo escudo ostenta. Es de estética barroca y consta de tres cuerpos decrecientes, de secciones cuadrada, poligonal y circular.

Otras torres jalonan el horizonte urbano de Córdoba, invitando a levantar la vista para apreciar su belleza y majestad. Digna de mención es la de San Agustín, de finales del XVI, con dos cuerpos en los que se abren doce vanos entre pilastras toscanas, el primero desplegado rectangularmente sobre la fachada. De finales del XVIII es la torre inconclusa de San Hipólito. Y singular en su aislamiento y abandono es la exenta torre barroca de la antigua parroquia de Santo Domingo de Silos, que pervive en la plaza de la Compañía a la espera de que se apiade de ella una restauración salvadora.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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