Visitas regias (Notas cordobesas)

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Córdoba ha sido escenario de visitas de numerosos monarcas a lo largo de la historia, quienes han recibido cálidas muestras de estima y cariño de sus nobles habitantes. La primera visita registrada fue la de Fernando III en junio de 1236, seguido por múltiples visitas de otros reyes como Alfonso X en julio de 1270, Sancho IV en febrero de 1280, mayo de 1282, y abril de 1284, Fernando IV en marzo de 1304 y noviembre de 1309, Alfonso XI en junio de 1328, Pedro I en febrero de 1353]] y octubre de 1367, Enrique II en 1368]] y 1378, Juan II en marzo de 1429 y mayo de 1431, María, reina de Aragón, en agosto de 1454]], los Reyes Católicos en 1484]], 1486]], 1487, 1488, y 1489, Juan Labrit en abril de 1500, Felipe I en junio de 1506, Carlos I en febrero de 1526]] y mayo de 1533, Felipe II en enero de 1570, Enrique III en octubre de 1612, Felipe IV en febrero de 1624, Isabel de Braganza en septiembre de 1816, Fernando VII en octubre de 1823, Isabel II en septiembre de 1862, Alfonso XII en marzo de 1877 y marzo de 1882, y Alfonso XIII en mayo de 1904 y febrero de 1908, junto con su esposa.

Consignemos, ahora, algunos detalles de estas visitas.

Don Fernando III vino á conquistar á Córdoba, penetrando en ella el 29 de Junio de 1236, acompañado de los caudillos Martín Ruiz de Argote y Juan Ruiz Tafur.

Don Fernando IV, en su primer visita, se concertó aquí con el rey Muhamed III de Granada y en la segunda reunió su ejército para marchar contra Algeciras.

En 1367 don Pedro I llegó para imponer castigos á la ciudad por haberse levantado á favor de don Enrique de Trastamara.

Don Enrique II, durante su permanencia en Córdoba, mandó ampliar el castillo de la Calahorra y recibió una embajada del Pontífice Urbano VI.

Don Juan II, en 1429, reunió en esta población un numeroso ejército, marchando con él á talar la vega de Granada.

La hermana del Monarca anteriormente citado, doña María de Aragón, vino, hallándose enferma de hidropesía, para costear una novena á Nuestra Señora de la Fuensanta y pedirle el restablecimiento de la salud, lo que consiguió poco después.

El 25 de Marzo de 1487 y el 26 de Mayo y el 20 de Agosto de 1490 los Reyes Católicos congregaron su ejército en nuestra ciudad para continuar la guerra contra los moros.

El 2 de Septiembre de 1489 el Rey dió á Córdoba unas Ordenanzas para su gobierno.

El recibimiento más solemne que registra la historia fué el tributado á don Felipe II, que llegó el 20 de Enero de 1570.

Este Soberano prestó juramento de mantener los privilegios de Córdoba, se inscribió como hermano de la cofradía de caballeros de La Caridad, la cual sostenía el hospital del mismo nombre, y tuvo aquí abiertas las Cortes hasta el 22 de Abril, celebrando sus sesiones en la sala capitular de la Catedral.

No deja de ser curioso el caso de que, al venir don Felipe IV, el Obispo de esta diócesis le obsequiara con una fuente llena de doblones y una baraja para que "Su Magestad se divirtiera en las largas noches que hacían", según palabras textuales.

Respecto al viaje de don Fernando VII, que llegó el 25 de Octubre de 1823, consignaremos las dos notas más salientes: el hecho, que fué objeto de generales censuras, de que al llegar la comitiva al puente los voluntarios realistas desengancharan las caballerías del coche regio y lo condujesen por las principales calles de la población y el espléndido regalo de ciento treinta mil reales que hizo el Cabildo Catedral á Su Magestad, de los fondos de la capilla de Santa Inés.

En honor de algunos de estos Monarcas se celebraron justas, torneos, corridas de toros y otras fiestas propias de cada época.

Llegamos ya á nuestros días, en los que Córdoba ha sido favorecida cinco veces con la visita de sus Soberanos.

El 14 de Septiembre de 1862 1legó doña Isabel II; en el sitio llamado Choza del Cojo se detuvo para descansar y variar de traje, en una caseta que se había levantado con este objeto.

