Álvar Pérez de Castro

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Álvar Pérez de Castro "El Castellano" (* ¿? – † Orgaz -Toledo- 1239), fue un caudillo militar castellano, uno de los destacados en la conquista de Córdoba de 1236.

En el año 1234, un conflicto estalló entre el rey Fernando III y dos de sus principales caballeros, Álvaro Pérez de Castro y Lope Díaz II de Haro.

El motivo fue que Lope Díaz se sintió ofendido por el rey durante el asedio de Úbeda. Sin el consentimiento del monarca, Álvaro Pérez de Castro se casó con Mencía López de Haro, hija del magnate ofendido. Esto llevó a que el rey confiscara las tierras y propiedades de Álvaro Pérez de Castro.

Finalmente, el conflicto fue resuelto por una resolución arbitral en la que participaron las reinas Berenguela de Castilla y Beatriz de Suabia, madre y esposa del rey, respectivamente. Después de resolver el conflicto, el rey puso a Álvaro Pérez de Castro al frente de una expedición para saquear y destruir las tierras de los reinos de Jaén y Arjona. La expedición también conquistó los castillos de Santisteban del Puerto e Iznatoraf sin ofrecer mucha resistencia.

En 1235, se comenzaron a hacer preparativos para la conquista de la ciudad de Córdoba. Los habitantes de Andújar comunicaron su plan a Álvaro Pérez de Castro, y un grupo de soldados cristianos, disfrazados como musulmanes, logró apoderarse de las torres y la puerta de Martos durante la noche. Al amanecer, los cristianos controlaban ya estas posiciones y la puerta se abrió para que entrara la caballería cristiana. Los musulmanes huyeron de la Axerquía hacia la villa y los cristianos se atrincheraron, esperando refuerzos. Enviaron mensajeros a Álvaro Pérez de Castro para pedirle ayuda. Este acudió con refuerzos y tomó el control de la ciudad.

El primer socorro recibido por los cristianos que intentaban apoderarse de Córdoba fue el proporcionado por un mesnadero del rey, llamado Ordoño Álvarez, al tiempo que Álvaro Pérez de Castro acudía junto con sus tropas. Por su parte, el obispo de Baeza, Fray Domingo de Baeza, se éncaminó hacia Córdoba con sus tropas, y el obispo de Cuenca hizo lo propio con su mesnada.

El 7 de febrero de 1236 llegó a Córdoba Fernando III, que había tenido noticias de lo que acontecía en Córdoba mientras se hallaba en el municipio zamorano de Benavente y, rápidamente, se puso en marcha hacia Córdoba con los caballeros que le acompañaban, al tiempo que cursaba órdenes para que los magnates, concejos, prelados y maestres de las Órdenes Militares reuniesen sus huestes y se dirigiesen a Córdoba, a fin de socorrer a los cristianos que se hallaban sitiados en la Axerquía.

Finalmente, después de un asedio de varios meses y perdidas las esperanzas de recibir ayuda, los cordobeses rindieron la ciudad a Fernando III de Castilla, con la condición de respetar las vidas de sus habitantes, que no deberían ser atacados mientras abandonaban el territorio. Las tropas de Fernando III hicieron su entrada en la ciudad de Córdoba el 29 de junio de 1236 y, mientras tanto, se enviaron mensajeros por todo el reino de Castilla a fin de que acudiesen cristianos para repoblar la ciudad, pero, según relatan las crónicas de la época.

Fue el representante del rey Fernando III en Córdoba tras su en Córdoba de Fernando III.

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