Aquella Festividad de Santiago
Córdoba desde tiempos lejanos celebraba tradicionalmente la festividad de Santiago Patrón de España, pues significaba un gran acontecimiento lleno de costumbrismo. Se esperaba este día con verdadera impaciencia, a pesar del alto grado de temperatura que se vive en la ciudad al ser pleno estío. El programa festivo estaba compuesto por una corrida o novillada de toros y la “velailla” que se instalaba en el barrio del titular.
La corrida siempre incluía en el cartel a toreros valerosos -al faltar otras figuras de primeras categoría- que derrochaban arrojo en la lidia; este era el plato fuerte que agradaba a la concurrencia. Hay que anotar que esta fecha tuvo connotaciones trágicas, como la ocurrida el 25 de julio de 1929 al ser cogido el cordobés Francisco Gutiérrez "Serranito de Córdoba" en el muslo izquierdo que como consecuencia de ésta tuvieron que amputarle la pierna debido a la gangrena. Otros accidente se produjo el 25 de julio de 1901 en el picador sevillano Manuel Navarro "Cabeza de Dios" al ser derribado por un novillo de González Nandín, sufriendo un fuerte golpe con la montura del caballo, que le produjo la muerte al día siguiente.
La Plaza de toros de los Tejares se llenaba y los aficionados aguantaban los 50 grados en los tendidos de sol, contribuyendo el calor a hacer más efectivo el entusiasmo por los diestros. Se cumplía aquel dicho antiguo de que los “toros requieren sol y moscas”.
Los tendidos de sol eran ocupados especialmente por los segadores, campesinos y labradores de las huertas del alrededor de la capital que dejando sus menesteres en plena recolección, venían a la capital a celebrar la festividad del Santo Apóstol. No hay que decir que los amplios sombreros de paja les servían para resguardarse de los rayos del astro Rey, dando un contenido muy campesino a los antes mencionados tendidos.
Pero lo que atraía mucho público de cualquier edad era la Feria Chiquita de Santiago o “velailla” creando un ambiente castizo por sus programas festivos y por el tipismo que les impregnaban sus vecinos. Esta fiesta fue siempre muy celebrada por su brillantez en Córdoba. Se adornaban las principales calles con farolillos de colores a la veneciana formando un techo luminoso lleno de vistosidad. Y naturalmente tampoco se dejaban de montar las norias, los primitivos “tíos vivos” y las cucañas. De igual forma abundaban los puestos de avellanas de Trassierra, almendras y garbanzos tostados, así como las jeringueras con su exquisito producto hecho de harina de trigo.
Lo verdaderamente genuino y que daba un perfil singular a esta “velailla de Santiago", era la cantidad de arropías de miel que se consumían por un centimillo. Era la gente menuda y las muchachas casamenteras las que sentían verdadera debilidad por estas golosinas.
La “factoría” más popular de la sabrosa mercancía se encontraba en los aledaños del barrio en la calle Mucho Trigo, y puede decirse que no daban abasto para “endulzar” a la concurrencia. El desfile por aquel amplio caserón era constante, donde se trabajaba a brazo y a la vista de todos la miel, para convertirse en rico “genero” verbenero.
El programa del festejo lo componía los concursos de carreras de sacos; los premios de globos cuyos concursantes se les vendaban los ojos; los de feos y fantoches, que tanto alborotaban y hacían las delicia de la vecindad ávidos de divertirse, siendo motivo de atracción para las gentes de otros barrios; los de belleza para elegir a la guapa del barrio. Los bailes animados mediante la música de pianillos donde se movían los cuerpos a sones de chotis, mazorcas o pasodobles de zarzuela, dado que eran escasos los gramófonos y aún no existían las radios. También se amenizaba la “velailla” mediante las rondallas que tanto abundaban en toda Córdoba. El final de la fiesta se anunciaba por medio de una función de fuegos artificiales.
Aquellas fiestas con todo su sabor popular, las costeaban los industriales y vecinos del barrio, pues el Ayuntamiento subvencionaba de una forma modesta, ahora bien, facilitaba la vigilancia con aquellos “Guindillas” que tenían como bigotes grandes mostachones, éstos siempre eran referencia obligada para mantener a los niños en orden y algún que otro beodos desmadrado que lo encerraban en la “Higuerilla”.
En los años cuarenta el Club Español de Santiago, perteneciente al barrio, recuperó esta fiesta con un programa festivo ya olvidado. Igualmente en las décadas de los años cincuenta y principios de los sesenta, -últimos de la celebración de esta festividad verbenara- y como recuerdo nostálgico de los que fueron estas fiestas, se incluían como medio musical la megafonía, donde se bailaba el famoso “Baión” de la película “Ana” que tanto furor tuvo entre los cordobeses. Por estos años tuvieron un gran protagonismo la Peña Los 15 Candiles y Peña Los Cabales, -ubicadas en la calle Agustín Moreno- al darle a la ”velailla” nueva fuerza con sus bailes populares, concentrando todas las bellezas de los entornos y también el mocerío garboso y alegre; fueron famosos los concursos de feos en cuyo tribunal se encontraba el popular Alfonso López Garrido "Marqués del Cucharón", pero hay que consignar que ya la "velailla" no era ni sombra de lo que fue la Feria Chiquita de Santiago.
Los tiempos cambian, y ya no queda nada de una de las verbenas más famosas de Córdoba. La corrida de toros tradicional de la Festividad de Santiago desapareció en los primeros años cuarenta y los campesinos también cambiaron sus costumbres, así que, todo quedó en el recuerdo de aquellas generaciones que vieron el final de tan tradicional festividad.
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