Después penetró en la población por la puerta Nueva, desde entonces llamada de Isabel II, en la que se había levantado un arco con la inscripción siguiente:

"Isabel, esta es la puerta

que Francia encontró cerrada,

mas hoy, de gozo inundada,

la tiene Córdoba abierta

á su Reina idolatrada" .

La augusta dama hizo su entrada en un magnífico carruaje, arrastrado por ocho yeguas, de la propiedad del señor Marqués de Benamejí.

Se hospedó en el Palacio Episcopal y visitó la Catedral, las Ermitas y la huerta de San Antonio.

También asistió a los festejos de la feria de Nuestra Señora de la Fuensanta, que en aquel año, en atención á la visita de Su Magestad, celebróse en el paseo de la Victoria.

El Ayuntamiento, en nombre de los literatos de Córdoba, le regaló una Corona poética, formada por numerosas composiciones impresas en un elegante album.

El 31 de Marzo de 1877 vino don Alfonso XII, acompañado de su hermana la Princesa de Asturias.

Estuvo en la Catedral, en las Ermitas y en la huerta de los Arcos y puso la primera piedra del cuartel que ostenta su nombre.

Lo hospedó el señor Conde de Torres-Cabrera en su palacio, con un lujo y una fastuosidad excepcionales.

Para la recepción de las autoridades de la capital y de los alcaldes y comisiones de la provincia preparó un salón magnífico, erigiendo en él un trono, estancia que aún conserva tal como la dispuso para dicho acto.

En honor del augusto huésped celebráronse una corrida de toros y una función de fuegos artificiales.

Esta se verificó en la plaza de la Corredera, presenciándola el Monarca desde los balcones de la fábrica de sombreros del señor Sánchez Peña.

El 9 de Marzo de 1882 volvió Córdoba á albergar durante algunas horas á don Alfonso XII, que vino en unión de su esposa doña María Cristina y de su hermana doña Eulalia.

Entró en un carruaje á la Federica, propiedad de la señora Marquesa viuda de Benamejí, arrastrado por seis caballos, y visitó la Mezquita, el Gobierno civil, donde se verificó la recepción, y las obras del cuartel, cuya primera piedra colocó en el año 1877.

Después, en un coche á la calesera, fué á la huerta de los Arcos y desde allí á la estación de los ferrocarriles para emprender el viaje de regreso.

Al pasar por el Campo de la Merced, de las apiñadas filas de personas que invadían los lados de la carretera se adelantó un hombre conocidísimo; el carruaje de Sus Magestades se detuvo unos momentos; el individuo en cuestión puso un pié en el estribo al mismo tiempo que se descubría respetuosamente y tendió la mano al Monarca, que se la estrechó con afecto: aquel hombre era el gran Lagartijo.

El 12 de Mayo de 1904 entró en Córdoba don Alfonso XIII, dirigiéndose desde la estación de los ferrocarriles á la Catedral.

En la calle de Colón y en el centro del paseo del Gran Capitán se levantaban dos hermosos arcos.

Desde la Basílica fue el Rey i las Casas Consistoriales, en las que se efectuó la recepción oficial, y luego á las Ermitas, lugar al que le condujo el rico labrador don José Suárez Alonso, en un carruaje á la calesera, tirado por cuatro mulas.

En aquel pintoresco paraje de nuestra sierra almorzó el Monarca y al regresar estuvo en la plaza de toros viendo parte de la corrida celebrada en su honor; visitó la Fábrica de productos y utensilios esmaltados y salió para Sevilla en un tren especial.

Por último, el 20 de Febrero de 1908 volvió á visitarnos don Alfonso XIII, en compañía de su esposa doña Victoria Eugenia.

En la estación de los ferrocarriles se formaron dos comitivas; una acompañó á la Reina á la Catedral y otra al Rey á los cuarteles. Los Soberanos ocuparon dos landaus, pertenecientes á doña Magdalena de Burgos, viuda de Milla, y á la señora Condesa viuda de Cárdenas, cada uno con dos caballos.

Doña Victoria Eugenia examinó detenidamente las riquezas que atesora nuestra incomparable Basílica; D. Alfonso pasó revista á las tropas que se alojaban en los dos principales cuarteles de la capital y después Sus Magestades fueron á reunirse en la finca de la sierra denominada Villa María, de la propiedad de don Pedro López Amigo, quien les obsequió con un refresco, marchando desde allí los augustos viajeros á la estación de los ferrocarriles.

En la Primavera de 1911 los Reyes de España anunciaron otra visita á Córdoba, pero una inesperada crisis política les obligó á suspenderla.

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