Villaralto (Rincones de Córdoba con encanto)

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Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Villaralto / El alma del pueblo habita en la torre

El encanto de Villaralto reside en torno a su iglesia parroquial de San Pedro, erigida en los albores del siglo XVI, época a la que corresponde la portada de los pies, labrada en granito, que obedece al estilo gótico de los Reyes Católicos, como testimonian las bolas de sus ménsulas. El interior y la gallarda torre –“alma del pueblo”, como la considera el periodista villaralteño Manuel Fernández– corresponden a la reforma sufrida por el templo en 1785, época barroca.

Sensibilizado sin duda por la austera belleza y antigüedad de la fachada, el Ayuntamiento llevó a cabo la reforma y embellecimiento de la íntima placita que se extiende delante; decretó su peatonalidad, pavimentó de artístico enchinado el cuadrilátero central y colocó en medio una sencilla fuente de granito, flanqueada por bancos y naranjos; tiene la fuente pilón octogonal, y sobre él se eleva una taza de perfil mixtilíneo, que escupe por cuatro caños el agua que en gruesos borbotones brota del surtidor.

Puede el viajero tomar asiento aquí y desmenuzar con la mirada cuantos detalles proporcionan al lugar su clima de mágico sosiego. Puede ser uno de ellos el contraste existente entre la gótica portada de la iglesia y el refinamiento barroco del campanario, que tras una reciente restauración resplandece altivo. Una escalinata eleva y realza la portada. En el interior, de tres naves, prevalece el lenguaje de la reforma barroca, así que no espere encontrar el viajero esos arcos transversales de ladrillo tan habituales en los templos de la zona. Sí llamará su atención un bello retablito del barroco final que, procedente de la iglesia cordobesa de San Basilio, llegó a este templo en la posguerra. Su hornacina central acoge a la Virgen del Buen Suceso, imagen de vestir a la que profesa el pueblo tradicional devoción.

Da nombre esta Virgen a la céntrica calle que baja hasta la iglesia, y tiene dedicado un reciente mural de azulejos en el blanco testero de la cabecera parroquial, en el que se resume su hallazgo:“En 23 de agosto de 1831 el Rvdo. P. D. Juan Peralbo, cura párroco, y D. Antonio Cabrera, albañil, descubrieron aquí la milagrosa imagen de la Santísima Virgen del Buen Suceso”, patrona de Villaralto y alcaldesa perpetua de la villa. A los pies del azulejo una hilera de arriates con petunias puntea de vivos colores, ahora en verano, la placita que forma al ensancharse la calle Buensuceso. A espalda de la iglesia abren sus puertas los pequeños comercios, que a lo largo de la mañana garantizan un constante goteo de vecinas.

En un apartado rincón del entorno, preservado del trasiego cotidiano, surge una minúscula placita en la que pervive la casa más antigua del pueblo; una vivienda de planta baja con aspecto deshabitado que ostenta sobre su dintel, de invariable granito, el número 17. Más interesante aún es la que, contigua a ella, forma ángulo, en cuyo dintel aparece toscamente labrado el año 1866, que certifica su edad.

El Ayuntamiento mima este Rincón de las Flores, como se le llama en la propaganda turística; ha salvado el antiguo desnivel con una plataforma peatonal precedida por escalinata y en su centro ha instalado una taza circular con surtidor, flanqueada por floridos arriates; dispuestos alrededor, tres bancos de hierro fundido invitan a tomar asiento y a entrar en otra dimensión del tiempo. He aquí un buen ejemplo de rincón con encanto, pese a la agresión, ay, de las modernas construcciones que en tan breve perímetro desafían la postal de otra época.

Callejeando por Villaralto –llamará la atención del viajero la calidad de algunos pavimentos– se pueden apreciar frecuentes ejemplos de arquitectura popular, que mantiene en calles y rincones una imagen tradicional por la que parece no haber pasado el tiempo; a título de meros ejemplos, la casa que preside la plaza dedicada a Bartolomé Peralbo, o la que en la calle Alfonso XIII conserva la fachada de sillares graníticos con sus juntas pintadas de blanco.

Como en otros pueblos de los Pedroches, es frecuente ver casas tradicionales recrecidas con una nueva planta alta, lo que, aunque da lugar a duros contrastes, refleja también la voluntad de conciliar dos épocas y dos formas de vivir; una solución preferible a la de esas fachadas revestidas de azulejos que el recordado Ricardo Molina, incansable viajero por los pueblos cordobeses, comparaba con cuartos de baño.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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